Era previsible que su ascenso repentino en las encuestas terminase por marear a Rafael López Aliaga. A la legua se le ve que es una persona inestable, voluble y a la que se le sale la cadena a la primera de bastos.

Tremendamente agresivo e intolerante con periodistas, sin importar si son de casas televisivas que son sus hinchas, gestos políticos altisonantes y frases desafortunadas resumen muy bien su último itinerario político.

Lo que parece va a ser un parteaguas en este romance disfuncional que un sector poco ilustrado de la élite AB del país le venía prodigando ha sido este pacto con el Frente Patriótico que comanda Virgilio Acuña, y que no oculta su antaurismo y ha hecho de la libertad del etnocacerista su objetivo mayor.

¿Qué lo pudo haber llevado a cometer ese grave error, que no se va a lograr disimular con desmentidos pueriles a través de notas de prensa? Quizás su vocación miliciana, propia del Opus Dei, orden religiosa ultraconservadora a la que se adscribe, lo llevo a dejarse seducir por los uniformados radicales de la izquierda antaurista. Quizás el mismo espíritu protofascista lo terminó de encandilar. Vaya uno a saber. Tarea de especialistas.

Lo cierto es que nos revela un rostro político más que cuestionable y una personalidad y carácter poco propicios para conducir los destinos del país. A consecuencia de ello, todo permitiría especular que su crecimiento se va a detener y que su votación explosiva será solo efímera y terminará por recalar a predios menos disparatados.

En la derecha, se sobrellevan dos campañas paralelas a la de Renovación Popular, que son las de Keiko Fujimori y Hernando de Soto, que al costado de la de López Aliaga parecen campañas británicas. El juego de ambos es más racional. Keiko apuesta a un crecimiento lento pero sostenido (que puede dar un salto con el trasvase de los lopezaliaguistas desencantados), y De Soto parece haber colocado todas las balas en el último mes de la campaña, suponemos que con mejores resultados que aquellos que se mostraban con una campaña opaca y silente.

Esperemos que así sea. La derecha del país merece una mejor representación que la de alguien como Rafael López Aliaga, el summum de la derecha bruta y achorada, autoritaria en lo político, mercantilista en lo económico y ultraconservadora en lo moral.

Ojalá sus crasos dislates le pasen factura. Si su rush hubiese sido a dos semanas de la elección, quizás era inquilino fijo en la segunda vuelta. No habría dado tiempo para calibrarlo. Felizmente creció faltando un mes y ese impulso anímico lo ha terminado de mostrar en su horrorosa desnudez.

 

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Rafael Lopez Aliaga, Renovación popular

Hasta antes de su exclusión por parte del Jurado Nacional de Elecciones de la contienda del 2016, Julio Guzmán llegó a tener 18% de intención de voto, y César Acuña 13%. Ambos se asomaban como eventuales contendores de la segunda vuelta electoral. ¿Qué ha pasado para que ahora muestren escuálidos resultados? Según la última encuesta de Ipsos, el líder morado tiene apenas 3.1% y el candidato de Alianza para el Progreso 2.6%.

Julio Guzmán: su incidente flamígero, definido como prueba de carácter, le ha jugado una muy mala pasada. Ha destruido su capital político y ello ya se vió en la última elección congresal de enero del año pasado, donde afectó a una buena lista parlamentaria. Guzmán no ha sabido reaccionar. Creyó que guardando silencio y perfil bajo iba a lograr que el incidente se olvidase. Inició así una campaña edulcorada, sin mayor filo, en medio de una situación en la cual la ciudadanía pide confrontación y radicalidad. Recién en la última semana ha empezado a mostrarse beligerante y agresivo. Puede ser demasiado tarde, pero también le puede resultar. Está al borde de la eliminación. Si no muestra crecimiento en la siguiente encuesta, ya casi podría ser descartado en esta contienda, aun a sabiendas de que en el Perú una semana es una eternidad.

César Acuña: se traumó por el escándalo de las denuncias por plagio de la campaña anterior. Se dedicó cinco años a limpiar su imagen y quizás pensó que toda la contienda actual iba a estar destinada a ese tema por parte de sus adversarios. Y resulta que no ha sido así. Por lo mismo, se quedó pasmado los primeros meses sin desplegar una estrategia correcta de campaña y huyendo de los medios de comunicación, temeroso de que su pobre elocuencia lo único que hiciese fuera aumentar la campaña de memes ridiculizantes que lo han agarrado de punto. Al final, ha sabido encontrar un filón productivo, como es el del empresario exitoso que surgió de la pobreza, que además reivindica su hablar como propio del pueblo. Tiene una marca potente, sobre todo en el norte del país. Quizás tiene un voto escondido por esa razón.

Ninguno de los dos está descartado. Dada la poca intención de voto de todos los candidatos, basta crecer cinco o seis puntos -lo que es perfectamente factible- para volverse a colocar en el partidor. Esta elección se va a definir faltando días u horas. Nadie está fuera aún. Por lo menos, no lo están los dos mencionados, los excluidos del 2016.

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César Acuña, JNE, Julio Guzmán

Verónika Mendoza ha decidido romper con sus consejeros que le recomendaban migrar al centro y tratar de conquistar ese electorado mayoritario, pero indefinido que identifica a la ciudadanía peruana. Así, ha propuesto recientemente, por ejemplo, la nacionalización (estatización) del gas o la toma de posesión de todas las plantas de oxígeno privadas para atender la emergencia, etc.

Para quienes aspiramos a que en el Perú se construya una opción de izquierda creyente en el libre mercado, no es una buena noticia que la lideresa mayor de la izquierda peruana se radicalice, claro está, pero, sin duda, es su mejor estrategia electoral. En el caso de Mendoza, lo que de ella asusta a la alta burguesía limeña es lo que le gusta a su electorado de a pie.

Mendoza tiene un doble desafío por delante: arrebatarle votos a Yonhy Lescano, quien sin ser propiamente de izquierda, le ha quitado un caudal significativo de electores. Si Acción Popular lanzaba a Alfredo Barnechea o a Raúl Diez Canseco probablemente hoy estaría debajo de la valla electoral. Con Lescano la achuntaron. Ese bolsón de votos tiene que ser recuperado por Mendoza. Ese debería ser su objetivo estratégico (increíblemente vemos a sus huestes enfervorizadas haciendo campaña contra un zombie, como es el partido Morado)

Y para ello necesita propuestas concretas, audaces, como las referidas líneas arriba, no engolosinarse tontamente en abstracciones como el cambio de la Constitución, que además la mayoría del país apoya, pero porque quiere una Carta Magna más conservadora y autoritaria, no como aquella con la que sueña la candidata de Juntos por el Perú.

Y de otro lado, Mendoza no puede permitir que Pedro Castillo le quite los votos radicales del sur. Según la última encuesta del IEP, el candidato de Perú Libre tiene 8% de intención de voto en el sur y 3.5% a nivel nacional. Si Mendoza sumase esos votos estaría segunda en las encuestas.

Verónika Mendoza está congelada desde hace meses. Habrá que ver en el transcurso de los días, y con la siguiente encuesta en mano, si le funcionó la estrategia de radicalización. Anticipo que sí, que la gente está esperando formatos confrontacionales, sean de derecha o izquierda, y no las de un malaguoso centro. La crisis simultánea de salud, economía, social y política nos ha conducido a eso y quienes lo han entendido están cosechando fructíferamente.

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Candidatos presidenciables, Elecciones 2021, Verónika Mendoza

Es verdad que en primera vuelta se produce un desfleme de propuestas y que recién en la segunda vuelta -en la búsqueda de conquistar el centro- éstas se morigeran, pero de por sí, si nos guiamos por el formato discursivo de los candidatos, el panorama que se viene para los siguientes cinco años no es muy alentador.

Yonhy Lescano y Rafael López Aliaga, los dos candidatos más potentes (a pesar de la aparición de George Forsyth en la última medición de Ipsos), han hecho gala de un populismo desmadrado. Lescano ha anunciado controles de precios y tasas, presiones al BCR por plata, empleos en base a inversión pública; López Aliaga ha arremetido contra los monopolios mediáticos, lechero y farmaceútico con clara connotación intervencionista.

En ambos casos, no proponen el libre mercado competitivo como mecanismo de solución de los problemas que se puedan encontrar sino la intervención estatal.

A esa situación de riesgo populista se agrega el escenario de un Congreso tan o más fragmentado que el actual y, por ende, lleno de competencias internas por ver quién lanza la iniciativa más populista y demagógica. Y el problema es que a diferencia de lo sucedido con PPK, Vizcarra o el propio Sagasti, lo más probable es que esta vez estas iniciativas tengan eco en el Ejecutivo.

El último bastión contra propuestas de este tipo ha sido en los últimos tiempos el Tribunal Constitucional, pero a la vez hay que tener en cuenta que será el nuevo Congreso hiperfragmentado el que designará a los seis reemplazantes de los magistrados con mandato ya vencido. Así pues, probablemente toque en suerte un TC a la medida del populismo desembozado del flamante Legislativo.

Ya que no está Verónika Mendoza en lugar expectante, se podría descartar un cambio del modelo económico, pero sí vamos a ver infinidad de perforaciones populistas. No veremos expropiaciones, pero sí regulaciones ad hoc contraproducentes; no veremos empresas estatales creadas, pero sí injerencia en procesos privados.

No se ve muy halagueño el panorama. Queda un mes todavía por delante y podría ocurrir que los candidatos más liberales (Keiko Fujimori o De Soto), o menos populistas (Forsyth), logren crecer o mantenerse en lugar expectante y variar la perspectiva, pero la foto de hoy nos muestra un panorama sombrío.

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Candidatos presidenciables, Elecciones 2021, Populismo

George Forsyth: ha detenido aparentemente su caída. Es el candidato antipolítico. La encuesta de Ipsos le da nuevos bríos. La del IEP lo debe haber postrado en la depresión. Puede jalar los votos de quienes están dispuestos a votar por cualquiera con tal de evitar que López Aliaga pase a la segunda vuelta.

Rafael López Aliaga: sigue en crecimiento. Creo que está pronto a llegar a su techo. Si hubiera empezado su rush actual de acá a dos semanas no solo pasaba a la segunda vuelta segundo sino que podía amenazar a Lescano. Lo han empezado a atacar de varios frentes no solo políticos sino también mediáticos. Hay quienes creen que los ataques ayudan porque colocan la marca. No, los ataques hacen daño. Pronto se detendrá su ascenso y probablemente empiece a descender.

Keiko Fujimori: está condenada a no salirse de su eje de campaña y apostar a que el voto duro fujimorista -mucho del cual está escondido- a la hora de acercarse a las urnas se manifieste. Si desciende López Aliaga ese voto se dividirá entre Keiko y De Soto. Para la lideresa de Fuerza Popular es una partida de póker. No puede perder la calma.

Verónika Mendoza: es mala candidata. Lo ha sido y lo es. La izquierda debió buscar otro rostro. Su discurso es inasible, oenegero. Encima, equivocadamente trató de migrar al centro sin percatarse de que ésta era una elección polarizada. Sus huestes se han dedicado a pelear con los morados de Guzmán en lugar de confrontar con Lescano, que es quien los ha pulverizado en sus bastiones históricos.

Daniel Urresti: es un buen candidato, pero debió buscar otro convoy electoral. Ir de la mano con el conspirador Luna Gálvez, el mandamás de la principal universidad trucha del país y además comprometido en procesos judiciales, ha terminado por complicarle vida a quien, corriendo en otro vehículo, pudo y debió haber sido quien ocupase hoy el lugar de Lescano.

Hernando de Soto: reaccionó tarde, pero al final lo hizo. Tendría que duplicar su intención de voto para entrar a la segunda vuelta. Pero crecer cinco o seis puntos en un mes es perfectamente factible. Todo depende de que sepa sostener su campaña y no desaparecerse por temporadas como hizo hasta hace poco. Hace bien en confrontar con López Aliaga: son sus mismos votantes. De taquito, también podría intentar quitarle algo a Keiko.

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Keiko Fujimori, Rafael Lopez Aliaga, Verónika Mendoza

La lucha encarnizada por el segundo lugar lo ha dejado indemne a Lescano, pero en una segunda vuelta sí va a recibir fuego cruzado de su eventual contendor.

Salvo la sorpresa de que Forsyth detiene su caída prácticamente no hay diferencia entre las encuestas del IEP y de Ipsos, en cuanto a los resultados. Si consideramos que la de Ipsos puede ser más acercada a la realidad por haber sido simulacro de votación (con cédula y urna), podemos considerarla más precisa.

En esa medida, anteponiendo el hecho de que mes antes de las elecciones es una eternidad, queda claro que si hoy fuesen las elecciones y mañana fuese la segunda vuelta, Yonhy Lescano será el próximo presidente de la República.

Ha sabido hacer una campaña a la antigua recorriendo el país, no creyéndose la burbuja de las redes sociales, ha sabido recoger un voto izquierdista, con el que se identifica por sus posturas antimonopólicas (su larga batalla con Telefónica aún perdura en el imaginario nacional), ha sabido colocarse en un nicho antiaprofujimorista, el mayor antivoto del país, y además tiene detrás suyo una marca conocida como la de Acción Popular, a la que no parece haberle hecho mella las inconductas mafiosas del grueso de su bancada actual. Por si fuera poco, a pesar de su relativo izquierdismo, combina con ello posturas conservadoras con las que comulga la mayoría del país.

Lescano no es un outsider. Está afincado en la política peruana hace décadas. Es, propiamente hablando, un insider. Es un focus group andante. Les lleva cuerpos de ventaja a sus adversarios en materia de experiencia política y seguramente la sabrá aprovechar.

Va a ser muy difícil que alguien le gane en segunda vuelta. Tendría que ocurrir una catástrofe política, un desatino mayúsculo, una denuncia poderosa, un error inconmensurable. Según Ipsos, Lescano les gana a todos en la segunda vuelta.

El único flanco débil que increíblemente sus adversarios no han sabido aprovechar es el de sus propuestas económicas populistas y retardatarias al progreso económico del país. La lucha encarnizada por el segundo lugar lo ha dejado indemne, pero en una segunda vuelta sí va a recibir fuego cruzado de su eventual contendor.

Veremos si el ánimo mayoritario de la población por una opción de mercado pesa a la hora de que empiece a recibir esos ataques. La segunda vuelta es otra historia. Se resetea todo, más aún con un resultado tan apretado como el que aparentemente ocurrirá en esta primera vuelta.

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Elecciones 2021, Yonhy Lescano

No sorprenden los resultados de la encuesta del IEP. Constatan las tendencias que se venían apreciando, pero a la vez confirman que falta mucho trecho por recorrer y que los candidatos están tan apretados que cualquier cosa puede suceder.

Si se analiza la encuesta no tanto por los porcentajes brutos que aparecen, si no por la tasa de crecimiento o decrecimiento de los candidatos uno se encuentra sorpresas. Así, yendo en el orden de aparición en la medición de marzo y comparándola con la de febrero, veamos cuánto han crecido o decrecido: Lescano (+23%), López Aliaga (+25%), Fujimori (-12.2%), Mendoza (-21.35%), Forsyth (-16.5%), De Soto (+35.71%), Urresti (-6.25%), Castillo (la sorpresa!!!: crece 45.83%), Acuña (-10.53%), Humala (+4.16%), Guzmán (-25.81%), Salaverry (-45.46%).

Grosso modo, se confirma el desplome del centro. No es una opción en la primera vuelta. Se pondrá en juego para la segunda cuando los dos finalistas traten de conquistar ese grueso sector del electorado. Por ahora, las propuestas polarizadas crecen. Así, caen Forsyth, Urresti, Acuña y se desploma Guzmán (el que ha hecho campaña más direccionada y explícita en favor del centrismo).

Por el lado izquierdo, la cosa parece ya jugada. Lescano está puntero y en franco crecimiento. Mendoza ya empezó a caer y seguramente quien le está arranchando votos es Pedro Castillo, el candidato de Perú Libre, quien es el que más crece en esta encuesta y tiene un potente 8% en el sur, la región más disputada por las izquierdas (Lescano tiene 19.3%, Mendoza 10.4% y sigue muy de cerca Castillo).

Por el lado derecho, la cosa aún no está definida. López Aliaga se ha despuntado y probablemente crezca un poco más, pero su conservadurismo tiene un techo. Keiko Fujimori ha caído, pero no se le puede subestimar. Hay un voto escondido en favor de ella, que no parece probable que se arredre por la reciente acusación fiscal. Y De Soto viene creciendo de modo significativo (crece más que López Aliaga), confirmándose ello en varias encuestas. El autor de El misterio del capital podría sorprender y meterse en la pelea por pasar a la segunda vuelta. Si sigue creciendo así, lo puede alcanzar al candidato de Renovación Popular.

A poco menos de un mes de la elección, la cosa claramente no está definida. Las piezas se seguirán moviendo y el que pestañee perderá. Quien se ponga nervioso cometerá errores. El mejor estratega saldrá adelante.

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Encuesta, IEP, Pedro Castillo

Aparece una legítima denuncia periodística en la que se informa que la excanciller Elizabeth Astete señaló ante el Congreso haber informado de su inclusión en la lista del vacunagate al propio presidente Sagasti y que éste no dijo nada y que inclusive le habría dado su autorización, habiendo solo reaccionado cuando se desató el escándalo.

Palacio ha emitido un pronunciamiento en el que niega los hechos y arguye que el día en el que supuestamente se produjo el intercambio de información entre Sagasti y Astete, no hubo sesión del Consejo de Ministros. Acto fallido, porque luego se ha conocido que el día señalado sí hubo una reunión entre el Presidente, la excanciller y la exministra de Salud, Pilar Mazzetti.

Si se certifica el hecho -lo tendría que aseverar Mazzetti, presente en la susodicha reunión-, el Presidente habría incurrido en una falta, sin duda. No tenemos la capacidad de asegurar o desmentir el hecho, pero la torpeza comunicacional del gobierno ya es legendaria y solo abona en favor de la hipótesis denunciada, lo que en el peor de los casos, lleva a Sagasti al borde del delito o de una falta administrativa y en el mejor lo deja como un mentiroso.

No obstante ello, es necesario advertir una vez más, la torva intención de muchos políticos de aprovechar la circunstancia para tratar de sacar a Sagasti del poder. Como buitres al acecho de carroña, estos políticos (congresistas y candidatos) solo tienen en mente desestabilizar el país más de lo que ya lo está.

Se conjugan dos intereses: la mafia de las universidades truchas que a toda costa quiere hacerse del poder para tumbarse a la Sunedu, la reforma universitaria y recuperar la licencia perdida de sus universidades (mafia que cuenta con enorme representación congresal), y algunos candidatos que saben que a mayor zozobra mayor impacto de su aparente radicalidad y actitud confrontacional.

Impresiona que a estas alturas de la crisis, a sabiendas del retraso administrativo y político que podría generar un nuevo cambio de gobierno, haya quienes antepongan sus intereses particulares al bienestar del país. A nadie en su sano juicio le debería parecer conveniente interrumpir el mandato de Sagasti, quien, a pesar de la aparente inconducta imputada, no calificaría para merecer el castigo de la vacancia por incapacidad moral que pueda llevar al Congreso a censurarlo. Solo un incendiario antipatriota podría pretenderlo.

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Elizabeth Astete, Francisco Sagasti, Pilar Mazzetti

Si nos atenemos a la última medición de Datum, al menos habrá nueve bancadas congresales, y ninguna, como es previsible, con mayoría suficiente. El candidato que gane la elección presidencial no va a tener dominio legislativo. La probabilidad de que se repita los siguientes cinco años el escenario de ingobernabilidad y de enfrentamientos y crisis entre Ejecutivo y Legislativo es muy amplia.

Tendría que firmarse un pacto de gobierno multipartidario, que incluya presencia en el Ejecutivo y a cambio de eso respaldo congresal. ¿Será posible con tantas bancadas y tan disímiles intereses? Por lo pronto, olvidémonos de reformas estructurales controversiales: la necesidad de consensos hará que estás sean mediatizadas. Tendremos cinco años de más de los mismo, sin cambios importantes en sectores álgidos de la vida pública del país.

Lo que es peor, según ha recordado recientemente Fernando Tuesta, en base a información propalada en la unidad de datos de El Comercio, un 43% de los candidatos al Congreso recién se inscribió en su partido un mes antes de que venciese el plazo. Y si a ello sumamos los invitados, comprenderemos que las propias bancadas no serán disciplinadas ni cohesionadas, poniendo en riesgo cualquier pacto formal que se pueda establecer.

Todo hace suponer que veremos repetirse el escenario vigente donde los extremos de la disolución del Congreso o la vacancia presidencial volverán a estar en juego permanente. Zozobra política, sin reformas urgentes será, al parecer, la moneda distintiva de los siguientes cinco años.

Es muy improbable que de acá la primera vuelta, un candidato crezca lo suficiente como para lograr una bancada mayoritaria o lo suficientemente grande como para que un solo pacto le alcance para asegurarse la mayoría que le permita gobernabilidad (al estilo Perú Posible-FIM en el 2001 o Partido Nacionalista-Perú Posible en el 2011).

Más allá de la elección presidencial, la congresal es aún más crucial. Y al respecto no hay buenos augurios. Tendrían que alinearse los astros de una manera tal que de la noche pasemos a la luz. Va a depender de la capacidad política de quien resulte elegido Presidente. Lo cierto es que el país ya no aguanta cinco años más de crisis política permanente.

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