Es, pues, políticamente casi imposible que, como están dadas las cosas, se genere un cambio virtuoso respecto de la mejora de alguno de los aspectos institucionales básicos del Estado en una sociedad democrática que se respete, y transforme el sainete que en el Perú llamamos tal. Vamos cuesta abajo.
El pesimismo nos embarga. No hay visos de solución a la vista. No se aprecia ni en el Ejecutivo ni en el Legislativo la lucidez suficiente para salir del atolladero sino, más bien, intereses subalternos para mantener el statu quo y seguir medrando de él. El 28 de marzo no se va a lograr la vacancia. Es puro fuego artificial el que la oposición está levantando, porque en los hechos no hace nada para concertar y lograr los 87 votos necesarios para alcanzar dicho objetivo. En el fondo, solo parece querer jugar con el tema durante todo el periodo del mandato de Castillo, pero sin atreverse a dar los pasos necesarios para hacerlo realidad. Y el Ejecutivo, por su parte, a sabiendas de ello, se burla de la representación nacional con mensajes como el de ayer. Así estamos. Eso es lo que hay en la vidriera.
Lo más probable, por ello, es que estemos siendo testigos de un juego de espejos y que el día que se discuta la vacancia real, el 28 de marzo, los “niños” vuelvan al redil y el asunto pase al desván. Pero igual creemos importante que se haya aprobado esta moción, que obliga al presidente a asistir al Congreso a dar explicaciones. Y, sobre todo, porque le deja en claro que, así sea por juegos políticos subalternos, su sostenibilidad en el poder depende de que haga las cosas con relativa transparencia y no con la opacidad con la que ha venido manejando la administración pública estos primeros meses de gobierno.
El problema adicional es que la medianía del regimen no solo destruye la confianza empresarial, también la confianza ciudadana en la política y en la democracia. Castillo nos va a dejar un país desinstitucionalizado, polarizado, empobrecido políticamente. A este paso, la segunda vuelta del 2021 nos va a parecer paradisíaca respecto de la que podría venir el 2026.
Una nueva encrucijada electoral admitamos que no nos agarra en buen pie respecto de la vitrina electoral que tenemos al frente, pero será casi imposible que se vuelva a reeditar la segunda vuelta del 2021 y ya eso debería bastar para mirar dicha circunstancia como más propicia.
-La del estribo: empezó ya con todo el teatro presencial en Lima. Al respecto, vale recomendar algunas que prometen. Bull, del dramaturgo Mike Bartlett, con Andrea Luna, Christian Isla, Manuel Gold y Joaquín de Orbegoso. Va en el Julieta; El Fuego que hemos construido, en el Británico, es la obra ganadora del octavo concurso de dramaturgia peruana “Ponemos tu obra en escena”; y El principio de Arquímedes, dirigida por Roberto Angeles, que va en el Teatro de Lucía.
Castillo, en el mejor de los casos, será un paréntesis que ahondará la crisis, porque evidentemente ninguno de los grandes problemas nacionales va a ser remediado por tan mediocre gestión. Ojalá el 2026 acabe este periodo de contrición nacional y en esa oportunidad -si no es antes-, empecemos por fin el camino de la consolidación institucional del país, que claramente se ha demostrado que no basta con la sensatez fiscal y monetaria para construir un país viable y sostenible.
Pero, además, es necesario que se emprendan reformas estructurales relevantes que evidentemente este gobierno no va a llevar a cabo (porque no va a emprender ni una sola reforma, ya está más que visto): descentralización, salud pública, desmontaje de normas antimercado, etc. Esa es la cifra del destino político que por el momento le toca al Congreso.
Muchos años se habló de que el Perú corría riesgo de ser un Estado fallido, entendiendo Estado como nación, por culpa de la demagogia económica populista de los 80 y la violencia terrorista. Gracias a la apertura económica, a la sensatez fiscal y monetaria, y luego a la recuperación de la democracia, el país gozó de décadas de crecimiento y de mejoría del Estado. Se fueron creando paulatinamente islas de excelencia ejemplares.
Una tragedia impensada, como la pandemia, nos condujo a una elección de los resabios de dos grandes males de la sociedad política peruana: el neosenderismo y el fujimorismo en su versión mercantilista. Y al final ganó la peor de las dos opciones, y por esa razón nos asomamos al riesgo de parálisis del Estado como entidad, en su calidad de agente facilitador del mercado y de la sociedad peruana. Una desgracia por donde se le mire.
El país ha perdido una gran oportunidad de enderezar el rumbo de destrucción del Estado que esta gestión está llevando a cabo, con absoluta impunidad y sin que la oposición sea capaz de hacerle frente (habrá que ver si acaso es capaz de censurar ahora ministro por ministro, de la manga de impresentables de la baraja ministerial). No es, reiteramos, un triunfo del gobierno el que hemos visto esta madrugada, sino una clamorosa derrota de la oposición, lo que abre un panorama sombrío para la república.