Vale la pena tomarse un pequeño respiro en el análisis político para referirnos a un tema estructural en crisis: la educación peruana. Se equivoca groseramente el ministro de Educación, Juan Cadillo, cuando relativiza el retorno presencial a las aulas escolares, señalando que son los niños los que más contagian el covid19 y que, por ende, es mejor postergar dicha presencialidad.
Primero, no es cierta esa afirmación. No hay ninguna prueba médica o científica que corrobore que a menor edad mayor carga viral y, por ende, mayor potencialidad infecciosa. Y segundo, eso se controla muy fácilmente, asegurando que los maestros estén todos vacunados, ya que serían ellos los principales afectados del problema, al estar en contacto cercano y cotidiano con los alumnos.
Es incalculable el daño social que le hemos producido al país al tener dos años a los niños y adolescentes tomando clases virtuales, sin contacto físico con sus pares, y generando toxicidad psíquica y laboral en los hogares en donde su presencia exige cautelas logísticas que antes el recinto escolar aliviaba.
La socialización es, al final de cuentas, el principal objetivo de cualquier sistema educativo universal. Los conocimientos se imparten por añadidura. Lo fundamental es “civilizar” a generaciones de protociudadanos que se asoman a la vida adulta pedagógicamente acompañados.
Si no se ha completado la vacunación completa a los maestros del Perú, pues el gobierno debería emprender una campaña prioritaria (“vacunatones” exclusivas para profesores, por ejemplo), y si el tema logístico del transporte público -potencial foco de contagio- supone un problema, eso puede pasar por asignar unidades exclusivas para alumnos (aunque ello en verdad no sería tan necesario, bastando que se exija el cumplimiento de los mismos requisitos que hoy se exige al público adulto: mascarillas y protector facial).
Los términos colectivos de profesionalización, nivel educativo y académico, desarrollo cognitivo y adaptación social, han sufrido un menoscabo gigantesco, inconmensurable, que va a traer consecuencias sociales, políticas, económicas y psicológicas permanentes en varias generaciones de habitantes del planeta.
Ya en otros países, con similares cuadros de pandemia que el Perú, están apostando por el retorno a clases. Es imperativo que nuestro país haga lo propio. Eventualmente, debiera empezarse semipresencialmente este año y de todas maneras tomar las precauciones logísticas a todo nivel para que el 2022 ya la plenitud de colegios funcione con presencia física de los alumnos en las aulas reales y ya no virtuales.
-La del estribo: sobresaliente el número 74 de la excelente revista Hueso Húmero. De esta entrega quiero resaltar la extraordinaria selección de textos de los apuntes que realizaba el psiquiatra Francisco Alarco de las visitas a su amigo y pariente Martín Adán, cuando éste pasaba sus últimos días en el asilo Canevaro. ¡Imperdible testimonio aún cabalmente inédito!
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