Lo mejor que ha hecho el malhadado Congreso que tenemos es haber inhabilitado por diez años, en sus derechos políticos, al expresidente Martín Vizcarra, quien había logrado ingresar al Parlamento entrante mediante su candidatura en Somos Perú.
Ya no hablamos solo -que sería suficiente- de una gestión mediocre en grado sumo (la tragedia de la falta de vacunas se debe exclusivamente a él y a su negligente si no acaso corrupto intento de teledirigir todo a favor de la empresa china), o de un personaje taimado a niveles patológicos.
Se trata de un exgobernante que aprovechó inmoralmente su cargo para gestionarse para sí mismo y sus allegados el beneficio de la vacuna, saltándose a la garrocha todos los protocolos y tirando al tacho de basura la angustia de decenas de miles de compatriotas que han visto a familiares y cercanos fallecer justamente porque no hay vacunas en el país, en gran parte por su culpa.
Por supuesto, Vizcarra tratará de recurrir a estratagemas legales que lo presenten como una víctima de persecución política, pero confiamos en que ningún tribunal nacional o internacional dará crédito a semejante disparate. Sancionado justamente está. Es más, la sanción debería ser perpetua, si cupiese.
No podemos dejar de mencionar, además, que también hablamos de un sujeto que ha intentado ingresar al Congreso no para contribuir a la patria con sus proyectos de ley, sino simplemente para escabullirse de las serísimas denuncias por corrupción que se han conocido en los últimos meses y que lo vinculan a pago de sobornos de empresas constructoras a cambio de obras en su región natal, Moquegua, cuando ejerció el cargo de gobernador.
Que nos sirva, además, de ejemplo, de cómo mantener el ojo avizor respecto de líderes populistas, que suelen crear el proscenio bien/mal, para lucrar políticamente y detrás de ello esconden trasiegos y trastadas que luego, ya tarde, descubrimos.
La política peruana necesita hacer una mejora radical. Ojalá el Congreso entrante no sea la reedición de los últimos que hemos tenido y su fragmentación lo obligue a hacer pactos políticos que construyan algo de sensatez y estabilidad. Lo mejor de todo es que en ese escenario no existirá la mancha de un Vizcarra arrellanado en una curul.