Juan Carlos Tafur

La batalla por Lima

“Lo que más daño le haría al gobierno es que quien asuma la alcaldía limeña dé una demostración de manejo tecnocrático, eficiente, veloz, íntegro, de la administración municipal, que por ese solo hecho contraste con el manejo desprolijo, improvisado, incompetente del gobierno central”

Anda muy peleada la contienda municipal para Lima. Según la encuesta de Ipsos van adelante Daniel Urresti y Rafael López Aliaga (20% cada uno), dos personajes que no brillan precisamente por su ecuanimidad, son lenguaraces, irreverentes, díscolos, excesivos, avasalladores. Pero tienen capital político, son enérgicos, son conocidos (ambos han sido candidatos presidenciales) y además calzan con la ideología derechista de la capital de la República (en Lima, según el IEP, el 39% se define de derecha y el 42% de centro, apenas el 20% de izquierda).

Va a ser difícil que alguno de los otros contendores rompa esa dualidad. Forsyth, Molina o el propio Chehade son gallos de pelea y, dado el caso, en una de esas podrían dar la sorpresa con un rush final (ya nada se puede asegurar en las elecciones peruanas, menos con tantos meses de anticipación).

 

Resulta interesante, sin embargo, rizar el rizo y ver si se puede extraer alguna conclusión política de estos comicios capitalinos, que son los que concentran la mayor atención, por representar casi a un tercio del electorado nacional.

En principio, ya está probado históricamente que ser alcalde de Lima no es un escalón previo necesario para luego ser presidente. Por el contrario, una suerte de maldición política parece recaer sobre el cargo, porque todos los alcaldes que luego han intentado fortuna presidencial han salido muy mal parados.

 

 

Pero sí es evidente que la eventual presencia de alguien opuesto al gobierno de Castillo, en su calidad de segunda autoridad política del país -por el peso específico de Lima- sí puede abrirle un nuevo frente opositor al régimen y contribuir a debilitarlo aún más de lo que está.

Lo que más daño le haría al gobierno es que quien asuma la alcaldía limeña dé una demostración de manejo tecnocrático, eficiente, veloz, íntegro, de la administración municipal, que por ese solo hecho contraste con el manejo desprolijo, improvisado, incompetente del gobierno central.

 

En ese sentido, mucho se juega en esta elección. Puede abrir un camino de esperanza a la ciudadanía respecto de que el modus operandi de Castillo y Perú Libre (al peor estilo del más malo de los gobiernos regionales) no ha llegado a la Presidencia para instalarse por muchos años, sino que apenas se dé la oportunidad electoral del recambio, el país tendrá frente a sí opciones distintas que reenderecen la nave nacional por el camino de la sensatez. Ojalá los que postulan a Lima sean conscientes de ello.

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Gobierno, Pedro Castillo

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