Es intolerable un régimen que ya ha abandonado sus funciones mínimas de gobernar y se aboca, de cuerpo entero, a fungir de fuerza de choque del presidente. Como resultado de ello, el Estado y sus servicios más básicos colapsan a vista y paciencia de todo el país sin nadie que le ponga coto. Esa es la responsabilidad principal y mayor de un Congreso opositor. Esa es su cifra política y por apartarse de ella es que el pueblo los castiga en las encuestas.
Una lista única, con objetivos claros y tareas definidas frente a la mediocridad y corrupción palaciega, es lo que la ciudadanía esperaría de la actuación del Congreso en los días siguientes, en los que tendrá que elegir a su nueva presidencia. Ojalá esté a la altura de las circunstancias.