La única salida política de la crisis de gobernabilidad que ha generado el malhadado régimen de Pedro Castillo pasa o por su renuncia o por una decisión del Congreso (sea por la vía de la vacancia o de la acusación constitucional) que lo retire de Palacio.

Ya resulta más que evidente la irreversibilidad de la mediocridad en la gestión. Estamos ante el serio riesgo de un colapso del Estado, con las graves consecuencias que ello tendría para el país, no solo en términos del daño económico y político que de por sí generaría, sino por la eventual explosión de un conflicto social de curso indeterminado que tal estado de cosas podría producir.

La designación del gabinete Valer, plagado de más impresentables que los dos gabinetes anteriores -cosa que ya parecía imposible de lograr-, y agravado por la designación de un Premier que no debería estar un minuto más en el cargo por sus inconductas recientes (es un agresor de mujeres), es una falta de respeto a la ciudadanía.

 

El Congreso, de insistir en el despropósito Castillo, debería, primero, negarle la confianza al gabinete, y, segundo, si el Primer Mandatario, carente de una mínima dignidad y admisión de incompetencia, no renuncia, abocarse a encontrar la salida legal para recortar su mandato.

La experiencia de un gobierno surgido del pueblo provinciano ha sido, lamentablemente, fallida. Castillo es un embustero que se arropó de ese discurso antiestablishment para ganar las elecciones, pero una vez en el poder ha demostrado que su único logro ha sido reeditar los peores vicios de la República peruana, llevados a su minusválida dimensión: el patrimonialismo, la temprana corrupción, la ineficacia administrativa, etc.

Como venían las cosas, el momento destituyente se iba a producir más temprano que tarde. Castillo ha adelantado las agujas del reloj, con pasmosa indolencia y desparpajo. Porque lo que ha pergeñado con el gabinete Valer es no solo una muestra de su mediocridad sino también de su evidente psicopatía política. El Presidente carece de criterios morales para gobernar, la situación psicosocial más grave que pudiéramos hallar en un gobernante.

Es hora de que la sociedad civil, lamentablemente pasmada en su activismo por haberse plegado al oficialismo, se despercuda y tome conciencia de que el desprolijo manejo político del país no puede seguir siendo tolerado. Es hora también de que la clase política -particularmente los partidos de centro (Acción Popular y Alianza para el Progreso)- abandonen el acrítico respaldo a un régimen cuyo deterioro va a generar inmensas consecuencias a la sociedad entera. La gangrena castillista debe ser cortada temprano, antes de que contamine el cuerpo social en su conjunto.

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Congreso, Pedro Castillo

El presidente Castillo ha labrado un gabinete que le permita, simplemente, traspasar la valla de la cuestión de confianza. Así, a la permanencia de Perú Libre y Juntos por el Perú, le suma Perú Democrático, Somos Perú y el sector provinciano de Acción Popular.

No es un gabinete que permita remontar la crisis de gobernabilidad en la que se halla inmerso, en gran medida, por responsabilidad del propio Presidente, quien ha hecho de designaciones cuestionables su signo distintivo. Y así, insiste en ello manteniendo al inverosímil titular de Transportes y designando a un cuestionado ministro del Interior, cuando, según todas las encuestas, el problema de la inseguridad ciudadana se ha vuelto ya el principal problema nacional. Pasa lo propio con el ministro del Ambiente, que no conoce nada de su sector, o la ultraconservadora ministra de la Mujer.

Castillo no parece tener capacidad de aprendizaje político. Se resiste a ello. No entiende la magnitud de las responsabilidades que le caben como gobernante del Perú, mucho menos, las responsabilidades administrativas que le corresponden como Jefe de Estado.

Los ministros y funcionarios renunciantes que se animaron a expresar las razones de su disconformidad, aluden, todos, a la existencia de un grupo de personajes que rodean al Primer Mandatario y pesan políticamente más que los ministros. ¿Hay alguna novedad en ese frente? Ninguna. Todo se mantiene igual.

No es posible, pues, avizorarle buen futuro político a este gabinete por más que cuente con la presencia de algunos destacados personajes, como el flamante Canciller, César Landa, o el nuevo titular del MEF, Oscar Graham, cualitativamente superior el peso mediano, Pedro Francke. El problema no estriba en ellos.

La sola presencia de un Premier disparatado como el impredecible Héctor Valer hace que la ceremonia de ayer se asome pronto a ser una impostura política, armada a último momento, sin mirar el horizonte ideológico o político del país.

 

 

Ya no cabe analizar si el régimen migró al centro, si acaso a la derecha, si se reafirmó en su coalición de izquierdas, si se radicalizó o cerronizó, no, esos no son los asuntos en los que el Presidente delibera. A estas pocas alturas de un gobierno fallido como el suyo, Castillo solo quiere durar lo más que sea. Así, su gran perspectiva histórica no pasa de la quincena, de que el nuevo consejo de ministros reciba la confianza en el Congreso y de esa manera él poder seguir haciendo de las suyas bajo el manto de impunidad que le brinda el cargo presidencial. Así, muy lamentablemente, estamos como país.

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Congreso, Gabinete, Pedro Castillo

Absolutamente desmedido el endiosamiento que están recibiendo el exministro del Interior, Avelino Guillén y la expremier Mirtha Vásquez, por parte de cierto sector de nuestra izquierda, que estima sus renuncias como un acto de alta dignidad y algunos llegan a hablar, inclusive, de un parteaguas en el gobierno luego de que el presidente Castillo confirmara su salida.

Cuando una renuncia digna es tardía, deja de serlo. Guillén se prestó a shows xenófobos como el que Palacio diseñó con la fallida deportación de venezolanos y avaló la designación de Prefectos que no reunían las condiciones para el cargo y solo estaban allí, con su anuencia, por ser allegados del Fenatep -el sindicato magisterial radical del que forma parte el Primer Mandatario-, y junto con Mirtha Vásquez hicieron mutis político sobre todas las tropelías que desde la casa presidencial se han venido exhibiendo con fruición desde el inicio del régimen (incluyendo el nombramiento de pares ministeriales francamente impresentables e inaceptables).

Si Guillén y Vásquez querían hacer de la renuncia un acto principista, debieron pues hacerlo a los pocos días de haber juramentado. Es más, dado que cuando fueron designados ya se conocía buena parte de las denuncias de corrupción que rozan al Primer Mandatario, debieron haberlo pensado bien antes de aceptar el encargo.

La izquierda moderada peruana está jugando un papel lamentable respecto del régimen castillista. Le echa agua tibia a toda la mediocridad e indolencia gubernativas, al amparo de la consecución de ciertas cuotas de poder, y solo reacciona, malhumorada y digna, cuando los afectados, como en el caso de la expremier Mirtha Vásquez o el exfiscal Avelino Guillén, son de los suyos.

Vásquez y Guillén son los mejores símbolos de la obsecuencia de la izquierda presuntamente moderna del país, respecto de un gobierno que está echando por el traste no solo la reactivación económica que el contexto internacional nos debería y podría generar, sino que está deteriorando las calidades institucionales de nuestra democracia y labrando, en términos de políticas públicas, el inminente colapso del Estado.

Algunas canonjías (sueldos y puestos públicos) han bastado para devaluar ética y políticamente a la izquierda. En los hechos, han terminado por corroborar que sus ostentosas propuestas de cambios institucionales, reformas redistributivas, transformación del Estado en favor de los pobres y demás, solo eran fullerías. Fugaces y etéreas cuando al frente se les ha ofrecido el salival poder político.

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Avelino Guillén, Mirtha Vasquez


Un reciente artículo publicado en Foco Económico, bajo la autoría de los brillantes economistas peruanos, Roberto Chang y César Martinelli, trata de dilucidar el impacto económico que tiene un liderazgo mediocre, conducido por alguien no preparado para el cargo presidencial (como el propio presidente Castillo se ha esmerado en autocalificarse en las tres entrevistas que diera recientemente).

En dicho artículo (http://ow.ly/MiYi30s97Mk), se hace mención a un estudio de Tim Besley, José Montalvo y Marta Reynal-Querol, en el que se concluye que “tener que reemplazar a un jefe de Estado con educación superior (estudios universitarios o de posgrado) causa una caída de 0.7-0.9 puntos porcentuales de crecimiento económico anual en los cinco años siguientes (…). Las magnitudes son más marcadas si un país tiene la mala suerte de pasar de un líder con educación superior a uno sin ella. De acuerdo con Besley et al., dicho evento resulta en una pérdida de 1.7 puntos porcentuales en el crecimiento anual por cinco años”.

En el estudio se supone que la educación recibida es un indicador confiable, lo cual en el Perú es relativo, dado el paupérrimo nivel de muchas universidades locales, pero el estudio no pierde filo ni vigencia, y adquiere particular relevancia en la medida que mide, finalmente, cuánto impacta el buen grado de preparación y efectivo liderazgo de un Presidente, en comparación a la situación que se genera cuando el referido liderazgo es, como el de Castillo, inexistente o mediocre.

Haciendo un cálculo somero en base a dicho estudio, se puede concluir que Castillo, por sí solo, sin contar las deficientes políticas públicas que despliega en casi todas las áreas de la administración estatal, nos cuesta más de un punto porcentual de pérdida del PBI cada año, es decir, alrededor de dos mil millones de dólares. En los cinco años de su mandato, el Perú dejará de crecer la friolera de 10 mil millones de dólares, exclusivamente por su personalidad esquiva, poco diligente, timorata, indecisa y pueril.

Es terrible que casi treinta años de crecimiento sostenido, a pesar de haber sufrido gobernantes corruptos, se puedan ir por la borda por la indolencia y levedad del personaje que llegó a Palacio por la azaroza conjunción de factores vinculados a una pandemia, que empujó a la ciudadanía, incauta, a votar por un candidato antiestablishment, sin importar sus nulas credenciales para ejercer el cargo para el que postulaba y que hoy, como era inevitable, mal regenta.

Luego del nuevo incidente político ocasionado por la renuncia del ministro del Interior, Avelino Guillén, y la pasmosa indecisión presidencial respecto del impasse surgido entre el renunciante y el comandante general de la Policía -lo que aceleró la renuncia-, ya va quedando más o menos claro que el gobierno de Castillo no se va a mover un milímetro de la mediocridad reinante.

Analizar este gobierno bajo una perspectiva ideológica, en esa medida, parece una exageración analítica. No existe tal. Para quienes temían un apocalipsis chavista, es, sin duda, una buena noticia, porque no va a ocurrir (además, porque Castillo está atado de manos por el Congreso para perpetrar semejante desvarío), pero para quienes consideramos que el momento internacional es espectacularmente propicio para un shock capitalista, que desate las inversiones privadas a su máxima potencia (de modo especial en el sector minero, dados los altos precios de los minerales en el mundo) y que, por ende, eleve significativamente la prosperidad y reduzca la pobreza a pasos acelerados, tal ruta de mediocridad es una noticia lamentable.

Ni siquiera habrá una parcial reforma del Estado. Las referencias permanentes del Presidente a la salud y la educación, quedarán en palabras huecas. No solo ha nombrado ministros en el sector Educación, que están en contra de la reforma universitaria y la magisterial, sino que, en el sector Salud, fuera de los esfuerzos para acelerar la vacunación (que tampoco es que esté en un nivel de excelencia, si nos comparamos con otros países de la región), no se ha avanzado un milímetro en la reforma urgente de un sector crucial para la equidad ciudadana que este gobierno tanto se precia de buscar.

Ya de por sí, que la izquierda asumiese las riendas del poder en un contexto tan favorable para desplegar una opción promercado, era un hecho a lamentar. Que, encima de ello, la izquierda que nos gobierne sea tan mediocre y primaria, nos lleva a una genuina indignación.

La irresponsabilidad e indolencia con que se están manejando las políticas públicas en el país, son moralmente punibles, y exigirían una actitud más enérgica del Congreso. De este poder del Estado depende que el desastre se logre atenuar en alguna medida.

Al cabo de los cinco años de su gobierno -si antes un desmadre corrupto no se lo lleva de encuentro (cosa probable dada la desprolijidad con la que el Presidente, sin propósito de enmienda, maneja los asuntos públicos)-, Castillo volteará la mirada hacia atrás, y si alcanza un inesperado rapto de lucidez, solo hallará un horizonte gris, ninguna reforma importante, y un país en peor situación que aquella en la que lo recibió.

-La del estribo: el BCP nuevamente nos trae la grata noticia de una nueva publicación de la colección Arte y Tesoros del Perú. Esta vez, a propósito del Bicentenario de la República, presenta el libro Forjando la Nación peruana. El incaísmo y los idearios políticos de la república (siglos XVIII-XX), que investiga el rol que tuvo la Ilustración en América, los orígenes de la nación peruana y el papel que asumieron los incas como referentes dentro del pensamiento ilustrado. Este volumen ha estado bajo la coordinación de Ramón Mujica y reúne 19 ensayos, entre otros de Carmen Mc Evoy, Gustavo Buntinx, Mark Thurner y Luis Eduardo Wuffarden. Por cierto, los libros publicados por el BCP pueden descargarse gratuitamente en www.fondoeditorialBCP.com.

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Avelino Guillén, Pedro Castillo, política peruana

Gran parte de la desastrosa provisión de servicios públicos y el pobrísimo nivel de calidad de vida que sufrimos los peruanos, se debe a la mediocre o corrupta gestión de los gobiernos regionales y, especialmente, municipales.

Los gobernadores o alcaldes llegan al poder, en una gran proporción, a enriquecerse, y distraen los ingentes recursos con los que cuentan hacia sus bolsillos y de sus allegados, dejando en segundo plano la inversión pública en infraestructura y servicios que la ciudadanía espera.

Es hora, por ello, de mejorar nuestro voto y no dejarse llevar por olas de arrastre o modas del momento. Hay que auscultar al máximo a los postulantes a los cargos públicos señalados. A esa tarea se va a abocar Sudaca, de acá hasta octubre, fecha de las elecciones, espulgando candidatos e informando al ciudadano para que vote a conciencia.

Así, hemos publicado ya sendos informes respecto de dos precandidatos ediles, uno a la alcaldía de La Molina por Renovación Popular, Diego Uceda, quien afronta una situación de incumplimiento respecto de una deuda por pensión alimenticia de una hijo extramatrimonial, y otro, el exalcalde de Jesús María, Enrique Ocrospoma, precandidato de Avanza País, quien es investigado por la Fiscalía, en base a un informe policial, por presunto lavado de activos ocurrido a raíz de su gestión como alcalde, tangible por la adquisición de inmuebles más allá de sus posibilidades contables por sus ingresos como autoridad edil.

Puntualmente, la pregunta correspondiente es si el vecino de ambos distritos puede votar con la conciencia tranquila por los candidatos mencionados. Por lo menos, alguna suspicacia mínima debiera existir respecto de las calidades morales y capacidades efectivas de los dos personajes de marras para ejercer luego, con probidad y eficacia, el cargo para el que piensan postular.

Si no toman en cuenta tales atingencias, después que los vecinos no se quejen de malas gestiones o actos de corrupción. Se necesita autoridades absolutamente inmaculadas respecto de su conducta personal o su paso por el Estado en el pasado. Ya es hora de romper las cadenas de ineficiencia e inmoralidad que campean en el organigrama estatal. Depende de nuestros votos evitar que ello se haga realidad.

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Candidatos, elecciones municipales, elecciones regionales

Al paso que va la derecha peruana, va a perder las elecciones municipales y regionales, y también las del 2026. Por más que las encuestas le sean propicias (cuando se pregunta sobre autoidentificación ideológica), la derecha no marca la agenda, no jaquea programáticamente al gobierno y mucho menos renueva sus cuadros políticos.

Según reciente encuesta de Ipsos, cuando se le pregunta a la ciudadanía por los principales problemas a resolver, responde: 57% reactivar la economía y generar empleo; 38% mejorar los servicios de salud/avanzar en la vacunación; 37% combatir la corrupción; 35% combatir la delincuencia, y así sucesivamente.

¿Usted amigo lector, recuerda alguna acción política, decisión congresal (donde reina la oposición y la derecha tiene un tercio de los parlamentarios), pronunciamiento o propuesta técnica proveniente de algunos de los partidos de la derecha o de algún líder de ese sector, respecto de los problemas señalados en la encuesta?

Por lo menos en dos de los cuatro temas indicados (reactivación económica y lucha contra la inseguridad), la derecha tiene credenciales tecnocráticas y activos ideológicos que podría explotar adecuadamente e ir construyendo así una edificación de identidad política con la ciudadanía, de cara a los próximos procesos electorales. En ambos, este gobierno es un desastre (véase el desmadre del sector Interior y la estrepitosa caída de la confianza inversora).

El 2026 -o antes, si se interrumpe el mandato de Castillo (situación cada vez más improbable, a menos que el Primer Mandatario meta las manos en algún asunto turbio)-, la izquierda va a llegar muy desacreditada luego de una gestión penosa en el actual gobierno. Ninguna izquierda se salva, todas están comprometidas (salvo voces aisladas como la del excongresista Richard Arce).

El escenario se muestra, pues, propicio para el centro y la derecha, particularmente para esta última, si logra consolidar una opción partidaria y presentar una buena candidatura. Pero para ello necesita ir labrando su destino, con presencia política y densidad programática puestas de manifiesto frente a los estropicios que comete el régimen.

Posteos aislados en las redes sociales, proyectos de ley antojadizos, entrevistas beligerantes cada cierto tiempo o iniciativas bizarras y pueriles, no constituyen el ejercicio político que se necesita para consolidar una opción electoral viable.

La batalla en las urnas del 2026 va a ser dura. No hay que olvidar, además, que la crisis de la izquierda oficial, no impide que pueda volver a surgir un candidato disruptivo que aproveche el descontento que va a haber, aparición a la que contribuiría una derecha adormilada, que no es capaz de encaramarse hasta ahora sobre ese 60% de la población que desaprueba la gestión de Castillo y representarlo adecuadamente.

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Derecha, política peruana

Tremendo alboroto ha causado en un sector de la derecha peruana que el gobierno declare Patrimonio Cultural de la Nación el monumento El ojo que llora. Han salido voceros ultristas a denunciar que la ministra de Cultura, Gisela Ortiz, está, merced a ese acto, reivindicando al terrorismo e igualando al Estado con los movimientos subversivos, añadiendo que en ese monumento se rinde homenaje también a exintegrantes de los dos grupos terroristas que dieron inicio al mayor periodo de violencia interna de nuestra historia.

Se trata, claramente, de una grosera mentira. El conjunto escultórico de la artista Lika Mutal, inaugurado el 2005, busca rendir reconocimiento a las víctimas del periodo de violencia entre 1980 y el año 2000, y en esa medida forma parte del proceso de memoria que el país ha emprendido respecto de la violencia terrorista y la represiva, que ocasionó cerca de 70 mil muertos, según la Comisión de la Verdad.

No hay un solo terrorista en el Registro Nacional de Víctimas, que es en el que se ha basado la lista de nombres que aparecen en El ojo que llora. Se señala explícitamente: “No se consideran víctimas, para los efectos específicos de su inclusión en el Registro Único de Víctimas de la Violencia, a los miembros de las organizaciones subversivas”. Hubo un intenso debate hace muchos años respecto de si se debía considerar, para ser reparados, también a quienes se alzaron en armas contra el Estado de Derecho (en otros países, se ha hecho extensivo a tales el reconocimiento reparador), pero en el Perú se zanjó claramente de que dichas personas no iban a integrarse al referido registro.

Lo que, en verdad, un sector reaccionario de la derecha peruana no quiere que se recuerde, es que no solo hubo muertos ocasionados por Sendero Luminoso o el MRTA, sino que también existieron, y en demasía, por excesos militares y policiales, que merecen ser registrados por la memoria colectiva del país. De modo decreciente, el mayor número de muertos o desaparecidos ilegalmente, por obra de las fuerzas del orden, ocurrió durante los gobiernos de Belaunde, García y Fujimori, mayormente en plena democracia. Es una dolorosa realidad, pero si se quiere restañar las profundas heridas colectivas que ese periodo ha dejado en la colectividad ciudadana, no se puede soslayar ese hecho. Todo lo contrario, hay que resaltarlo como corresponde para que nunca más vuelva a suceder.

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Comisión de la Verdad, Derecha, El ojo que llora, Patrimonio Cultural de la Nación, Registro Nacional de Víctimas, Terrorismo

La entrevista que el presidente Castillo le ha dado al periodista Fernando del Rincón, de la cadena internacional CNN, tiene muchos matices y lecturas, pero resaltan algunas conclusiones:

-Castillo no tiene la menor idea de los cambios constitucionales que desea. Sus propósitos de mejorar la salud y la educación, son, como bien le reiteró el periodista mexicano, sin hallar eco cognitivo en nuestro Primer Mandatario, políticas de Estado, que, por ende, dependen de lo que haga o no el gobierno al respecto, no de una modificación del texto constitucional. Si Castillo quiere una educación y salud públicas de primer orden, lo que tiene que hacer es cambiar el Presupuesto y reformar el Estado en ambas áreas, no cambiar la Carta Magna.

-Castillo es un ave de paso palaciega que carece de visión de Estado. Pretender, por asomo, que se puede consultar al pueblo, vía referéndum, la cesión de una franja territorial soberana para darle salida al mar a Bolivia, muestra la pasmosa improvisación e indigencia de nuestro gobernante en materia de política exterior. Lo reafirma con su cobarde evasiva de pronunciarse respecto de las dictaduras en Cuba, Nicaragua y Venezuela. El orden democrático regional no tiene en Castillo a un aliado, ha quedado sentado con claridad.

-Castillo ya aprendió a mentir como estrategia política. Para ello, aunque fallidamente, ha dado estas entrevistas: para justificar su mediocridad victimizándose y anticipar argumentos que le brinden impunidad respecto de su participación en actos reñidos con la moral pública, como son su injerencia en los ascensos militares y su participación en la gestión de intereses privados. Fue vergonzoso, al respecto, su vano intento de demostrar que no tenía relación alguna con la lobista Karelim López. El problema de su performance es que demuestra que no parece haber propósito de enmienda y obliga al país a seguir vigilante respecto de estas inconductas palaciegas.

-Castillo no tiene una barrera moral que lo haga marcar clara distancia del terrorismo. Para él, puede haber personas que hayan estado vinculadas a Sendero o al MRTA, que estuvieron confundidas y que en el presente merecen tener la oportunidad de participar en asuntos de Estado. Así lo dijo explícitamente. Su indolencia en este tema, por supuesto, ofende la memoria de millones de peruanos afectados por la violencia terrorista y da argumentos para seguir haciendo de este tema uno de acuciante vigilancia. No es terruqueo reaccionario el estar alertas al respecto, sino sana actitud democrática y cívica frente a una persona con laxitud ética sobre la materia.

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CNN, entrevista al presidente Castillo, Pedro Castillo en CNN
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