La lideresa de Fuerza Popular se ha convertido en un lastre electoral, en una figura que divide en lugar de sumar, y que mantiene vivo un conflicto que la mayoría de peruanos ya quiere dejar atrás: el del fujimorismo versus el antifujimorismo. Esa grieta, que tanto daño ha hecho al país, vuelve a abrirse cada vez que Keiko asoma.
No es verdad, por lo demás, que el fujimorismo siga siendo hoy una suerte de dique ante la “marea roja”. Hace tiempo perdió ese papel. El voto popular, que alguna vez se sintió identificado con el discurso del orden, la autoridad y la mano dura, se ha desplazado hacia opciones mucho más antisistema, de izquierda o de derecha. Keiko dejó de representar al pueblo cuando su partido se convirtió en una maquinaria parlamentaria, encerrada en Lima, sin capacidad de conexión ni con los jóvenes ni con las provincias.
El fujimorismo, de la mano de Keiko, ha mutado: de movimiento plebeyo pasó a ser un club conservador de las clases altas y de algunos intereses empresariales que lo sostienen más por miedo que por convicción. No hay épica, no hay relato, no hay horizonte. Solo una obstinación personal.
Si Keiko insiste, no solo perderá ella. Condenará a la derecha a un nuevo ciclo de irrelevancia y facilitará el retorno de una izquierda populista que se nutre del resentimiento y del abandono. Si de verdad le interesa el futuro del país y no su revancha personal, debería dar un paso al costado. Por el bien del Perú, y también por el bien de su propio legado político, si algo de él queda.
–La del estribo: !Buen teatro en Lima! Vayan a ver «El cuarto de Verónica«, de Ira Levin, dirigida por Rodrigo Falla y las muy buenas actuaciones de Alexandra Graña, Gustavo Mayer, Lilian Schiappa-Pietra y el propio Rodrigo Falla. !Va en el Teatro de Lucía hasta el 17 de noviembre! Entradas en Joinnus.

