Hay algo casi shakesperiano en este derrumbe, pero sin la grandeza del drama. Los actores no son Macbeth ni Ricardo III, sino caricaturas menores de políticos que, enceguecidos por la vanidad o los intereses de corto plazo, desprecian cualquier posibilidad de unidad. No han entendido —o lo entienden y no les importa— que si no se presentan como un bloque mínimamente cohesionado, quedarán reducidos a una comparsa de exabruptos y memes.
Mientras tanto, la izquierda, con el olfato afinado por décadas de marginalidad y exclusión, intuye que se avecina una oportunidad histórica. Harán bien en explotar el desencanto popular, ese caldo de cultivo ideal para un discurso radical que promueva la refundación y el antipoder. La derecha, en cambio, sin narrativa ni liderazgos, se entrega a la intrascendencia.
¿Aparecerá acaso un outsider, un Mesías de derecha que pueda encarnar las esperanzas del orden, el mercado y la mano dura? Tal vez. Pero los milagros, en política, suelen ser tan escasos como los hombres de Estado.
Así, la derecha camina hacia el abismo con paso firme, convencida —como buen personaje trágico— de que la culpa siempre es de otros. No entienden que no basta tener razón, ni defender buenas causas: hay que saber conquistarlas. Y, sobre todo, hay que merecer el poder.
La del estribo: necesario leer Para entender el conflicto palestino israelí, de Farid Kahhat y Rodolfo Sánchez Aizcorbe. Bien documentado y lleno de datos fácticos, muestra los entretelones y contexto que ayudan a entender la tragedia que hoy acontece en Gaza. Se presenta el domingo próximo en la Feria Internacional del Libro, pero ya está en librerías.