El hecho de que un partido con historia, cuya marca ha logrado sobrevivir al descrédito popular durante décadas, prefiera compartir el escenario antes que lanzarse solo por enésima vez, es prueba de que una colectividad aún puede pensar en el Perú.
Pero una protoalianza no es suficiente. La centroderecha, ese grupo fragmentado y debilitado que fue destruido por los personalismos, debe hacer algo más valiente: para precisar nuestra columna de ayer, debe formar una gran coalición de partidos conjuntos para finales de este mes, el último día en que las alianzas pueden registrarse, y aplazar hasta noviembre, cuando finaliza el plazo para nombrar candidatos, la designación de su abanderado.
En este sentido, todos los partidos tienen interés en el proyecto antes de siquiera acordar quién estará a cargo de él. Un verdadero acto de autosacrificio que, si se materializa, podría convertir un montón de siglas en una opción genuina para gobernar.
Sin primarias —las primarias peruanas son cadáveres muertos al nacer—, una encuesta profesional podría sellar el liderazgo presidencial futuro de la alianza. No es el mejor enfoque, pero es el más justo que tenemos. Eso eliminaría las autoimposiciones mesiánicas, los candidatos por aclamación o patrocinio, y abriría el camino a una decisión mediante la voluntad popular, por muy defectuosa que sea.
La centroderecha tiene una oportunidad histórica de reafirmarse como una alternativa seria. Si no la toma, volverá a ser su propio verdugo. Porque a veces en política, al igual que en la vida, uno tiene que renunciar a algo para ganar otra cosa.
–La del estribo: extraordinaria la puesta en escena de La ópera de tres centavos, la sarcástica obra de Bertolt Brecht, que se pone en el Teatro Británico, bajo la dirección de Jean Pierre Gamarra. Va hasta el 20 de julio. Entradas en Joinnus.