Finalmente, a todo lo mencionado hay que agregarle el penoso papel de la oposición, reflejado en el paupérrimo nivel de aprobación del Congreso (8%) y una desaprobación del 87%. Casi toda la oposición yerra -la política y la mediática-, pero encuentra su peor expresión en la conducta abominable como se comporta en el Legislativo (plagado de “niños” y “topos”, además de convenidos).
A este paso, reiteramos, puede ser pertinente empezar a plantearse el escenario de que Castillo gobierne hasta el 2026. Y que el centro y la derecha aprovechen el largo tiempo por delante para procesar errores, afinar estrategias y prepararse para el recambio, que no va a ser fácil, sino que va a requerir de un fino y laborioso esfuerzo político e ideológico.