El Perú secuestrado

El Perú secuestrado

Cada día salen a trabajar con la incertidumbre de si regresarán, de si los llamarán por teléfono para exigirles dinero o los seguirán por la calle. Vivir así no es vida, es resistencia.

[MIGRANTE AL PASO]  Hace unos meses conversaba con mis padres sobre la posibilidad de irme a vivir un tiempo a otro lado, desde China, Japón o cualquier lugar fuera de Latinoamérica. De preferencia un idioma nuevo y una cultura totalmente distinta. Estoy aburrido de que pase siempre lo mismo. En esa conversación mi humor se descontroló y le dije a mis padres, molesto: Odio al Perú, lo detesto. No sé si les ha pasado decir algo en voz alta así, no lo sientas en realidad. Fue algo como eso. Por orgullo tonto no retiré mis palabras y me quedé pensando en eso bastante tiempo. Me pareció percibir un poco de decepción, no es normal que alguien suelte esas palabras hacia su propio país. Estaba desesperado y simplemente lo dije. Si bien no es cierto, el cariño hacia mi país está dirigido a la gente, su historia y cultura. Porque a los parásitos que nos gobiernan desde hace décadas sí se merecen el odio y no solo el mío, el de todos. No sé si, feliz o lamentablemente, el Perú va a ser parte de mi identidad donde esté y prefiero pensar que es algo bueno. Después de todo, la nacionalidad es eso, una identidad. A veces uno puede irse lejos, cambiar de idioma, de paisaje o de costumbres, pero hay cosas que se quedan grabadas. Los sabores, las calles, las canciones, la forma en que la gente se saluda o se ayuda. Todo eso te sigue donde vayas, aunque intentes ignorarlo.

Regresé de viaje la semana pasada, había hablado con amigos sobre qué estaba pasando en el país, pero al llegar fue que me di cuenta de la magnitud. ¿Estamos en un país perdido? Me pregunto siempre. ¿Qué futuro tiene la gente de nuestro país, si quienes deben de cuidarnos o protegernos hacen todo lo contrario? Es como nacer con una sentencia y la verdad que es insoportable. Puedo ponerme en los zapatos de millones de personas que saben que están abandonados por lo que debería ser un sistema que los incluya. No se tienen más que a ellos mismos para salir adelante, algo que parece imposible en un lugar donde el poder está totalmente desbalanceado.

Hemos tenido 8 presidentes en menos de 10 años. Si eso no es una crisis prolongada y un indicador de que las riendas del país ya no las tiene nadie, no sé qué más deba pasar. Salió una noticia que entre el 2018 y el 2024 más de dos mil policías habían tenido investigaciones de violencia en el hogar. Me atrevo a pensar que eso no debe representar ni el 10% de la realidad. Ellos son los que tienen pistola y ellos son los que reprimen las protestas. Si no cuidan ni a sus familias, ¿qué van a cuidar a unos desconocidos? Encima tienen la falta de empatía de menospreciar el problema de las extorsiones y de minimizar el pedido de las personas que han salido a marchar.


En lo que va del año se han registrado más de 18 mil denuncias por extorsión, es decir, 75 denuncias diarias aproximadamente. 3 de cada 10 personas en Lima han sido víctimas de extorsión o conocen a alguien que lo ha sido. Al igual que con la cifra de policías debe haber más del doble que no denuncia por miedo. Un miedo totalmente comprensible porque el costo es que te maten a balazos. Solo me ha pasado una vez que me apuntaron con un arma y fue una experiencia espantosa, sabía que estaba a un mal movimiento del ladrón para que dispare y me muera. Todas estas personas viven eso a diario y peor. Cada día salen a trabajar con la incertidumbre de si regresarán, de si los llamarán por teléfono para exigirles dinero o los seguirán por la calle. Vivir así no es vida, es resistencia.

Así es la situación de nuestro país, un país en el que te duermes y al día siguiente ya tienes otro presidente. Como sucedió esta semana. Si bien nadie quería a Dina, solo un 1% que para mí solo era el margen de error que se toma en cuenta en toda encuesta, ella por más inepta e irresponsable no era el mal final. El verdadero problema son solo 130 personas, que se encuentran incrustadas en el Congreso como si fueran garrapatas. Me daría vergüenza formar parte de ese grupo rastrero. Es en sus manos donde recae la responsabilidad de la desdicha de más de 30 millones. No son solo los transportistas o las pequeñas empresas quienes están siendo apuntados por armas, es todo el país el que se encuentra en ese lugar. Lamentablemente, estas mafias ya se encuentran dentro del gobierno y no se me ocurre una manera de eliminarlos con nuestro sistema enmarañado de justicia. Simplemente nada funciona. Solo quiero no tener razón en esas palabras descontroladas que dije hace unos meses, aunque cada día que pasa me cuesta un poco más creerlo.

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