Uno, dos, tres… ¿para qué estamos peleando?
“Escuchen gente… no sé cómo esperan detener esta guerra si no pueden cantar mejor que eso… ustedes son como 300 mil huevones allá afuera… ¡quiero que comiencen a cantar!” le espetó el cantante de country-rock y psicodelia Country Joe McDonald a la multitud de hippies en el festival de Woodstock, durante agosto de 1969, para que lo acompañen durante el coro de su himno I-Feel-Like-I’m-Fixin’-to-Die rag.
La canción, lanzada originalmente en 1967, dispara una letra sarcástica y dura, en ritmo de alegre country acústico, atacando el sinsentido al que se enfrentaban los jóvenes norteamericanos que eran enrolados al ejército para pelear en Vietnam, diciendo a los padres que envíen a sus hijos pronto “antes de que sea demasiado tarde” para que después se los devuelvan en una caja.
En ese periodo, marcado por las luchas por los derechos civiles, la liberación femenina y las reacciones ante la intervención fallida de los Estados Unidos en la zona de guerra del sudeste asiático, floreció la creatividad en músicos que usaron sus talentos y popularidades para unirse al clamor masivo que no entendía de intereses geopolíticos, ansias de poder y afanes hegemónicos del Tío Sam.
Aquel festival de tres días fue uno de los puntos culminantes para ese activismo que combinó arte musical y política. Nombres como Joan Baez, Arlo Guthrie (hijo de Woody) o la trovadora Melanie estuvieron, junto con Country Joe y, por supuesto, Jimi Hendrix y su alegoría a los bombardeos, generada magistralmente desde su Fender Stratocaster blanca, tras una dramática interpretación del himno norteamericano, estuvieron entre los más visibles de una contracultura que quizás no pudo detener la guerra, pero que trató de hacer sentir su voz pra proteger la vida de sus ciudadanos.
Y todos nosotros caeremos juntos…
Quizás Bob Dylan haya sido el compositor que dedicó más tiempo a reflexionar sobre las consecuencias nefastas de las guerras, especialmente en su primer periodo, cuando era un joven tremendamente idealista. Solo por poner un ejemplo, en 1963 lanzó su segundo LP The freewheelin’ Bob Dylan, que contiene canciones como Blowin’ in the wind -un interrogatorio cargado de sensibles metáforas-, A hard rain’s a-gonna fall -que hace alusión a la guerra nuclear y sus efectos- y, especialmente, Masters of war, letra que escribió sobre una melodía tradicional británica, en la que lanza dardos venenosos contra los que arman al mundo con bombas y balas, anunciándoles que, después de enterrados, irá a pararse sobre sus tumbas para verificar que, efectivamente, ya estén todos muertos.
En años posteriores, muchas otras estrellas de diferentes géneros, desde Bruce Springsteen hasta Metallica, desde Megadeth hasta Marvin Gaye, han confrontado desde sus letras con la codicia y la maldad de aquellos barones de los poderes políticos-económicos que se benefician con cada conflicto bélico y los padecimientos físicos y emocionales de los soldados. En 1970, el cuarteto británico Black Sabbath registró en su clásico tema War pigs, incluido en su segundo LP, Paranoid, diatribas que aplicaban tanto para las dos primeras guerras mundiales como para otros enfrentamientos como Vietnam, Corea o la Guerra de los Seis Días.
Otra clásica canción que usa la guerra como tema central es Gimme shelter, de los Rolling Stones, especialmente notable pues los famosos “chicos malos” regularmente no ingresaban en esos asuntos. El tema, que abre el octavo álbum oficial de los Stones, Let it bleed (1969), destaca por la portentosa voz de Merry Clayton, vocalista de soul y gospel, clamando en los coros “¡Violación, asesinato, a solo un disparo de distancia!”. Mick Jagger y Keith Richards, autores del tema, sostiene hasta ahora que la violencia que se vivía en esos tiempos fue la principal inspiración para hacerla.
Billy Joel, el hombre del piano, jamás luchó en Vietnam. Sin embargo, haber tenido muchos compañeros que sí lo hicieron lo inspiró para escribir la emotiva Goodnight Saigon, incluida en su octavo LP, The nylon curtain (1982). El cronista neoyorquino cuenta la historia de un escuadrón que cae frente al peso del Viet Cong y resalta, desde el punto de vista norteamericano desde luego, cuestiones como la hermandad, la solidaridad en batalla y la muerte, ante una insania bélica y el honor de las ordenes que se cumplían aun sin entenderlas del todo, algo que también desliza en Allentown, exitazo del mismo disco.
¿Por qué los presidentes no van a las guerras?
Es una de las frases que cantan, a gritos, Serj Tankian y Daron Malakian en el tema B.Y.O.B., uno de los más difundidos del cuarto álbum de System Of A Down, Mezmerize (2005). El acrónimo significa “Bring your own bombs” (Trae tus propias bombas) y, en el videoclip, podemos ver a una tropa de soldados irrumpir en un concierto del grupo para levantarlos en peso. Como sabemos, la banda con raíces en Armenia ha sido una de las más activas en esto de protestar abiertamente en contra de los maestros de la guerra.
Otros títulos de su discografía como Boom! (Steal this album!, 2002), War? o P.L.U.C.K. (System Of A Down, 1998), abordan el mismo tema, ya sea con referencias a la invasión norteamericana en Irak o el genocidio que sufrió su propia estirpe, a finales del siglo XIX e inicios de XX, a manos del ejército turco, respectivamente. Por cierto, en el segundo caso la sigla significa “Politically lying, unholy, cowardly killers” (Asesinos políticamente mentirosos, impíos y cobardes). Pero el cuarteto que hace poco remeció Lima no ha sido el único grupo contemporáneo que reacciona ante la barbarie bélica.
En 1994, The Cranberries, hasta entonces una banda de pop-rock alternativo de sonido más o menos romántico, electroacústico y amable, sorprendió con una críptica canción que hablaba de bombas, pistolas y madres que lloraban a sus hijos en guerra. Zombie fue el primer single del cuarteto liderado por la recordada Dolores O’Riordan (1971-2018) que se posicionó de inmediato en la memoria colectiva y se convirtió en sinónimo del pop-rock alternativo y el grunge de esa década. Como anteriormente lo hicieron sus compatriotas U2 y The Pogues, los Cranberries compusieron Zombie pensando en los conflictos internos de su país, Irlanda.
En esos mismos años, los californianos Rage Against The Machine lanzaron un par de álbumes cargados de furia y bastante polémica, especialmente por su desinformado apoyo a la locura senderista que asoló a nuestro país, a través del video de Bombtrack, uno de los temas de su disco debut. Sin embargo, canciones como Know your enemy (Rage against the machine, 1992) o Bulls on parade (Evil empire, 1996) sí enfilaron mejor las baterías hacia las agresivas políticas norteamericanas, convirtiéndose en clásicos de la resistencia musical. Como siempre, estos justificados arrebatos terminan siendo aplastados por la realidad y por el mismo ecosistema del espectáculo que, poco a poco, los va estigmatizando e invisibilizando hasta hacerlos minorías sin peso sobre la opinión pública.
2023-2025: Una guerra que divide a estrellas del rock
Desde octubre del 2023, el mundo está sometido a la incertidumbre y la desinformación, a escalas nunca antes vistas. En año y medio, ningún medio de comunicación occidental se ha atrevido a exponer los abusos en Gaza contra las poblaciones civiles palestinas, validando aquello del “derecho a la defensa” del Estado de Israel tras los ataques terroristas de Hamás.
Y hoy, después de una semana y media de que las huestes de Benjamin Netanyahu atacaran, sin previo aviso y amparándose en rumores, a Irán, sus titulares y páginas web están llenas de las consecuencias de la respuesta del régimen teocrático, cuna del ancestral Imperio Persa, también terribles por cierto, cuyas dimensiones se niegan a reconocer, concentrándose en repetir que son injustos, inhumanos y condenables.
Esa manipulación, mezcla de intencionales sectarismos ideológicos con ignorancias de múltiples niveles, ha generado polarizaciones dentro la escena de la música popular. A diferencia de las protestas hippies reunidas presencialmente en Woodstock, hoy los debates se dan a través de las redes sociales.
El ejemplo más claro fue la reacción de Roger Waters (81), que ha compuesto álbumes como The final cut (Pink Floyd, 1983) o Amused to death (solista, 1992), dedicados también a criticar guerras como las mundiales o la invasión estadounidense a Irak. El cantante y bajista inglés calificó con extrema dureza la actitud de Bono (65), vocalista y vocero de U2. El irlandés, en uno de sus multitudinarios conciertos en Las Vegas, pidió a una masa desinformada y que suele demostrar, especialmente, una supina ignorancia respecto de todo lo que pasa en Medio Oriente, que oren con él por los jóvenes israelíes que estaban en aquel festival de música que se desarrollaba a pocos kilómetros del infierno en la franja, obviando en sus plegarias a las víctimas son asesinadas allá, cotidiana y sistemáticamente.
Del pop de Eurovisión al punk de Holocausts
Otra manifestación de cómo las campañas propagandísticas encuentran ecos en la industria musical moderna de consumo masivo se produjo hace apenas un mes, durante el conocido concurso de talentos Eurovision. Creado en 1956, el festival internacional que lanzó a la fama a artistas como ABBA (Suecia), Céline Dion (representando a Suiza), Massiel (España), la banda de heavy metal teatral Lordi (Finlandia), entre otros, se anuncia como “apolítico” desde hace años.
Sin embargo, prohibió en el 2022 la participación de Rusia a consecuencia de las hostilidades con Ucrania, otros de los competidores. A pesar de este antecedente, Eurovision no accionó sus motores de censura contra Israel para las dos ediciones posteriores a sus ataques masivos sobre Gaza. Peor aun, influyó en el voto online que se abrió en la edición 2025 -en nuestros términos, soltó al ciberespacio a un batallón de troles- para hacer que su representante, la vocalista Yuval Raphael, llegue a la final, aun cuando su actuación no había recibido calificaciones positivas del jurado. Esto motivó reacciones en países como Bélgica y España, en medio de una crisis bélica y humanitaria que lleva ya varias décadas. Por cierto Israel, sin ser un país europeo, participa en Eurovision desde 1973.
Por otro lado, en las entrañas de Jerusalén, a media hora del Muro de los Lamentos, se encuentra el Club Pérgamo, un local nocturno donde se cocina desde hace algunos años un movimiento subterráneo integrado por músicos y artistas urbanos que, con sus declaraciones, desmienten la idea de que existe unanimidad en Israel respecto de toda acción militar que intente desaparecer a una raza. “Todos los extremistas religiosos del gobierno son belicistas, se benefician política, religiosa y económicamente de esta mierda», dice Roy Elani, joven cantante y bajista de la banda de crust-punk Holocausts que han lanzado un disco, Liberation (2023), disponible en su perfil de la plataforma BandCamp con poderosos riffs de thrash metal/hardcore punk y letras cantadas en hebreo, en las que critican el supremacismo sionista, las limpiezas étnicas y todas las formas de discriminación existentes.
Entre Jerusalén, Tel Aviv y Haifa -en estos días bajo fuego iraní por la irresponsabilidad y el cinismo de los principales líderes políticos de Israel- bandas como Holocausts o Alien Fucker son solo dos de las portavoces de esta movida que reacciona, como lo hicieron en su momento los hippies de Woodstock, los punks de Londres o toda la generación de grupos extremos que, desde D.R.I. en los Estados Unidos hasta Dios Hastío en el Perú, lanzaron sus gritos de ira frente a los acomodados líderes de cuello y corbata que deciden, sin el mayor remordimiento, quiénes pueden vivir y quiénes no. O como Bob Dylan quien, también en aquel segundo álbum de 1963, lanzó Talkin’ World War III Blues, toda una premonición.