Pie Derecho

El desatino de la derecha desunida

“un Perú que tiene una necesidad tan urgente de una alternativa moderna, democrática y liberal, solo corre el riesgo de volver a caer en la pesadilla de los extremismos”

El pasado del Perú está lleno de paradojas, pero pocas son tan tristemente patéticas como la que ahora se desarrolla en vista del 2026. La izquierda, esa torre de Babel ideológicamente centrífuga, en la que todas las distintas facciones hablan sus propios idiomas mientras llueven anatemas con el mismo entusiasmo con que otros denuncian el imperialismo, por una vez ha hecho algo que hasta ahora parecía impensable: van llegando a consensos. Y no hablamos solo de una mera coalición electoral, sino de un entendimiento práctico que podría traducirse en un segundo intento viable de tomar el poder por parte del populismo radical, como ya sucedió el 2021.

Mientras tanto, a su lado, la derecha y el centro, con un apoyo mayoritario según las encuestas, mantienen una mirada fija, aunque marcada por el combate entre sí, en esta guerra de locura y orgullo, con una atmósfera histérica de desconfianza mutua. Sus líderes, la mayoría de los cuales son decentes y bien intencionados, parecen ignorar una verdad fundamental: las elecciones venideras no las gana sino quien logre armar frentes coaligados. Y hoy, esa virtud táctica ha sido apropiada por la izquierda.

No es que la izquierda radical haya refinado su propuesta, o incluso su discurso. La historia allí sigue siendo la misma: estatista, autoritaria, simpatizante de líderes mesiánicos, hostil a las instituciones. Lo que ha cambiado es su instinto político. Han comprendido que en un país que ya ha tenido suficiente con la esperanza, donde la indignación popular la ha suplantado, cualquier promesa de cambio se vuelve atractiva. Y si a eso se le suma el desempeño necio de sus contrincantes, entonces el camino al poder se despeja con facilidad.

Sobre todo, en un Perú que tiene una necesidad tan urgente de una alternativa moderna, democrática y liberal, solo corre el riesgo de volver a caer en la pesadilla de los extremismos. La izquierda no avanza porque haya conquistado los corazones de muchos, sino porque sus adversarios están, a través de sus acciones, regalándole el futuro.

Si no responden, el 2026 no será simplemente una elección fallida; será una repetición del error. Y, como ocurre tan a menudo en nuestro país, el pueblo pagará el precio.

 

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