Es verdad que en todas partes del mundo los Parlamentos no gozan de la mayor de las simpatías, pero el descrédito del que adolece el Congreso peruano es de antología (alguna vez un congresista dijo que ya al día siguiente de haber juramentado, lo insultaban en las calles).
Mientras eso no cambie, las crisis políticas perdurarán en el tiempo, sin visos de solución. Necesitamos un Congreso representativo los cinco años de su vigencia, dinámico, eficaz, reactivo, reflexivo. Y eso, con el diseño legal que actualmente lo instituye, es imposible de lograr. Todo parece haber sido hecho para lograr el desprestigio inmediato y profundo.