Por todo lo anterior, es importante que los ciudadanos estén alertas y exijan la estabilidad política y la fortaleza institucional como un requisito fundamental para la construcción de una democracia duradera y efectiva. La democracia no se construye con discursos populistas y promesas vacías (véase la reacción frente a la emergencia climática, que no pasa de anuncios y ofertas), sino con instituciones sólidas, liderazgos comprometidos y ciudadanos conscientes de su papel en el mantenimiento del estado de derecho y la protección de los derechos humanos.
El de Dina Boluarte es un régimen precario, sujeto con pinzas, pero lo será más si se tiende sobre ella un manto de relativa condescendencia por parte de la oposición de centroderecha, que hoy la sostiene. Requiere vigilancia, ojo crítico, oposición razonable, pero oposición, condicionamiento político respecto de su quehacer reformista, etc. No puede ser un Vizcarra II, que gozó de la complacencia de sectores importantes del país y ya vimos las consecuencias.