La corrupción es un cáncer que debe ser extirpado de raíz si queremos tener una sociedad justa y equitativa. La lucha contra la corrupción debe ser una prioridad para todos los ciudadanos, porque solo así podremos construir un futuro mejor para todos. El castigo a los corruptos del más alto escalafón social, como un expresidente, deja en ese sentido huella profunda.
El daño político que la corrupción de Toledo, símbolo de muchas esperanzas políticas y sociales (particularmente identitarias), ha dejado, es inmenso y merece por ello la justicia más severa, sin contemplaciones, y mucho menos haciendo eco de los argumentos pueriles de su defensa (que ya parece calco y copia de la del inefable exmandatario, Pedro Castillo).