No se pierde la esperanza, porque hay ejemplos en el mundo de ciudades que estaban en peor situación que la que hoy muestra Lima y que con buenas políticas públicas, además de coordinación de sectores y poderes, lograron transformar por completo el hábitat y la vida ciudadana. Es cuestión de saber comprender lo que se necesita, partiendo de un adecuado diagnóstico de la situación.
Pero es justamente eso lo que no se aprecia, ni se ha apreciado en el debate dominical por parte de ninguno de los candidatos. El desértico panorama programático no genera, por ello, entusiasmo respecto de que la solución a los problemas vaya a acaecer en los siguientes cuatro años.
Después, no nos sorprendamos de que una plaza electoral históricamente derechista como Lima, vaya transitando poco a poco hacia ánimos antiestablishment, bajo la consideración de que el modus vivendi en ella es cada vez más indigno e imposible de ser apreciado. Vivir en Lima, si no cambian radicalmente las cosas, se irá convirtiendo a pasos agigantados en una fábrica de antisistemas.