Pie Derecho

Keiko Fujimori recorta la distancia con Pedro Castillo, según encuesta de Datum. De los 15 puntos que le llevaba en la medición anterior, ahora se reduce a 10. De seguir la tendencia, lo alcanza en dos semanas.

Datos interesantes de la encuesta es que el mayor crecimiento de la candidata de Fuerza Popular se da en los sectores D y E. En el D crece de 20% a 33% y en el E, de 21% a 27%. Crece, además, de manera significativa en Lima, pasando de 34% a 50%. Otro dato relevante es la reducción de los blancos/viciados e indecisos. Los blancos/ viciados pasan de 15 a 11% y los indecisos de 18 a 11%.

Confirma, en todo caso, que la tendencia es a que se acerquen y la final termine siendo muy ajustada, una final de fotografía. En términos de marketing electoral viene funcionando, aparentemente, la estrategia del keikismo, de zanjar la cancha entre la peruanidad y el comunismo, que habría podido contrapesar la de pobres versus ricos del candidato de Perú Libre, que era muy potente.

A la estrategia de Keiko contribuye la no estrategia de Pedro Castillo, quien ha decidido rehuir las definiciones programáticas y el contacto con los entrevistadores de prensa. Ello, más el affaire del debate, de hecho le generan un perjuicio y lo muestran como un candidato huérfano y huidizo, a pesar que desde el otro lado -el keikismo-, fuera de la buena designación de Luis Carranza como vocero económico, la verdad es que los otros “cuadros técnicos” mostrados (Lozada, Moyano, Juárez, etc.), no es que aporten mucho (más bien, restan).

El problema de Castillo es que está atrapado en su radicalidad. No puede dejarla de lado porque perdería el núcleo duro de su votación y se diluiría el talante antiestablishment que es el que la ha permitido empezar esta segunda vuelta tan arriba (la sumatoria de los votos de los candidatos derechistas en la primera vuelta -López Aliaga, De Soto, Acuña, Forsyth y Beingolea- más bien deberían haber colocado a Keiko allí).

No hay nichos impermeables detrás de cada candidato. Esa es la principal conclusión de esta y otras encuestas. El tablero se va a seguir moviendo. La partida de ajedrez aún no ha concluido.

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Debate, Encuesta

Uno entiende que entre los votantes de Verónika Mendoza termine por primar una identidad de izquierda y al final voten por Pedro Castillo. Lo vemos claramente, por ejemplo, en el caso de Patria Roja, archienemiga magisterial del sector castillista, pero que, sin embargo, ha expresado su respaldo al candidato de Perú Libre.

Pero que no se esmeren en desplegar piruetas argumentativas y defensas rocambolescas de su voto, porque claramente están optando por una opción autoritaria. Se están tragando un sapo con plena conciencia. Si sobre Keiko Fujimori existe el temor -bastante acotado, porque no tiene control del Congreso- de que cope las principales instituciones, de Castillo, de acuerdo a sus propias declaraciones, ya hay certezas.

Quiere desactivar el Tribunal Constitucional, el Congreso, la Defensoría del Pueblo, la Sunedu, tirarse abajo la reforma magisterial, desmontar el enfoque de género de las aulas escolares, tumbarse la autonomía del BCR, etc., etc. Y todo dicho por él y sus allegados directos, no inventado por sus enemigos o la prensa.

Solo a Hernando de Soto lo puede engañar declarando que no es comunista a la salida de una reunión sostenida entre ambos. Castillo representa una opción de extrema izquierda, marxista leninista, según su propio ideario, que como tal, tiene como propósito copar todos los espacios de poder existentes en la sociedad.

Cuando eso ocurra -porque ocurriría si Castillo llega al poder-que los verolovers no se hagan luego los desentendidos. En la ecuación democracia-autoritarismo, no hay superioridad moral o política de ninguno de los candidatos.

La conducta del fujimorismo en los 90, y la beligerancia y tozudez antidemocrática de la bancada keikista el último lustro dan pie a las sospechas que desde el centro y la derecha existen sobre la candidata de Fuerza Popular. Pero ese riesgo se acota enormemente porque no tiene la mayoría aplastante que tenía en el Congreso en el 2016 y hay, además, un explícito propósito de enmienda (aunque se entienda a quienes no le creen ni siquiera eso). Pero en todo caso, vale reiterar, sobre Castillo hay certezas, y sobre Keiko dudas.

La democracia formal, aquella que nos da cobijo, a pesar de la terrible crisis política del último lustro, corre el riesgo de saltar por los aires si prima la opción ideológica y política que representa Castillo. Bajo argucias legales se dará maña para convocar a una Asamblea Constituyente y luego hará lo propio con el modelo económico. Es un proyecto el suyo, no es una aventura de última hora. Estamos avisados.

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Keiko Fujimori, Pedro Castillo

No hay camino más seguro para la derrota de Keiko Fujimori que ella y sus allegados hagan eco de los pánicos, histerias y prejuicios de los sectores altos de la sociedad peruana o de la extrema derecha aterrada con el resultado de las encuestas.

Campañas furibundamente racistas y clasistas en redes sociales, dispendio en paneles absurdos en la ciudad de Lima (habrá que suponer que no han provenido del equipo oficial del Keiko), solo contribuyen a reforzar el estereotipo positivo del gran candidato anti establishment que se tiene al frente, como es Pedro Castillo.

Castillo tiene grandes debilidades personales y colectivas. Para hablar en términos futbolísticos, no tiene banca ni variantes de juego. Va ganando el partido, pero éste se le puede voltear si sigue evadiendo precisiones y contactos con la prensa más inquisitiva.

Hay zonas grises que revelan que su respaldo no es sólido. Está recibiendo votantes de derecha que naturalmente debieran haber migrado al keikismo, tiene respaldo antinatural en el sector AB, el grueso de su electorado no quiere un cambio radical de la Constitución, etc., etc.

De ello va a cosechar, sin duda, la candidata de Fuerza Popular. Pero para ello requiere inteligencia estratégica: convencer primero al propio electorado derechista, rebajar el antifujimorismo y también el antikeikismo (que tiene vida propia) y finalmente convencer a los sectores antisistema de la gran masa D y E que detestan todo lo que tenga que ver con el statu quo político y económico.

Pero esa finura de estrategia (¿cómo defender el modelo y a la vez ser antiestablishment?), pasa por algo más sutil que aquella basada en los miedos irracionales de un sector importante de la derecha peruana, de la cual haría bien Keiko Fujimori en apartarse.

Castillo no está dando muestras que querer cambiar. Hasta ahora lo que se ve es al candidato de Perú Libre estacionado y a la candidata de Fuerza Popular desplegando una estrategia gradual.

Quedan cinco semanas y media por delante. Nada está dicho definitivamente, a menos que los habituales artífices de las derrotas de los últimos lustros, la inefable derecha bruta y achorada, se logre enseñorear en los predios del keikismo. Si es así, mejor que le coloquen la banda de una vez a Castillo.

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DBA

A nadie con dos dedos de frente le debería molestar que el candidato Pedro Castillo modere sus posiciones radicales y prometa aplicar un programa de izquierda que por lo menos no sea tan radical como el que aparece en su programa de gobierno.

Igual sería un desastre productivo, pero por lo menos no sería el apocalipsis económico y político que muchos tememos con razón, más aun si se tiene en cuenta la agenda filosubversiva de algunos de sus compañeros de ruta de anterior data (huelga magisterial) y de última hora.

Lo que sorprende es que quien se ofrezca de constructor de puentes (pontífice, literalmente hablando) en ese sentido, sea alguien que compitió en esta contienda electoral y lo hizo bajo una propuesta de libre mercado que disiente radicalmente de las posturas de Castillo, aún de las más moderadas.

Felizmente, los candidatos perdedores no tienen capacidad de endose alguno y mal harían Castillo o Keiko en coquetear con De Soto para embolsicarse su caudal electoral. De Soto se representa a sí mismo y sus electores ya sabrán por quién se inclinan sin que les importe qué haga o deshaga su excandidato electoral.

En su calidad de líder político, sin embargo, lo que cabía era una definición. Y ella, como parece evidente, no podía ser otra que apoyar la candidatura de Keiko Fujimori, defensora del modelo en el cual De Soto dice creer (debe recordarse que De Soto ya ha sido compañero de ruta de Keiko Fujimori en la anterior elección). Y si con ese apoyo en buena hora lograba inducir a Keiko a incorporar alguna narrativa anti establishment, tanto mejor, porque eso es lo que necesita para conquistar al electorado D y E, que disiente del modelo y ve sus beneficios como ajenos.

Pero su coqueteo con Castillo y su indefinición, son impropias de quien fuera candidato, menos aún proveniente de alguien con clara vocación ideológica, no un pragmático o un improvisado. ¿Qué puente va a construir, como no sea, quizás, aquél que le permita fungir de asesor de alto nivel gubernativo en caso cualquiera de los dos candidatos gane la elección? Mientras no acabe la campaña, De Soto está obligado a actuar con la investidura de un líder político, no puede ponerse prematuramente el sombrero de tecnócrata en busca de contrato, como, lamentablemente, parece ser su prosaico objetivo.

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De Soto

Hay un dato revelador en la última encuesta del IEP: un 58% de la población señala que se debería mantener el modelo, pero con cambios, mientras que un minoritario 33% dice que se debería cambiar totalmente. En la propia izquierda, hay un 52% que señala lo propio, que se debe mantener el modelo, pero con cambios, y en la derecha el 63%.

No estaría cayendo en saco roto el mensaje de Keiko Fujimori de defensa del modelo y su narrativa anticomunista. Claramente apunta a reforzar su núcleo duro, de derecha, centro y hasta una porción de la izquierda. Y es más fácil para Keiko decir que va a defender el modelo y le va a hacer algunos cambios que a que Castillo lo haga.

Castillo está atrapado en su lógica radical. Difícilmente va a poder salir de ella. Su propia bancada está partida en tres: los prosenderistas, los cerronistas y unos cuantos castillistas. Si se modera no solo perdería a su facción radical -que fácilmente puede dejar de votar por él y pasarse al bolsón de blancos y viciados- sino que puede resultar inverosímil y proyectar la imagen de la impostura.

No es casual que Castillo rehúya las entrevistas en set, ante periodistas calificados y acuciosos y solo decida declarar a reporteros, sin posibilidad del intercambio de preguntas y respuestas necesario y sin el tiempo debido (él mismo se encarga de cortar las entrevistas).

Nada está definido en esta elección aún. Las actitudes, más que la ideología, va a jugar un papel preponderante y ya estamos viendo que, según la propia encuesta del IEP, hay mayor facilidad de que el discurso de Keiko (si le agrega alguna dosis de anti establishment) pegue antes que el de un rígido Castillo (no tiene muchas variables de juego).

No es momento de que los castillistas celebren alborozados el triunfo ni de que los keikistas se conduelan deprimidos por los resultados de las primeras encuestas. La campaña recién comienza y no estamos ante bloques ideológicos afianzados y duros que sean imposibles de convencer de su migración.

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Keiko Fujimori, Modelo económico, Pedro Castillo

¿Es creíble la moderación de Pedro Castillo, manifestada en una comentada entrevista radial en Exitosa? ¿Estamos siendo testigos de la “ollantización” del candidato más radical que ha pasado a una segunda vuelta en la historia electoral peruana de los últimos lustros? ¿Castillo se está poniendo el polo blanco? ¿Vladimir Cerrón será dejado de lado como operador político y mentor ideológico?

Es difícil que algo así suceda. Desde un punto de vista puramente pragmático, Castillo corre riesgos con ello. Eventualmente, puede ayudar a que el antifujimorismo no ceda (hay muchos votantes de centro y derecha que ante la moderación de Castillo han reencontrado razones para no tener que taparse la nariz y votar por Keiko), pero puede perder un nicho electoral, que ya en algunas redes sociales radicales empieza a manifestar su disconformidad respecto a este giro narrativo del profesor cajamarquino. Y que no es poco. Debe ser un 7 u 8% ese electorado radical. Su desencanto de Castillo puede llevarlo a perder la segunda vuelta.

Lo dicho no nos hace soslayar, sin embargo, y preguntarnos por qué la reacción histérica de la derecha respecto de esa eventual moderación. Hay los que creen que es pura estrategia electoral y por ende increíble y hasta denunciable, pero hay a quienes les irrita porque creen que es genuina y que con ello se asegura el triunfo electoral definitivo.

Pienso, por el contrario, que ojalá Castillo, quien puede ser Presidente del país, se acerque, por ejemplo, a las posturas de Verónika Mendoza y Juntos por el Perú, y que sea esta agrupación la que le ponga los cuadros tecnocráticos en caso llegase al poder. JPP no tiene muchas armas de negociación, su votación ha sido menor y su bancada es exigua, pero tiene cuadros que Castillo no tiene.

Si eso ocurriera, en el escenario de un eventual triunfo de Castillo, al menos no veríamos desplegada la psicopatía ideológica del cerronismo, sino una postura más centrada y viable como la que prometían los Pedro Francke u Oscar Dancourt (era un delirio ultraderechista acusarlos de chavistas).

Igual, en perspectiva, sería un retroceso para el país. Un plan económico de izquierda, por más moderado que sea, no es lo que el Perú necesita en estos momentos. Lo que urge es un shock de inversiones capitalistas sumado a la reconstrucción de un Estado eficaz e inclusivo, que deje de alimentar a los antisistemas que hoy se expresan mayoritariamente por la opción radical de Castillo. Y eso solo lo puede ofrecer una derecha liberal. Pero al menos esa izquierda moderada no sería el salto al abismo que el plan original de Perú Libre implica.

Hay que seguir observando los movimientos de esta campaña. Cada pieza forma parte de un rompecabezas que se está armando y hay que mirarlo así, en perspectiva. Falta mucho trecho por recorrer.

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Elecciones, Elecciones 2021, Pedro Castillo, Perú Libre

El candidato Pedro Castillo ha empezado a moderar su discurso confrontacional. Intuye que con la persistencia radical de finales de primera vuelta y primeros tiempos de la segunda podía ir amasando un antivoto importante (ya la encuesta de Datum muestra que hay tanto anticomunismo cojo antifujimorismo).

Con ello desafía a Keiko Fujimori, quien tiene tremendo reto por delante. No le basta el terruqueo ni el antichavismo, aunque el argumento sí resuena. Ha empezado una eficaz campaña de marketing peruano/antiperuano, que es tan potente como la de Castillo pobres/ricos, pero aún así, eso no le será suficiente.

La candidata de Fuerza Popular debe asegurar la defensa del modelo -fuente primigenia de su base electoral-, pero a la vez debe reducir el enorme antivoto que sufre y, no bastando con ello, debe recuperar el espíritu auroral anti establishment del fujimorismo.

Quien mejor exprese el humor ciudadano, su malhumor para ser más preciso, podrá conquistar a los sectores populares, muchos de los cuales no han sido beneficiarios del modelo económico y otros han sido expulsados de sus logros por culpa de la recesión pandémica.

A ellos se suma el enorme bolsón poblacional de gente que no recibe nada del Estado y así identifica al modelo. Con una salud pública de país del cuarto mundo, con una educación pública que no es inclusiva ni igualitaria y con una seguridad que parece coto exclusivo de los ricos, no hay ciudadanía capaz de ser integrada al statu quo.

¿Cómo lograr que la defensa del modelo comulgue con la crítica al Estado asociado a él? Ese es el desafío de Keiko Fujimori y de la derecha peruana en general. Castillo, y la izquierda en particular, la tienen más fácil. Su discurso antisistema prende con mayor facilidad (en gran medida, el fracaso electoral de Verónika Mendoza pasa por haber rebajado ese perfil confrontacional en el tramo final de la primera vuelta).

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Elecciones, Keiko Fujimori, Pedro Castillo

Los marginados del modelo no son pocos. Son millones. Y a ellos se les ha sumado un bolsón importante de ciudadanos que han pasado a la pobreza producto de las cuarentenas dictadas para combatir la pandemia.

Este segmento poblacional es, obviamente, anti establishment. Quiere un cambio de su situación y ello lo deriva a esperar, justamente, un cambio del modelo. Es la base social que alimenta la votación de Castillo.

No podemos dejar de atribuirle enorme responsabilidad a Vizcarra en el descalabro electoral que ha ocurrido. Su mediocre gestión gubernativa y su manejo absurdo e irracional de la primera cuarentena destruyó la economía y no resolvió un ápice el flujo evolutivo de la enfermedad.

Solo nos supera Venezuela en la caída del PBI ocurrida el año pasado. El PBI peruano cayó 13%, más que el resto de países de la región, arrastrando consigo a más de dos millones de peruanos de la clase media en la que estaban, precariamente pero estaban, hacia la pobreza. ¿Ese ciudadano puede estar contento con el modelo? Por supuesto que no.

A ello se le debe sumar la aplicación de un programa de asistencia familiar, mediante bonos, absolutamente ridícula, que este gobierno ha continuado. No hubo jamás subsidios a la planilla, los bonos se entregaron en menor cuantía y tarde, mal y nunca. El Estado no fue capaz de contener el golpe devastador de la cuarentena a las economías familiares. El Estado (“modelo”) les falló a millones de peruanos. ¿Cómo van a estar contentos con ello?

Castillo es, en esa perspectiva, hijo ideológico de Vizcarra. En verdad, es hijo de una transición democrática mediocre y corrupta que ni siquiera en sus años de bonanza fue capaz de construir un Estado inclusivo (salud, educación, seguridad y justicia) y generó una casta de ilegales dentro de su propio país, que vio pasar a lo lejos las bondades del modelo.

Hay millones de beneficiarios del modelo seguido, pero hay otros tantos marginados del mismo y son votantes anti establishment. Tremendo desafío el de Keiko Fujimori de convencerlos y a la vez ser pro statu quo, dicho sea de paso.

Entre los múltiples pasivos políticos y económicos que hay que achacarle a Vizcarra es haber creado las condiciones de crisis suficientes para la generación espontánea de un candidato radical y extremista como Pedro Castillo, que amenaza con patear el tablero y hacer volar todo por los aires, con el aplauso y beneplácito de millones de compatriotas.

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Juan Carlos Tafur, Keiko Fujimori, Martín Vizcarra

Los marginados del modelo no son pocos. Son millones. Y a ellos se les ha sumado un bolsón importante de ciudadanos que han pasado a la pobreza producto de las cuarentenas dictadas para combatir la pandemia.

Este segmento poblacional es, obviamente, anti establishment. Quiere un cambio de su situación y ello lo deriva a esperar, justamente, un cambio del modelo. Es la base social que alimenta la votación de Castillo.

No podemos dejar de atribuirle enorme responsabilidad a Vizcarra en el descalabro electoral que ha ocurrido. Su mediocre gestión gubernativa y su manejo absurdo e irracional de la primera cuarentena destruyó la economía y no resolvió un ápice el flujo evolutivo de la enfermedad.

Solo nos supera Venezuela en la caída del PBI ocurrida el año pasado. El PBI peruano cayó 13%, más que el resto de países de la región, arrastrando consigo a más de dos millones de peruanos de la clase media en la que estaban, precariamente pero estaban, hacia la pobreza. ¿Ese ciudadano puede estar contento con el modelo? Por supuesto que no.

A ello se le debe sumar la aplicación de un programa de asistencia familiar, mediante bonos, absolutamente ridícula, que este gobierno ha continuado. No hubo jamás subsidios a la planilla, los bonos se entregaron en menor cuantía y tarde, mal y nunca. El Estado no fue capaz de contener el golpe devastador de la cuarentena a las economías familiares. El Estado (“modelo”) les falló a millones de peruanos. ¿Cómo van a estar contentos con ello?

Castillo es, en esa perspectiva, hijo ideológico de Vizcarra. En verdad, es hijo de una transición democrática mediocre y corrupta que ni siquiera en sus años de bonanza fue capaz de construir un Estado inclusivo (salud, educación, seguridad y justicia) y generó una casta de ilegales dentro de su propio país, que vio pasar a lo lejos las bondades del modelo.

Hay millones de beneficiarios del modelo seguido, pero hay otros tantos marginados del mismo y son votantes anti establishment. Tremendo desafío el de Keiko Fujimori de convencerlos y a la vez ser pro statu quo, dicho sea de paso.

Entre los múltiples pasivos políticos y económicos que hay que achacarle a Vizcarra es haber creado las condiciones de crisis suficientes para la generación espontánea de un candidato radical y extremista como Pedro Castillo, que amenaza con patear el tablero y hacer volar todo por los aires, con el aplauso y beneplácito de millones de compatriotas.

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