Pie Derecho

[PIE DERECHO]  El concepto de empresas públicas es caro a la izquierda, por lo menos a la izquierda retrógrada que tenemos en el Perú y en casi toda la región, pero desde ningún punto de vista es un precepto de modernidad administrativa.

Sólo el afán de lucro puede lograr que actividades tan importantes, como la refinación de petróleo, su exploración y explotación, su transporte por el oleoducto, la provisión de agua potable o la administración de aeropuertos, hagan coincidir el interés privado con el buen servicio público.

Privatizar Petroperú, Córpac y Sedapal (además de todas las empresas municipales de agua potable del país), coadyuvará a que el Perú recupere una dinámica de inversiones capaz de evitar el derroche, el mal servicio y la corrupción (tanto empresarial como sindical) que hoy afecta a las empresas mencionadas, alejándolas de todo propósito social o de beneficio colectivo.

En estos temas ya no necesitamos entrar a discusiones ideológicas. Es un tema práctico gerencial. El sector privado es infinitamente más eficiente que el Estado para administrar empresas y su gestión le evita, además, a todos los peruanos el riesgo de que ante una situación crítica, sea el erario nacional (es decir, todos los peruanos) el llamado a meter la mano en el bolsillo y solventar las pérdidas, como es el caso actual de Petroperú y su escandalosa solicitud de nuevos desembolsos del fisco para seguir con vida.

Ya no debería ser motivo de debate que el mercado debe ser el gran motor de la economía y el Estado, no siendo débil, cumplir un rol regulador y ecualizador de las fallas del mercado (que sí existen, a pesar de la prédica en contrario de los libertarios). Ese es el Estado del siglo XXI que garantiza el desarrollo de las naciones.

Lamentablemente, ni la izquierda ni la derecha peruanas parecen tenerlo claro. Ambas parecen ancladas en el siglo pasado, planteando fórmulas anacrónicas. Se necesita de una nueva derecha y, con más urgencia, de una nueva izquierda, que sepan coincidir en lo dicho en párrafos anteriores y diriman sus diferencias en el perfil que le quieran dar a la función mínima del Estado y a la amplitud de políticas morales (aborto, drogas, políticas de género, etc.).

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Corpac, Petroperú, Privatización, sedapal

[PIE DERECHO]  La decisión del Ejecutivo de promulgar, sin observaciones, la ley aprobada en el Congreso que elimina la obligatoriedad de las elecciones primarias, constituye un grave retroceso en el esfuerzo por democratizar a los partidos, en primer lugar, por mejorar la representación parlamentaria, en segundo lugar, y por establecer filtros que eliminen la proliferación de candidaturas en los próximos comicios, por último.

Encima de ello, de contrabando, la ley consolida el perverso sistema del voto preferencial y eleva a futuro (no afecta a los partidos con inscripción en curso) los requisitos para anotar una agrupación partidaria, exigiendo la friolera de 500 mil firmas para lograrlo (resucitando el tráfico corrupto de firmas para lograr semejante condición).

Resultado más tangible de esta contrarreforma: vamos a tener el 2026 una treintena de partidos, cuyas listas serán designadas a dedo por las cúpulas, y con un infame trasiego de dineros ilegales sosteniendo candidaturas que cainitamente se enfrentarán por conquistar el voto preferencial.

La desgracia democrática que hoy vemos en el Congreso de la República es producto del sistema legal que el susodicho poder del Estado ha decidido perpetuar. Es decir, vamos a tener más de lo mismo en el periodo político que se estrena el 2026. Adiós a la estabilidad política por tantos añorada. Salvo que se produzca un aluvión electoral que involucre a la votación parlamentaria, vamos a tener un Congreso fragmentado, con una alta cuota de transfuguismo y precariedad de los partidos que alcancen un sitio en su seno.

Es una calamidad lo que se avecina. Por lo menos habrá una treintena de partidos de todas las coloraturas y la impronta del fenómeno Castillo (un outsider improvisado apareciendo en el firmamento) hará que nadie dé su brazo a torcer y en el fondo de su alma aspire a reeditar una situación similar a la del 2021, destruyendo así la eventualidad de que se conformen frentes electorales que consoliden una propuesta ideológica.

En esta columna hemos venido luchando por crear un espacio de convicción respecto de la necesidad de que se conforme una gran coalición centroderechista, alejada de una izquierda que no tiene nada que aportar al país en el presente y de una ultraderecha bruta y achorada que tampoco tiene perspectivas de país. Como están dadas las cosas, esa gran coalición parece una quimera que sucumbirá a los egos políticos de todos los candidatos que se sienten presidenciables.

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elecciones primarias, Estabilidad Política, retroceso político, voto preferencial

[PIE DERECHO]  Lima es no solo la capital del país sino su ciudad más poblada, casi el 30% de la población del país vive en la capital y aporta más del 40% del PBI nacional.

Su rasgo más distintivo es el de la migración. Lima es una ciudad de migrantes. Casi el 40% de su población proviene de otras regiones del país y a ello hay que agregarle el 1.1 millones de migrantes venezolanos que ha acogido en la última década, con lo cual casi la mitad de su población no es limeña de nacimiento.

Muchos limeños de las élites perciben este fenómeno con espanto y lo identifican como el origen de todos sus males (lo mismo sucede en otras ciudades peruanas, como Arequipa, donde sus sectores altos requintan por la migración puneña). La verdad es que esa amalgama migratoria las ha hecho lo interesantes y ricas que son; como ocurre, dicho sea de paso, con todas las ciudades del planeta que han transitado por procesos similares.

Lima es la muestra étnica y cultural de todo el Perú, y a pesar de sus inmensos problemas, es una ciudad bullante, compleja, culturalmente muy rica (de paso, no comparto el chauvinista calificativo de “capital gastronómica” que algunos le endosan: no hay acá muchos lugares que ofrezcan comidas de otros países, como debiera tener una megaurbe como Lima; no hay ni siquiera un buen restaurante español).

A la par de esta asimilación de los flujos migratorios sin la edificación de ghettos excluyentes (estamos mejor, en ese sentido, que urbes del primer mundo, que no han sabido administrar el tema), se han ido edificando polos de desarrollo económico pujantes, propios de la cualidad migratoria de sus habitantes (el migrante es un megaindividuo, un protocapitalista al que la informalidad nacional le ha permitido florecer, sin necesidad de apoyos estatales o gubernativos).

Por ello, es Lima una ciudad derechista, reñida con aventuras radicales, como las que el postergado sur andino alberga, a pesar de ser una región también signada por el emprendedurismo popular comercial. Dicho sea de paso, hay allí un chip potencialmente positivo que las élites no han entendido que deben instalar para agregar al sentimiento nacional procapitalista a casi un 20% de la población nacional y hacerlo parte de lo que José Matos Mar llamó desborde popular y Hernando de Soto, “el otro sendero”.

Corresponde celebrar las características del poblador de esta conjunción de valles, que es la capital de la república. Lima, a la que le ha dedicado tantos cantos la música criolla y a la que aún falta que la épica de la cumbia, la música popular del presente, le cante igual.

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Aniversario, Diversidad cultural, Lima, migrantes

[PIE DERECHO]  La última encuesta anual de Lima como vamos, ratifica, en Lima y Callao, lo que sucede a nivel nacional: el principal problema, de lejos, es el de la inseguridad ciudadana. Así lo considera el 70.9% de los habitantes de Lima y Callao. Muy lejos, en segundo lugar, la limpieza pública, con 34.9%, seguido de corrupción de funcionarios (33.8%), contaminación ambiental (32.8%) y, además de otros, calidad del transporte público (24.7%).

Un 87% se muestra insatisfecho con la seguridad ciudadana y curiosamente, el problema es percibido más significativamente en el sector A (con 82.1%), a diferencia del E, donde un 58.6% lo considera el problema más importante. Da para un análisis más profundo esa diferencia sociológica del mapa del delito, ya que los medios parecieran transmitir la percepción de que éste ocurre con mayor intensidad en las zonas más empobrecidas de la ciudad.

De otro lado, preguntada la población respecto de qué medidas la harían sentirse más segura, barre la respuesta de “patrullaje continuo de la policía o del serenazgo (con 72%), cámaras de seguridad (54.8%), casetas de serenazgo (34.1%), iluminación de calles (32.1%). Es decir, se reclama mayor presencia del Estado.

Sorprende ingratamente, al respecto, ya no solo la ineficaz respuesta del gobierno frente a esta situación (en sus últimas decisiones ha demostrado no saber qué hacer sobre la materia), sino, sobre todo, la inexistencia de propuestas por parte de la clase política nacional. No hay precandidato alguno que haga del tema su eje programático y no plantee, por ende, una solución o una alternativa respecto de qué hacer frente a este problema, lo que explica en gran medida el malestar ciudadano expresado en las encuestas sobre la democracia.

Una democracia incapaz de asegurar el cumplimiento de la cláusula primera del contrato social, es decir, la provisión de seguridad, la defensa de los derechos a la propiedad y a la vida, es una democracia fallida.

No sorprendería, si se pudiera hacerle la pregunta al millón y medio de peruanos que ha migrado al extranjero en los dos últimos años, que la inseguridad ciudadana sea una de las razones consideradas para tomar esa decisión radical. Si desde ya, como otra encuesta ha señalado, más de un millón de peruanos paga cupos a las mafias de la extorsión, se entenderá que la zozobra que ello conlleva pueda dar sustento a decisiones de esa envergadura.

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Democracia, inseguridad ciudadana, Migración, Propuestas políticas

[PIE DERECHO]  Como lo venimos sosteniendo desde hace años -y lo seguiremos haciendo hasta el hartazgo-, los riesgos de la democracia peruana y su proyección económica, no provienen solamente de una izquierda que, como la peruana, no tiene nada que aportar al país, como no sea autoritarismo y destrucción de la economía, sino también de una ultraderecha populista, que felizmente no ha agarrado cuerpo y difícilmente lo hará luego del fiasco gubernativo de Rafael López Aliaga.

Con mayor razón la urgencia de que se consolide un frente de centroderecha, cuya centralidad transite por la necesaria reconstrucción de instituciones como el Ministerio Público (hoy absolutamente degradado), el Poder Judicial, la Policía y las Fuerzas Armadas, la reforma política, la construcción de un eficaz sistema de salud y educación públicas, etc., pero que no descuide un ápice la urgente e imperativa apuesta por una vigorosa economía de mercado, capaz, solo ella, de hacernos recuperar la senda del crecimiento económico, única vía de reducción de la pobreza y de reinstalación en la pendiente progresiva que habíamos logrado entre mediados de los 90 y la primera década de este siglo.

En el Perú reciente no se ha hecho casi reforma alguna en los últimos lustros, ni siquiera en los tiempos de vacas gordas, y ese déficit nos estalló en la cara con el triunfo de Pedro Castillo. Lamentablemente, nos ha tocado en suerte un gobierno cargado de medianía como el de Dina Boluarte, del cual sería iluso esperar reformas de algún tipo, y esa estabilidad mediocre abona en favor de los candidatos que ofrecen patear el tablero del statu quo el 2026.

Con mayor razón se impone una urgente coalición democrática que no solo aumente las posibilidades de un triunfo electoral, sino que el mismo vaya acompañado de un respaldo parlamentario que la libre de las recurrentes crisis políticas que han hecho que en los últimos siete años tengamos cinco mandatarios.

Desde la sociedad civil sería saludable que haya presión hacia la clase política ubicada del centro hacia la derecha liberal, para que constituya un gran frente electoral, que sirva de contención a la izquierda en su conjunto (ni la versión moderada se salva) y a la ultraderecha conservadora y autoritaria que insiste en alcanzar protagonismo impulsado por la ola regional.

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#Reconstruccion Institucional, centroderecha, Democracia, Economía

[PIE DERECHO] En el Perú, como bien señala Walter Bayly, ex CEO de Credicorp, en entrevista a Semana Económica, no vamos a crecer de modo superlativo de acá hasta el 2026 debido a que se va a mantener flotante la inversión privada, el principal motor de nuestro crecimiento.

Razones para ello hay de dos tipos. Una de responsabilidad gubernativa. Otra de responsabilidad de los partidos de centro y de derecha.

La primera pasa por el poco peso político de un MEF liviano, que no tiene la fuerza para detener los exabruptos fiscales de otros ministerios. La presidenta Boluarte debería hacer algunos cambios en su gabinete para consolidar uno más amigable con la inversión privada. Ello pasa por buscar un nuevo ministro de Economía y Finanzas, pero también otra persona que ocupe el cargo de ministro de Energía y Minas (el actual solo se desvela por relanzar Petroperú y no por alentar la inversión minera) y, ya si queremos redondear la faena, convocar a un nuevo titular de Transportes, que el actual no da pie con bola.

Quizás la salida del premier Otárola pueda esperar algunos meses. Es él el pivote de estabilidad de un gobierno precario, pero tendría que tener la cintura suficiente para saber sacar de sus cargos a sus propios alfiles (como el ministro Álex Contreras) y asumir que lo pueda reemplazar alguien con juego propio, como ha sido tradición con los mejores ministros de Economía que el Perú ha tenido en las últimas décadas, quienes tuvieron a presidentes del consejo de ministros que los supieron respaldar aún a sabiendas de que ello suponía un relativo compartimiento de poderes.

La segunda transita por la altísima incertidumbre que generan las elecciones del 2026, en las cuales la propia situación económica -con el consecuente aumento de la pobreza- alienta la creación de condiciones propicias para que discursos radicales prendan.

Y del lado de las fuerzas políticas pro inversión privada se aprecia una lamentable irresponsabilidad al no estar dispuestos a lanzar una suerte de Concertación chilena, pero de centroderecha, capaz de aplanar los riesgos de que uno o hasta dos candidatos disruptivos radicales pasen a la segunda vuelta definitoria, lo cual sería una tragedia de proporciones bíblicas para el futuro de la economía y la política peruanas. Mientras esa amenaza siga latente, no habrá inversionista privado que se la juegue.

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crecimiento económico, Economía, Inversión Perú, política peruana

[PIE DERECHO] Parece que la tesis de la guerra ideológica, que un sector de la derecha radical considera fundamental en sus propósitos de enfrentar a la izquierda, lo tiene confundido a Javier Milei, quien le ha declarado la batalla al sector cultural de su país, Argentina, que durante décadas se ha distinguido por ser uno de los lugares que más apoyo ha brindado al mundo de las artes, con logros de excelencia en casi todas ellas.

Uno entendería que la prédica libertaria contra los beneficios sectoriales al mundo de la cultura sean parte de un andamiaje ideológico opuesto, en general, a toda intervención estatal en el circuito económico. Uno puede discrepar de ello, pero se podría entender. Lo que no cabe, dentro de su propia perspectiva lógica, es que se mantengan beneficios a ciertos sectores productivos y a la vez se arremeta, denunciando su privilegio sectorial, contra el mundo de la cultura.

Más parece resultado de una histórica fobia de ciertas élites por el pensamiento crítico y la contestación artística. Y particularmente, en la coyuntura actual, apunta a una ojeriza inexplicable de ciertas derechas hacia la cultura en general.

Se puede ser liberal y alentar el apoyo estatal a la cultura. El mundo de las artes debe ser entendido como el de una atmósfera de quehacer cívico. Alentarlo sería equivalente, en esa perspectiva, a la construcción de espacios públicos. Tiene el mismo resultado: la cohesión social y la activación de núcleos de integración.

Se puede y se debe abrir espacios para la participación de capitales privados en el quehacer cultural. Mientras más, mejor. Pero no puede soslayarse la necesidad de una política cultural de carácter público. Es indispensable, tanto como la existencia de una educación y salud públicas de calidad. Están casi en el mismo rango de importancia social.

Es una lástima que el pensamiento libertario, reivindicado por su propio fundador, Murray Rothbard, como una filosofía de izquierda, haya devenido en la costra ideológica de sectores conservadores, que aprecian casi todo pensamiento abstracto como “neomarxismo” o “marxismo cultural” y que consideran, por ende, que convertir al mundo de la cultura en un páramo es parte de la batalla ideológica que deben librar.

Ojalá fracase Milei en este propósito. Los buenos deseos que los sectores liberales le desean respecto del enderezamiento del desastre populista del peronismo, no se extienden a su afán destructivo de uno de los activos más valioso que puede exhibir la Argentina: su rica y variada vida cultural.

 

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Cultura Argentina, Fobia cultural, Javier Milei, pensamiento crítico

[PIE DERECHO]  Nuevamente ha reaparecido el fantasma de la xenofobia en el país, a propósito de los sucesos de Ecuador y su vinculación con bandas criminales extranjeras. Las voces que claman por el cierre de fronteras y la expulsión de los venezolanos ya se hacen sentir y han escalado al ámbito político, por lo que, seguramente, será insumo de la campaña electoral del 2026.

En esa medida, será necesario reiterar hasta el cansancio la contundencia de los datos de la realidad para contrarrestar esta ola de opinión pública basada en la desinformación. No es verdad que del millón y medio de venezolanos que ha venido a estas tierras, la mayoría sea delincuencial. No lo debe ser ni una mínima parte, la misma proporción que seguramente existe entre la población peruana y sus grupos criminales.

Por el contrario, la mayoría de migrantes son gente de paz que ha llegado huyendo de las miserias políticas y económicas del régimen de Maduro. Y que, como suele suceder con las olas migratorias, luego del shock inicial por su masividad, terminan generando inmensos beneficios sociales, culturales y económicos al país recipiente de ese flujo.

Hay que saludar la venida de compatriotas venezolanos, vecinos de la patria grande. Y darles la bienvenida, como a la postre (porque al comienzo fueron mano de obra esclavizada) se hizo con la migración china, japonesa o africana, y que hoy tantos beneficios brindan a la riqueza cultural del país.

En este tema, el Perú ha demostrado una sapiencia social que no han tenido, hasta ahora, las naciones europeas, que a sus migrantes los han encerrado prácticamente en ghettos, apartándolos del flujo cívico normal, y quejándose luego de por qué no adoptan los patrones culturales del país que los ha acogido. Eso pasa, inclusive, en naciones supuestamente modernas e inclusivas, como las nórdicas, que hoy tienen un serio problema de marginalidad social producto de malas políticas inmigratorias.

En el Perú, los venezolanos se han integrado perfectamente al tejido social. Están por todo el territorio nacional, laborando en diversas actividades y poco a poco asentándose y prosperando, sin generar la pérdida de empleo de los peruanos, que suele ser el fundamento demagógico que en muchas latitudes se utiliza para aborrecer a los migrantes. Ojalá no eche raíces la primitiva xenofobia que algunos líderes políticos tratan de inculcar en sus seguidores. Sería una desgracia sumar ella, al deplorable racismo y clasismo que subsisten en nuestra sociedad.

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desinformacion, diversidad, Integración social, migración venezolana, xenofobia

[PIE DERECHO]  Contra los rumores que arreciaron en los últimos días respecto de un inminente cambio de ministros que podía incluir al propio presidente del consejo de ministros, Alberto Otárola, este gabinete parece más sólido que nunca.

La permanencia de un ministro tan endeble como Álex Contreras en el MEF -alfil de Otárola-, quien ha debido tragarse el sapo de Petroperú -su allanamiento a su salvataje financiero muestra cuán dúctil es el titular del jirón Junín y a qué está dispuesto con tal de mantener el fajín-, revela que el tablero del Premier sigue incólume y ha resistido el embate del sector boluartista.

Fue el titular del MIDIS, Julio Demartini, bajo el manto de la presidenta, quien, a pedido de la propia primera mandataria, organizó la velada con los economistas Luis Carranza y José Arista, que tanto escozor causó en el ministro Contreras y lo llevó a amagar una renuncia que luego fue amañada por las movidas del astuto y funcional Otárola. Hoy, Demartini sufre el hielo del Premier.

Las aguas parecen haber vuelto a su nivel, aunque ello genera un estado de cosas momentáneo, dada la precariedad del régimen. Una ventisca futura puede llevarse de encuentro al gabinete Otárola y su gestión ya está bajo el acecho de algunos lobbies empresariales que quieren poner a un Premier más funcional a sus intereses (allí, para variar, encabeza la lista de premierables, un inefable expremier aprista, quien se muere de ganas de volver a disfrutar las mieles y oros del poder político y sabe que por la vía electoral ello es imposible).

Lo cierto, en todo caso, más allá de este juego de intrigas e intentos de serruche, es que, de prosperar esta estabilidad mediocre, de la cual el único que se podrá congratular es el premier Otárola, más no el país, olvidémonos de una recuperación económica consistente con nuestras potencialidades y, lo que es más grave, descartemos que se construya una estrategia eficaz contra la delincuencia organizada que nos azota, a la sazón, los dos mayores problemas vigentes que como país enfrentamos.

No ocurrirá, al menos en el corto plazo, un upgrade político en el gobierno de Dina Boluarte. Seguirá funcionado de la misma manera como lo ha hecho en su poco más de un año de gestión. Mucha medianía y poca eficacia será el denominador común del periodo que se avecina. El Perú seguirá languideciendo al son de los apetitos de poder del establishment que ha dispuesto un Premier, más dado a la supervivencia que a la transformación ejecutiva de su entorno y la solución real de los problemas que afronta.

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Desafíos Económicos, Estabilidad gubernamental, gabinete Otárola, Intrigas políticas
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