Pero la mayor responsabilidad radica en los poderes fácticos de la derecha, que han hecho poco o nada por convertir los éxitos del modelo en munición ideológica persistente que cale en la mentalidad de los pueblos. Salvo uno que otro think tank, algunos comunicadores, aislados gremios empresariales (con pésima estrategia comunicativa, por cierto) y pocos líderes políticos, el grueso de la derecha ha guardado silencio durante décadas, destruyéndose entre sí, sin capitalizar los activos que ha construido en los últimos años, apoyar iniciativas promercado o asentar valores y actitudes favorables al modelo económico.
Los resultados los estamos viendo. Las izquierdas, que no han hecho nada bueno por el país en las últimas décadas, que no tienen si no modelos fracasados en el patio regional (Venezuela, Argentina y Nicaragua son los ejemplos más sonados), han logrado activar a su favor una narrativa que, según las encuestas, ha adquirido predominio mayoritario.