No tiene buen lejos la izquierda peruana. Sus perspectivas solo se alimentan del optimismo que pueda generar la subsistencia de un ánimo antiestablishmet de un sector importante de la sociedad peruana, en particular, en el sur altoandino, capaz por sí solo de otorgar los votos suficientes para que un candidato de ese perfil pase a la segunda vuelta.
Fuera de ello, parece condenada a la marginalidad electoral, salvo que la derecha o el centro cometan la inmensa torpeza de presentar sinfín de candidaturas (¡van 21 hasta el momento!), hecho que pudiera hacer que se repita el fenómeno Castillo. Si no ocurre ello, tendremos, merecidamente, a la izquierda peruana recluida por el justo castigo cívico dada su prolífica inconducta política.