Hay quienes ingenuamente creen que Antauro Humala va a ser un bluff político, que apenas comience la justa electoral se va a desinflar y perderá el interés que hoy genera.

Craso error de juicio político. Antauro Humala es un líder elocuente, inteligente, disparatado, pero que en su disparate mismo comulga con las expectativas populares. Sus anuncios de expropiaciones de medios de comunicación, por ejemplo, nos agarran cuando nunca antes han estado tan desprestigiados los medios de comunicación. Su discurso en contra de las grandes empresas nos coge en medio de una situación terrible de descrédito del gran capitalismo (según encuesta de Ipsos, el 90% de peruanos cree que acá unos pocos gobiernan para su propio beneficio).

Con astucia, Antauro busca “posicionarse”, además, como el Bukele peruano, recogiendo así la alta expectativa local -y regional- que existe en favor del autoritario mandatario salvadoreño por su lucha contra las bandas delincuenciales en su país.

Antauro, por lo demás, no está quieto. Recorre a diario el país, particularmente el sur andino, haciendo política de verdad y no aquella que cree que basta salir en medios limeños para sembrar presencia y posterior endose electoral.

Este columnista está convencido de que Antauro será contendiente de la segunda vuelta del 2026. Lo único que podría sacarlo de carrera es que aparezca y crezca otro candidato disruptivo radical (allí asoman Guido Bellido y Aníbal Torres), que lo supere en radicalismo y lo haga fragmentar el voto -ojalá que ello ocurra- y arruinar la posibilidad de que la izquierda radical dispute la segunda vuelta.

De lo contrario, y si persiste la fragmentación de la centroderecha (ya hemos visto que, felizmente, hay esfuerzos por remediarla), tendremos no solo a un candidato radical sino probablemente a dos en la segunda vuelta y nos encaminaremos a perder el país. Se juega mucho el 2026. A riesgo de parecer obcecada, no se cansará esta columna de advertirlo.

La comisión de Trabajo ha aprobado un proyecto de ley para desactivar la Autoridad Nacional del Servicio Civil, Servir, una entidad que si de algo adolecía es de incompletud de su tarea, pero que en donde había intervenido con propiedad había logrado elevar los estándares meritocráticos de la administración pública.

Uno de los grandes males estructurales del Estado peruano es la carencia de cuadros tecnocráticos, con conocimientos técnicos de los sectores y capacidad administrativa. Servir se encargaba precisamente de eso, de fungir de filtro para mejorar la burocracia estatal.

Dos son las causas del empobrecimiento tecnocrático de la burocracia estatal peruana: la decisión de Alan García, en su segundo gobierno,de reducir los sueldos, y la persecución fiscal abusiva y absurda que muchos exfuncionariosafrontan durante años por parte del Ministerio Público y el Poder Judicial.

A contrapelo de ello, Servir había ya alcanzado velocidad en sus acciones. Cerca de 90 entidades públicas han presentado ya su Cuadro de Puestos de Entidad que luego derivan en una evaluación, posterior contratación, y una consecuente supervisión periódica.

Cuando las cosas habían empezado a caminar y se desplegaba una de las pocas reformas positivas que vemos en el horizonte, un grupo de parlamentarios pretende meterle un golpe demoledor desactivando la entidad y dando pie al retorno del desmadre del tarjetazo, la contratación por favores políticos o cuotas partidarias que tanto daño nos hace como Estado eficaz y productivo.

La reforma del Estado es una matriz gubernativa esencial que cualquier gestión pública debe considerar eje central de su gestión. No lepodemos pedir ya a la clase política que hoy nos gobierna en el Ejecutivo y el Legislativo que inicie reforma estructural alguna, pero sí exigirle que no destruya lo que se ha avanzado en algunos sectores como el mencionado.

Ojalá las instancias superiores del Parlamento sepan aquilatar la reforma emprendida y eviten que esta iniciativa de algunos ganapanes con curul la destruya.

[La del estribo] sería bueno que el alcalde de Miraflores, Carlos Canales, le preste atención al extraordinario mural instalado en una parte del Zanjón correspondiente a su distrito, hecho por el artista Ricardo Wiesse, que, aún ya en pequeños tramos, ha empezado a caerse. Probablemente, la humedad está generando consecuencias, pero bajo ningún concepto puede permitirse que se arruine uno de los mayores aportes al arte público en la ciudad.

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Carlos Canales, Miraflores, Ricardo Wiese

Los momentos críticos atizan la búsqueda de soluciones. Y eso parece estar ocurriendo, en política, en el ámbito de la centroderecha, que, por fin, parece haber entendido la urgencia de unir esfuerzos para afrontar el crucial desafío electoral y social del 2026 (nos jugamos el país en esa elección).

Desde diversos predios, fundamentalmente del aprismo, el pepecismo y el centro (Lo Justo y los morados), además de algunos connotados independientes, están acercándose a conversar sobre la necesidad de conformar pactos políticos para evitar que la fragmentación le deje la mesa servida a la izquierda radical.

Felizmente apareció una encuesta de Ipsos que demuestra que la supuesta mayoría centroderechista del país (existente entre los que tienen ya una definición tomada) se diluye cuando se toma en cuenta a los indecisos. Así, el espectro se divide de la siguiente manera: 10% de izquierda, 37% de centro, 12% de derecha, y 42% que no precisa. La conquista de ese 42% es la clave del triunfo.

El límite son Lo Justo y los morados. Más allá es indeseable una alianza. Con la gente de Verónika Mendoza ni a la esquina. Son desleales, fueron cómplices de Pedro Castillo y no aportan ningún caudal electoral. Desde el centro a la derecha, de preferencia de la vertiente liberal, se puede armar un gran frente, potente políticamente, con buenos candidatos al Parlamento, y suficiente número de cuadros tecnocráticos. Solo faltaría -he allí el dilema- encontrar al buen candidato presidencial que esté a la altura del desafío y sea capaz de enfrentar una dura campaña y plantarle cara a los elocuentes y beligerantes Antauro Humala, Guido Bellido o Aníbal Torres, entre quienes saldrá el candidato radical.

Debe reeditarse la experiencia del Fredemo, pero sin cometer los groseros errores de campaña que entonces le arrebataron el triunfo a Mario Vargas Llosa. Figuras como Jorge del Castillo, Lourdes Flores, Marisol Pérez Tello, Carlos Añaños, pueden servir de bisagra para lograr convocar ese gran frente, necesario para sacar al país del marasmo político, económico y social en el que se encuentra. Si no se ejecuta un esfuerzo de esa envergadura, estaremos perdidos y condenados a la evaporación de la democracia y el libre mercado, sabe dios por cuántas décadas.

Es una buena noticia que el PPC haya logrado su inscripción. Es un partido tradicional y por tanto carga con los pasivos que la ciudadanía les otorga (la mayoría de encuestas señalan que la población busca alguien nuevo), pero tiene una identidad ideológica marcada (democracia y economía social de mercado), que desde ya supone un valor agregado a la hora de definir candidaturas o alianzas electorales.

De repente, además, lo “nuevo” para el electorado termina siendo precisamente aquello tradicional que hace tiempo no tiene protagonismo principal.

Desde su ruptura con la Democracia Cristiana -vendida luego a los devaneos de la dictadura velasquista-, el PPC constituyó una agrupación de derecha, adelantada a su tiempo, que decía cosas que eran “políticamente incorrectas” en su momento, pero que mucho bien le habrían hecho al país si merecían mejor suerte electoral, y que luego se convirtieron en lugar común en los discursos políticos de la narrativa ideológica peruana.

El PPC tuvo un problema central: Belaunde. Su sola presencia los acotaba superlativamente. Enrique Chirinos Soto decía que el “orgasmo del poder” era condición sine qua non para acceder a Palacio y que ello le sobraba a Belaunde y le faltaba a Bedoya.

Las pésimas campañas electorales de Lourdes Flores privaron al PPC de alcanzar el éxito electoral. Si el 2006 pasaba a la segunda vuelta contra Ollanta Humala seguramente habría sido la primera presidenta mujer del país, pero una vez más se dejó avasallar por la elocuencia de un candidato que como Alan García cargaba enormes pasivos y anticuerpos, por el recuerdo de su nefasto primer gobierno, pero que pasó a la jornada definitoria y terminó evitado que el chavismo del Humala de entonces se entronizara en el país.

Después de ello, y de la derrota municipal frente a Susana Villarán, el PPC se dejó atrapar en rencillas internas fratricidas que lo condujeron al marasmo y a su cuasi desaparición. Felizmente se ha recuperado de ello y cabe mirar con expectativa a un partido que tuvo a personajes de la talla del propio Luis Bedoya Reyes, Ernesto Alayza, Mario Polar o Roberto Ramírez del Villar entre sus cuadros políticos principales.

Probablemente su destino vaya ligado a formar parte de una alianza electoral. Cualquiera quisiera tener de socio a un partido serio, con buenos cuadros y solera democrática a prueba de balas.

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El Perú perdió atractivo minero por tercer año consecutivo. En el ranking anual de Fraser Institute 2021, el índice de atracción de inversiones mineras que mide factores geológicos y políticos, muestra que el país cayó a 61.64 de puntaje, luego de haberse situado en 70.41 en 2020. Se trata de la puntuación más baja desde por lo menos el 2017, según datos del estudio, señala Semana Económica

Este año, la encuesta del think tank canadiense evaluó a 84 jurisdicciones. En relación a puesto, el Perú se ubicó en el 42. Esta es la ubicación menos atractiva del país en las últimas cinco evaluaciones. En 2018, con una cantidad semejante de jurisdicciones evaluadas, Perú llegó a ocupar el puesto 14, agrega la publicación.

“Perú experimentó una disminución en su puntaje PPI de casi 29 puntos, la disminución individual más grande en el puntaje PPI(Policy Perception Index) en América Latina y la Cuenca del Caribe. Los encuestados plantearon problemas importantes en torno a las regulaciones ambientales, la duplicación e inconsistencias regulatorias y la seguridad”, señala el reporte de Fraser Institute.

Hoy, por el índice publicado, resalta el tema minero, pero lo mismo sucede con todos los sectores productivos del país (agro, pesca, pymes, servicios de infraestructura, asociaciones público privadas, etc.).

Hay una sobreregulación dictada por ONGs que solo tienen como interés refrenar el desarrollo capitalista del país por ojerizas ideológicas y que influyen en los tomadores de decisiones para que vaya complicándose cada vez más el tema sectorial (el caso forestal es otro donde el ataque del tinglado izquierdista impone sus reales).

Es una batalla que un gobierno progresista liberal debe dar si quiere que el Perú recupere la dinámica de inversión que teníamos hasta el 2011 y que, luego, gracias a la mediocre gestión de Humala, fue perforándose hasta llegar a un Estado interventor y un sector privado cada vez más maniatado.

En el excelente libro La crisis del capitalismo democrático, Martín Wolf, editor jefe de Economía del Financial Times, estima que hay una crisis profunda en el matrimonio de ambos sistemas, la democracia representativa y el capitalismo de mercado.

Esa distancia y crisis creciente abarca no solo a los países desarrollados sino que se escenifica también en países como el Perú. Sugiere, sin embargo, que hay caminos de solución. Y propone una receta aparentemente sencilla, pero compleja que se puede resumir en: 1.- un nivel de vida creciente, ampliamente compartido y sostenible; 2.- buenos empleos para quienes puedan trabajar y estén dispuestos a hacerlo; 3.- Igualdad de oportunidades; 4.- Seguridad para quienes la necesitan; 5.- Fin de los privilegios especiales para unos pocos.

Suena a una agenda sencilla, pero resume una alta complejidad y laboriosidad, sobre todo en países como el Perú. Veamos. 1.- implica una política proinversión privada intensiva y excepcional para salir del marasmo en el que nos encontramos. Supone una coordinación interministerial y un equipo de tecnócratas afiatado. 2.- combatir la terrible informalidad y no se ve en el horizonte otra opción que reducir los sobrecostos que impiden que la nueva masa laboral encuentre un empleo digno, con beneficios sociales. 3.- crucial es la provisión de salud y educación públicas de calidad. Es un esfuerzo político y burocrático descomunal. Casi podríamos decir que podría gastar todas las energías políticas de un gobierno emprender ambos cometidos. 4.- si eso es tarea primordial en naciones del primer mundo, en sociedades como la nuestra ya implica restaurar el contrato social roto por las mafias ilícitas que ya controlan buena parte del statu quo político. 5.- Tarea esencial la de construir un capitalismo competitivo, alejado de las prebendas gubernativas y los privilegios fiscales que con fruición consiguen a través de un Congreso solícito.

En esta tarea pueden y deben coincidir desde la centroizquierda democrática hasta la centroderecha. Supone un esfuerzo político del primer orden y que requiere consensos amplios, impulso político, mayoría congresal, además de voluntad férrea de emprender reformas a fondo.

Hay muchas más por agregar en el Perú (regionalización, reforma del Estado, institucionalidad política y electoral, etc.), pero un buen comienzo y una tarea propia de un mandato democrático es la que nos plantea Wolf.

El directorio de Petroperú ha señalado en comunicado reciente que comunicó a su Junta General de Accionistas la urgencia de privatizar la empresa y que no hay otra salida que aquella para reflotarla, ya que se requiere con urgencia de dos mil 200 millones de dólares adicionales.

“En las actuales circunstancias de un Petroperú con gobernanza y gestión empresarial expuesta a los usuales apetitos políticos, sería irresponsable y un acto de inmoralidad solicitar mayor financiamiento del Estado, ya que nada asegura que la empresa no retorne en el futuro cercano a solicitar más apoyo estatal, en desmedro de la caja fiscal y el bolsillo de los contribuyentes peruanos”, señaló la empresa del Estado.

Se ha puesto por fin el dedo en la llaga y lo ha hecho la propia administración de la empresa, corroborando que la misma nunca debió subsistir y menos aún embarcarse en el delincuencial proyecto de modernizar la refinería de Talara, proyecto apoyado fervorosamente por diversos economistas de izquierda durante la gestión de Humala (al propio Humala nunca se le vio tan contento y radiante como cuando anunció desde el sitio el inicio de las obras).

Las empresas públicas no tienen ningún sentido económico. La empresa privada es muy superior en capacidad de inversión, mejor provisión de los servicios y rentabilidad, además de que en los casos en los que su posición de dominio podría afectar al consumidor existen organismos reguladores muy estrictos y finalmente el Indecopi, para intervenir (como ya lo han hecho en sinfín de oportunidades).

El directorio de Sedapal debería seguir el ejemplo de Petroperú y junto con ella todas las empresas de saneamiento de todos los municipios del país que operan pésimo y no tienen capital para mejorar sus ratios de eficiencia y de cobertura.

Es patriótico que no haya empresas públicas, que solo terminan pasándole la factura de su ineficiencia al ciudadano común, que con sus impuestos debe pagar el despilfarro y la pésima conducción empresarial.

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Petroperú

Resulta increíble que un decreto supremo del Ministerio de Salud, invocando un manual de diagnóstico caduco, considere enfermedades mentales a la transexualidad y el travestismo. La Organización Mundial de la Salud ya no las considera así, pero nuestro órgano rector en salud se ampara en normas ya arcaicas para proceder como lo ha hecho.

No es un error superficial o un descuido administrativo. Es consecuencia de la conservadurización extrema que viene asolando los organismos estatales desde hace algunos años, y que va de la mano, por ejemplo, con todo el desmontaje de las políticas de género hasta hace poco vigentes.

Ya ningún psicólogo, psiquiatra o psicoanalista serio considera patologías a las identidades sexuales diversas que existen. Se estiman como configuraciones distintas de la “normalidad” estadística, pero perfectamente explicables dentro de la ciencia mental.

No hay perversiones, en el sentido más estricto, en el erotismo humano. La sexualidad instintiva, animal, tiene sí un solo proceso y desenlace, pero la maravillosa explosión de variantes, en base a la interacción con la cultura, abre el abanico de posibilidades eróticas de una manera infinita.

Todo el erotismo humano es perverso en el sentido de ser otra versión (per-versión) del instinto. Lo es tanto un transexual como un heterosexual que se excita con ver a su pareja con indumentaria particular. Están en el mismo rango psicológico.

No se puede perder la batalla liberal por las libertades civiles morales que la derecha más bruta y achorada quiere imponer como narrativa, primero, y como política pública después. Está en juego la vida de miles de peruanos que merecen un trato democrático igual, sin privilegios, por su condición.

La salud y la educación públicas son los campos de batalla en que la DBA está sembrando trincheras y cargando municiones y lamentablemente un gobierno mediocre y débil como el que nos gobierna cede en todo con tal de no molestar a quienes lo sostienen desde la mayoría congresal conservadora.

Eso no es admisible. La modernidad liberal, que tiene siglos reinando en el mundo occidental, acá parece necesitada de una Ilustración. Pues habrá que dar esa batalla si no queremos ser avasallados por las cavernas.

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La mayoría del Congreso no va a vacar a Dina Boluarte aunque el escándalo de su hermano detenido crezca (y también porque percibe que hay un operativo político de la Fiscalía, juego al que no se va a prestar), y la presidenta, por su lado -ya lo dijo su vocero-, no piensa en renunciar.

No es soslayable, sin embargo, la opinión de algunos congresistas que ya han empezado a desmarcarse del régimen y podrían crecer hasta ser una mayoría que, cambiando de opinión, decida acabar con el suplicio que nos gobierna.

El balance de la semana nos arroja un gobierno políticamente más debilitado, con el agravante de las cifras de pobreza, que han puesto en duda su capacidad técnica para manejar la economía, tarea esencial en estos momentos de crisis.

La pregunta de si Dina Boluarte dura hasta el 2026, que ya se daba por sentada, ha sido puesta en entredicho esta semana, al son simplemente de si su abogado se sometía o no a la colaboración eficaz.

Desde siempre esta columna ha señalado que este gobierno debió ser de estricta transición y convocarse a elecciones generales lo más rápido posible. ¿Sigue siendo una opción viable faltando apenas dos años y pico para que acabe su mandato? Lo sigue siendo. Por más apariencia de inestabilidad que generen unas nuevas elecciones, mientras más corto sea el mediocre mandato que nos rige, menos chance de crecer tendrá la izquierda antiestablishment.

Ese es el punto político principal que anima a quien escribe a insistir en la propuesta del recorte del mandato. Ya lo dijimos: cada día que pasa Dina Boluarte en Palacio son cinco mil votos más para Antauro Humala.

Veremos en los siguientes días cómo viene el panorama en el Ministerio Público y cómo en el Congreso -el gran sostén del régimen-, pero lo cierto es que, lejos de amainar, la crisis política ha crecido sobremanera, con todos los costos que eso le trae al país.

La del estribo: un nuevo descubrimiento literario gracias al Club del Libro de Alonso Cueto, ha sido Memorias de África, de Isak Dinesen (en realidad Karen Blixen; tuvo que firmar como hombre para poder triunfar en la primera mitad del siglo pasado). En este libro se basó la película del mismo nombre, dirigida por Sydney Pollack, con las actuaciones de Robert Redford y Meryl Streep, que en 1985 ganara siete Óscar.

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