Si el Congreso no se percata de su descrédito y que es inadmisible, política y socialmente, que haya solo elecciones presidenciales y ellos quedarse hasta el 2026, será el primer y gran responsable de que la crisis social escale al punto de que la demanda principal ya no sea solo que se cierre el Legislativo sino que se convierta en protagónica una demanda que hoy aún es marginal, como es el pedido de una Asamblea Constituyente.

En momentos como éste, las reacciones deben ser rápidas. Corresponde que esta semana el Parlamento tome cartas en el asunto y apruebe la iniciativa presidencial, sumando esfuerzos para que se aplaque la protesta social y dejar sin piso a los azuzadores radicales que quieren ganar espacio político en esta crisis para capitalizar luego electoralmente la situación. Un Congreso miope y terco solo hará que la perspectiva del país se vaya en picada.

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Nos hemos librado de una amenaza ya no solo para la buena marcha económica o para el buen funcionamiento del Estado, sino de un sujeto que desde el Estado siempre quiso petardear la democracia y felizmente fue interrumpido legítimamente en ese proyecto, cuyos coletazos vemos hoy día desplegarse, pero que con inteligencia y justa represión, deberían estar bajo control en pocos días.

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FENATE Perú, Movadef

Hay que avanzar en aquello que facilite el tránsito de los congresistas de su renuencia a recortar su mandato a su aceptación de que es la mejor salida política posible a la crisis permanente que sufrimos desde el 2016.

No le regalemos la narrativa política al castillismo derrotado y golpista y mucho menos al radicalismo destructivo de Antauro Humala. La izquierda fue un desastre absoluto, que además de mediocre y corrupta, fue autoritaria y antidemocrática. Esa impronta debería quedar marcada a sangre y fuego en la mentalidad colectiva de la ciudadanía, que le sirva de experiencia aleccionadora y que ese aprendizaje ayude a que en adelante el país aprenda a votar con un mayor sentido de razón y menos de emotividad antiestablishment o identitaria.

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Boluarte, golpe, golpe castillista

Cínicamente hablando, convendría a la centroderecha esperar hasta el 2026 para darse tiempo de consolidar candidaturas y esfuerzos, pero a la vez es una buena noticia que por lo menos tres candidatos importantes (Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga y Ollanta Humala) hayan declinado postular si se adelanta la convocatoria a las urnas. Puede, llevados por la fuerza de los hechos, terminar por producirse una conjunción de candidaturas y darle al país la posibilidad de terminar de corregir el desvío disruptivo del triunfo de un improvisado, corrupto y mediocre, como fue Pedro Castillo.

El gabinete Angulo no es un gabinete con la densidad política suficiente para navegar hasta el 2026. El propio Premier empieza su gestión con serias imputaciones personales y políticas (¿nadie googlea en Palacio?). En la cancha se verá su muñeca, pero ya es un hándicap que no tengamos a la segunda autoridad del país libre de pasivos importantes y gruesos que le pesen en la espalda a la hora de dedicarse a la enorme cantidad de tareas gubernativas que tiene por delante.

-La del estribo: muy potable y bien escrita la última novela de Gustavo Rodríguez, Treinta kilómetros a la medianoche. Signado por la controversia (tiene una pléyade de enemigos en ciertos sectores literarios que lo consideran un escritor light), sin embargo, adquiere paulatina maestría en el género y ofrece una obra auténtica, algo de lo que muchos de sus cultísimos adversarios carecen.

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Procesar un adelanto acelerado, precipitado y, además, inconstitucional, como quieren las huestes radicales del castillismo dolido y, por supuesto, el antaurismo, tiene claramente un objetivo: que nuevamente la izquierda radical antiestablishmentse haga del poder dada la fragmentación precaria de la centroderecha y la aún superviviente irritación ciudadana por el calamitoso estado social en que deja el país el Atila chotano.

Dina Boluarte, sea que busque completar el mandato hasta el 2026 o sea que, leyendo el pulso ciudadano, proceda a un adelanto de elecciones consensuado con el Congreso, debe hacerlo con inteligencia y mesura, sin apresuramientos ni improvisaciones.

Hay mucho en juego todavía en el país, como para que sigamos reeditando la inefable desprolijidad del antecesor presidencial, hoy felizmente fuera del poder y afrontando los juicios penales que le corresponden, como gran lección democrática para el país.

Y, del otro lado, tiene una derecha muy rupestre, capaz de, por “quítame estas pajas”, volver a retomar la espiral de la vacancia -que en esta ocasión sería muy fácil-, sin importarle la zozobra institucional que ello pueda provocar en el país.

Veremos. A veces el poder genera un upgradepolítico en quienes lo ocupan. A veces, como sucedió con Castillo, lo estupidizan al punto de haber iniciado y concluido su mandato de la forma en que lo hizo, sin ninguna sensatez y un torpe sentido de impunidad. Tiene mecha corta Dina Boluarte. No se puede equivocar. Ojalá sea consciente de ello.

Y dependerá mucho también de la clase política, que deberá entender que lo que corresponde en estas horas es un gobierno de consensos, donde mucho de lo que cada sector quisiera ver plasmado en el Ejecutivo, no se podrá llevar cabo justamente para lograr los consensos mínimos para salir de esta crisis desatada por un sujeto improvisado y corrupto que infelizmente llegó a estar en Palacio de Gobierno más de un año.

Creemos que lo que corresponde es un gabinete de ancha base y un compromiso de adelanto de elecciones. Sería lo ideal, pero si Boluarte logra enderezar el rumbo de la nave estatal, quizás sea factible evaluar su permanencia. Ello se verá con los días. Por ahora hay que celebrar el triunfo de la democracia y la derrota de la mediocre corrupción que se había arraigado, con uñas y dientes, en las entrañas del poder.

Ojalá se consigan hoy los 87 votos necesarios para librarnos de esta lacra gubernativa que se ha instalado en Palacio. Que se produzca la sucesión constitucional y, como bien ha dicho Jorge Nieto, se constituya un gabinete de salvación nacional, bajo la conducción de Dina Boluarte, y se proceda, en el más corto tiempo posible, a una reforma constitucional que nos lleve al adelanto de elecciones generales, y que sea el pueblo, con su voto en las urnas, el que termine de limpiar la mugre y volver a empezar.

Es el único camino posible para salir del estado de calamidad al que Castillo va a conducir el país en años venideros críticos en materia internacional, que con un régimen dedicado tan solo a robar de donde se pueda, sin ninguna política pública en mente, arruinará al país, política, económica, social y, sobre todo, moralmente.

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