[MIGRANTE AL PASO] Todo apagado, muy cansado para leer y unas cuantas luces de las pantallas alrededor. Envidio profundamente a la gente que puede dormir en vuelos. Yo me quedo viendo el mapa y ojeando las películas que ven otras personas. Felizmente estoy acostumbrado porque antes la pasaba mal. Encima, mis rodillas chocan con el asiento delantero. 12 horas de Lima a Ámsterdam. 3 horas de espera y una hora más hacia Londres. La diferencia en el pragmatismo y lógica de transporte es abismal comparada a Sudamérica. Sales de una estación de metro en el mismo aeropuerto para ir adonde sea. Piccadilly Line, una hora y media y ya estaba a 100 metros de la casa de mi amigo donde me estoy quedando. Cuando me subí al avión, antes de casi un día de viaje, no tenía idea de qué escribir. De hecho, estaba en un punto en que ya no sabía ni qué pensar. Bastó dar una vuelta a la manzana, luego de dejar mis maletas, para que se me ocurra hasta ideas de cuentos o novelas. Me picaban los pies. No estoy hecho para ser estacionario e iba más de seis meses sin moverme de Lima. Ya lo tenía planeado, iba a ser un tiempo de ahorro y ya cuando regrese voy a terminar de saldar mis deudas. Así que, dentro de todo, por más que no salió exactamente como quería, logré lo que había planeado. Así que me espera una semana de goce. Cultura, pubs y buena música.
La cultura migratoria de este país es admirable. En el metro, escuchabas decenas de idiomas. Gente de todo el mundo. Caminando por Islington en Finsbury Park, al norte de Londres. Todos los pubs, restaurantes y hasta peluquerías y mini markets tenían el escudo del Arsenal. Graffitis de Thierry Henry y Bergkamp. Cruzamos un puente y, a la derecha, sin saberlo, aparece el Emirates Stadium. El famoso estadio donde se juegan partidos de grandes competencias. Los alrededores se vuelven áreas recreativas. Le dimos la vuelta y pasábamos por monumentos dedicados a momentos y jugadores emblemáticos del club, todo estaba decorado con carteles celebrando la victoria de la Champions League, del equipo femenino. Mi amigo me cuenta que ese día, toda la zona se convirtió en fiesta. Después de todo, fue en este país que se inventó el fútbol y este club tiene 138 años.
Cada respiro iba despertando mi espíritu nuevamente. Sonreía cada vez más. Niños jugando un 2 vs. 2, usando sus mochilas como arco. Gente practicando en patines o skate. Un par de borrachos. Grupos de jóvenes conversando a los pies del estadio. Solo unos pocos turistas. Varias de estas cosas ya no se ven mucho en Lima o solo ocurren en zonas específicas. Ya sea por seguridad o porque el tráfico ya impide hasta las actividades cotidianas. En teoría, la zona de North London es algo picante, pero los niños pueden salir solos; el nivel de riesgo comparado al que estamos acostumbrados es nulo.
Le dimos la vuelta al estadio y seguimos paseando. No caminamos mucho, ya era tarde y no había dormido por día y medio. Pasamos por 2 restaurantes griegos, incontables kebabs, restaurantes indios, comida china, bares jamaiquinos, tiendas con letras de idiomas irreconocibles, todo en 5 cuadras. En esta ciudad puedes encontrar lo que quieras. Se suele pensar que la comida inglesa es espantosa, y es verdad que los fish and chips, el plato típico, no tienen nada de especial, pero la verdad es que hay tanta variedad que encuentras algo bueno sin lugar a dudas y de lo que te provoque. Escuchamos una quena y un cajón a lo lejos, era huayno. En mitad de Londres había un grupo de peruanos tocando y cantando. Es de locos. Nos quedamos escuchándolos un rato. Estábamos en una calle rodeados de gente en turbante, algunos con vestimentas típicas de países africanos, los clásicos señores ingleses tomando pints de cerveza, y, de fondo, música peruana.
Así fue mi primera noche en Londres. Interactuando con decenas de culturas en unas pocas cuadras. No entiendo la queja extrema hacia los migrantes que siempre ha existido y en los últimos años ha regresado con fuerza. A mi forma de ver las cosas, mientras más culturas permitas que ingresen en tu país, se vuelve un lugar mejor. Más variado y diferente, por lo tanto, más cosas por ver y aprender. Ahora estoy en bus hacia Manchester, a casi 350 kilómetros de Londres. Los edificios se vuelven casas con el típico semisótano, luego campos y, finalmente, bosques. Así es como en solo unas horas recuperé las ganas de conocer. Viajar te desestanca, los problemas del día a día se vuelven pequeños. En realidad, vuelven a su magnitud verdadera. Yo tiendo a engrandecer pequeñas nimiedades. Al final, solo tienes que respirar y moverte, sin necesidad de pensar mucho. Ahora se vienen días divertidos y el esperado concierto de Oasis, en su propia ciudad. No vale la pena entrar en arrepentimiento y remordimiento cuando estás yendo a un concierto de rock junto con 80 mil personas.