[MIGRANTE AL PASO] Comenzó cuando tenía 25 años. No podía dormir y sentía que la vida se me adelantaba. Conocí a un psiquiatra y psicoanalista que por fin respeté y lo haré siempre. Comencé a tomar medicamentos de manera no tan estricta. Me olvidaba y, en fin, la cosa no era tan grave. Solo una vida sin motivación personal alguna, pero estaba tranquilo dentro de todo, salvo malos humores y actitudes repentinas que podían escalar. Después de unos años en Argentina, entre subestimar la soledad y ser alguien que no tiene mucha facilidad para hacer amistades, el insomnio se volvió insoportable. Primero días, luego semanas; al final perdí la cuenta. Creo que batí el récord de tiempo sin dormir. Cuando lo hacía no sé si era caer somnoliento o desmayado. Se puso grave, más de lo normal. No tengo ninguna enfermedad cerebral ni nada, pero si la salud mental puede generar un cáncer, también te puede dejar sin sueño muchos días. Comencé a tomar medicamentos más potentes: venlafaxina, quetiapina, estabilizadores anímicos; me bombardearon de pastillas y yo las acepté porque solo quería poder descansar sin importar el costo. Una de las principales causas de locura temporal o variaciones es justamente la falta excesiva de sueño.
Me ayudó en su momento. Descansé. Pero no me di cuenta de que esas pastillas literalmente cambian la estructura de tu mente, por lo tanto tu personalidad, actitud e incluso tu identidad. No estoy en contra de la psiquiatría, me gustaría dejarlo claro, pero sí siento que es algo que debería tomarse más en serio y no como sucede actualmente: vas a cualquier especialista, le mientes un poco y sales con blísteres de ansiolíticos o lo que quieras. Yo lo he hecho de más chico y, ¿qué hacía? Lo utilizaba recreativamente, por ponerlo bonito. Mi psicólogo murió y continué terapia y los medicamentos con otra persona que también me ayudó mucho. Pero algo ya no era igual. Era el momento de por fin cumplir lo último que me pidió. No era dejar terapia, pero igual lo hice. Tampoco dejar las pastillas; igual lo hice. ¿Qué era? Tomar las riendas de mi vida; también lo hice. Para hacerlo necesitaba mi mente despejada; no podía tomar los antipsicóticos porque, para retomar el control, dormir hasta las 2 de la tarde no ayudaba. No digo que ya esté todo bajo control, pero un cambio drástico sí se ha dado. Desde cómo me veo hasta cómo pienso. Sigo siendo un poco loco, pero aceptar mi locura para aprender a controlarla es la única manera de ser el propio piloto de mi vida.
A comienzos de este año tomé el primer paso y conversé con mi psicóloga del momento para decirle que necesitaba intentarlo yo solo. Necesitaba probar algo nuevo porque me lo pedía mi propia intuición. Al comienzo me costó y me vi obligado a hacer deporte gracias a una buena conversación con mi hermano. Comencé a tomar suplementos naturales como creatina, ashawandha y vitaminas, entre otras. Nada que me haga daño y solo me fortalezca. Día a día. Pasaron unos meses y me comencé a ver distinto yo mismo. Esos pequeños cambios que iban apareciendo me motivaban a seguir. Aún estoy a mitad de camino, pero el ánimo, la fuerza y la motivación comenzaron a renacer dentro de mí. Había pasado mucho tiempo y muchos intentos para por fin recuperar las ganas de mejorar. Despertarme sonriendo, irme a dormir con ganas de vivir el día siguiente eran cosas que extrañaba y necesitaba. Sigo siendo un renegón, susceptible a menosprecios e incomodidades; cada vez sé manejarlo mejor. Y a eso apunto. Ser lo suficientemente fuerte, en todo sentido, para que nimiedades no logren sacarme de quicio y saber ignorarlas. Ya que al final no tengo nada que demostrarle a nadie más que a mí.
Eso de mente y cuerpo es una realidad. Lo que muchos no entienden es que es todo junto, como uno. No son dos caras de una moneda; es la moneda entera. Mente y cuerpo son lo mismo. Y cada uno tiene su propia metodología. En mi caso, no soy un buen gestor ni planeador, así que tengo que ir adaptándome mientras actúo. Me despierto y no tengo que pensar ni dudar. Pensar en qué harían mis fuentes de inspiración e ir a entrenar; después mi día se ordena solo y avanzo. No digo que sea la manera exclusiva de hacer las cosas: cada uno tiene su propia fórmula y parece que ya encontré la mía. Sin pastillas ni torturas mentales. No escribo esto para que hagan lo mismo que yo. Más bien, para motivar a quienes creen que ya no hay nada que hacer: siempre se pueden probar nuevos acercamientos para lo que quieras y así, solamente así, haciendo cosas es que cambian las cosas. Ahora disfruto de escribir, leer, ver películas como lo hacía cuando era niño. En lo que antes parecía disociarme, ahora estoy presente. Me gusta pensar que con estos cambios la gente que me rodea también está más tranquila y contenta. Así es sentirse bien, tal como lo imaginaba.









