Las revelaciones de Panorama, este domingo, sobre el expremier Guido Bellido -uno de los presuntos activos políticos del régimen-, ponen en evidencia, una vez más, que hemos caído en manos de personas que se han cubierto bajo el manto de la reivindicación popular y solo han llegado al Estado a medrar de él, otorgando puestos de trabajo, obteniendo privilegios, ganancias ilícitas o abiertamente cometiendo actos de corrupción.
Y a ese gobierno, presidido por alguien que, como Pedro Castillo, adolece de los mismos males, el cardenal Barreto le ha extendido el beneficio de la duda, creyéndolo capaz de encaramarse sobre su propia mediocridad y relanzar un gabinete de ancha base con un Premier empoderado que acabe con todas estas gollerías de sus allegados.
Eso es, prácticamente imposible que ocurra. Castillo no va a soltar la marmaja, porque sabe, además, que tiene el apoyo incondicional de su bancada, la de Perú Democrático y la humillante anuencia de Juntos por el Perú, lo que le permite estar a salvo de cualquier proceso de vacancia.
Mientras Castillo pueda sobrevivir, le va a importar un comino cambiar. ¿Para qué lo va a hacer? ¿Para obtener grandeza política y darle dignidad y solvencia moral a su gobierno? Estos son adjetivos y palabras que escapan a su alcance.
Por eso -insistimos- el camino va por una reforma constitucional (66 votos y referéndum) que permita el adelanto de elecciones y que en el tiempo que ese proceso demore (porque va a demorar más que una vacancia), el Congreso aproveche de emprender una reforma política que nos libre en el siguiente proceso electoral de que un improvisado radical vuelva a tomar las riendas del poder.
No es solamente un acto de compromiso con el presente y evitar la destrucción del Estado que Castillo está perpetrando, sino con el futuro, ya que ese país desinstitucionalizado, anómico y con la calidad de vida por los suelos que el actual régimen legará, será el terreno fértil para una candidatura disruptiva como la de un Antauro Humala, ya libre en cancha, que lo primero que va a hacer es acusar a Castillo de felón y tratará de capturar nuevamente los bolsones andinos prestos a ese discurso antiestablishment.
Hay mucho en juego respecto del futuro de la república, para que el Congreso se adormezca y no actúe en consonancia con el grave riesgo social que implica dejar a Castillo culminar su mandato.