Salvo un pequeño esfuerzo de tres o cuatro personajes de la oposición -y que no se entiende por qué se maneja con tanta reserva-, no hay mayor tratativa para consolidar que en las próximas elecciones haya, a lo sumo, una o dos candidaturas de derecha y una o dos de centro. Y no más, no las 27 (¡así como lo lee!) que hoy existen y siguen su curso particular, sin intenciones de unir voluntades.
Las fuerzas democráticas de oposición no pueden guardar perfil bajo ni contener protagonismos en momentos como los actuales. El desánimo conduce a una situación en la cual los extremos radicales saldrán beneficiados en una coyuntura electoral venidera. Ese es el riesgo del colapso estatal que está perpetrando Castillo y la aparente resignación que se aprecia en la clase política y en la ciudadanía.
Hay que activar, por ello, todos los recursos disponibles para que políticos dinámicos y protagónicos generen expectativas ciudadanas que movilicen desde ya ánimos y voluntades. El Perú no puede caer, en el futuro, prisionero del fuego incendiario por culpa de la apatía o la desesperanza que producen un gobierno y un Congreso terriblemente mediocres.