Mejor sin ídolos

Mejor sin ídolos

Efectivamente, Atlas se está sacudiendo y el mundo está temblando. Felizmente, en cuestión de ídolos, solo tengo a Ronaldo, el gordo. A este paso, vale más un genio del fútbol, fiestero, fumador y carismático que un presidente o un aclamado académico.

[MIGRANTE AL PASO] Llegó un amigo de Londres, solo de visita por Navidad y Año Nuevo. Hay algunas personas con las que puedes hablar de todo, una mezcla de nivel intelectual balanceado y confianza de amistad cercana. Nos fuimos a dar vueltas por la Costa Verde, en Audi yendo a toda velocidad. Suena pretensioso, mejor dicho, lo es; pero ¿acaso importa? Estos últimos años han puesto en duda muchos elementos que antes daban pie a prejuicios. Dos jóvenes en un carro de lujo: alguien externo podría pensar “mira a esos hijitos de papá, mira qué escandalosos” e, incluso, si alguien está amargado con la vida, puede llegar a prejuicios aún mayores. Claramente, en el fondo solo refleja lo que ellos piensan de sí mismos.

—¿Viste las nuevas fotos del file de Epstein? —me pregunta.

Yo estoy sin redes sociales, así que no tenía ni idea. Muchos personajes conocidos, ídolos de muchos, involucrados o, por lo menos, figuran en las fotos. Ya no se puede confiar en nadie y está claro que la gente más poderosa, de cualquier ideología política y profesión, quienes tienen las riendas del mundo, no son más que unos desadaptados perversos y, en demasiados casos, delincuentes.

Parámos en Punta Roquitas para meternos un chapuzón. El sol ya se está poniendo potente y calcinante. Rodeados de gente común: niños jugando, grupos de amigos tomando sol, echados en las clásicas rocas de canto rodado de estas playas. Mientras enterraba mis pies en las piedras hasta llegar a la parte mojada, con la espalda quemándose, pensaba: de todos los que están a mi alrededor, ¿se puede confiar en alguno? Si dentro del 1 % más poderoso creo que ninguno se salva de asquerosidades, ¿por qué quienes están a mi alrededor serían diferentes?

Un extranjero que quería entrar al mar se me acercó. Me pidió que le cuide sus zapatillas y su celular. Acepté y no pasó nada. Por otro lado, un serenazgo les hacía problemas a unos adolescentes que no hacían nada. Literalmente los estaban molestando solo por cómo estaban vestidos. ¿Qué comparte ese serenazgo con los que aparecen en el escándalo? Solo se me ocurre la ilusión de poder. Obviamente, en magnitudes incomparables. De nuevo me preguntaba si es verdad que el poder atrae a los peores y corrompe a los mejores. No lo sé. Solo tengo claro que jamás me involucraré en política. Estaré pendiente, pero no seré partícipe. Sería como entrar al infierno. Imagínense: creo que solo con pisar el Congreso ya pierdes un poco de humanidad.

La rebelión de Atlas. Un libro de una tonelada que me demoré un año en leer. Genial. Muy criticada la autora, Ayn Rand, por sus posturas liberales y capitalistas. No estoy muy al tanto, pero no sé cómo esperan que piense alguien que huyó de San Petersburgo en plena Revolución bolchevique, donde su familia perdió todo. Yo entiendo perfectamente que odie las ideologías colectivas y el totalitarismo. En esta novela en particular, los líderes políticos y gobiernos pierden el apoyo de los verdaderos líderes productivos: científicos, pensadores, artistas y más. La rebelión consiste en que estos se retiran y desaparecen voluntariamente. Sin los que sostienen al mundo, este colapsa. La diferencia actualmente es que estas “verdaderas mentes productoras” también están involucradas en el desmadre que se está armando en el mundo. La verdadera rebelión la están haciendo investigadores y servicios de inteligencia sin nombre, desenmascarando de a pocos quiénes son en verdad quienes nos lideran. Se está poniendo a prueba si la verdad realmente importa.

Con este amigo nos trasladamos al mismo tiempo de la Universidad de Lima a la Católica. Una de mis incontables incursiones académicas fallidas. De todas maneras, algo aprendí. En una de las tantas clases de Lengua que tuve, descubrí a este señor barbudo, viejo y con cara de buena gente. Parecía Papá Noel. Siempre se escuchaban rumores de que podías escribirle correos con dudas o ideas y él te las respondía. Probablemente, la máxima eminencia de la lingüística en el mundo. Para muchos, un genio; casi un mesías del socialismo por ser un referente moral. No lo he estudiado, solo superficialmente. Hace unos días salió una foto del anciano Noam Chomsky junto a Epstein en su avión privado. ¿Adónde iban? No se sabe. ¿Basta esa evidencia para incriminarlo? No. Sin embargo, dudo que se hayan encontrado para tener clases de lengua. Una imagen poco coherente para un feroz crítico de las grandes corporaciones, la concentración de poder y el capitalismo. Es por este tipo de cosas que la desconfianza prima en esta época. Efectivamente, Atlas se está sacudiendo y el mundo está temblando. Felizmente, en cuestión de ídolos, solo tengo a Ronaldo, el gordo. A este paso, vale más un genio del fútbol, fiestero, fumador y carismático que un presidente o un aclamado académico. Por no comentar también el caso de Stephen Hawking.

Aun así, doy vueltas por la Costa Verde, con el inmenso paisaje. Relajado, con ganas de viajar y explorar ruinas antiguas. Riéndome con mi amigo. Sin ídolos, estoy más tranquilo. Se va a dar a conocer pronto una gran cantidad de información y mucha gente estará decepcionada. Aun así, no vamos a conocer ni un poco de lo que en realidad sucede. No hay mayor tontería que escuchar a políticos o leer periódicos todos los días, pero más tonto es creerlo. Igual, me mantengo curioso por saber qué pasará luego de la caída de los ídolos.

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