
Se llama Renzo Martín Vassallo Zagal, y prometía transformar el viejo taller de mecánica familiar en un edificio moderno, elegante, rentable. Para los Aquino Deza, propietarios de ese inmueble desde hacía más de cuarenta años, la oferta sonó a oportunidad. Sin embargo, para ellos, como para cientos de familias más, fue el inicio de una pesadilla que aún no termina. Así lo revela una investigación periodística del programa Contra Corriente, quien descubrió una modalidad de estafa hasta en tres modalidades y donde una alimenta a la otra, engañando al mismísimo Estado peruano con este engaño sistemático.
Así comienza la historia de la gran estafa inmobiliaria, una operación que se extendió por toda Lima y tiene como protagonistas a tres hermanos peruanos, dos de ellos nacidos en el Paraguay —Renzo Martín, Franco Alfonso y Arturo Javier Vassallo Zagal— que han construido un imperio ficticio a través de promesas, contratos, redes sociales y un arsenal de apariencias.

Esta es una trágica historia contada por quienes perdieron todo, y que hoy emerge como una de las estafas inmobiliarias más audaces y dolorosas de los últimos años en Lima.
- LA CONFIANZA COMO PUERTA DE ENTRADA
Sus víctimas coinciden en señalar que la estrategia de Renzo Vassallo siempre comenzaba igual: cercanía, simpatía, religiosidad y una narrativa de supuesto éxito empresarial que se repetía en TikTok y YouTube, donde aseguraba haber levantado 12 proyectos inmobiliarios en cinco años.
Los testimonios recogidos lo describen como un joven de discurso fluido, confiado, capaz de ganarse la fe de cualquiera en una sola visita. “Nos dijo que era devoto del Señor de los Milagros”, recuerda una de las afectadas. “Eso me dio confianza”, confiesa otra, que más adelante perdería un millón de soles.
El guion de los hermanos Vassallo Zagal estaba preparado: hablar de progreso, de sueños, del futuro. Asegurar que el departamento propio estaba a la vuelta de la esquina. Mostrarse como emprendedores en ascenso, respaldados por la empresa Corporación Revaza y la inmobiliaria Desarrolla Más, marcas que inundaban redes sociales con videos de maquetas digitales y presentaciones impecables. Y así, con esa mezcla de juventud y aparente prosperidad, los Vassallo se presentaban ante familias enteras que solo querían asegurar un techo para sus hijos.
Renzo no actuaba solo. Sus hermanos, Franco y Arturo Javier completaban el trío que llevaría el fraude a niveles inesperados. Tres jóvenes que viajaban por el mundo, publicaban fotos de lujo y celebraban “avances” de construcciones que nunca se iban a ejecutar.
Todo esto mientras captaban dinero de familias que confiaban ciegamente en la palabra del promotor. Para ellos el sueño del departamento propio se ha convertido en una interminable pesadilla de la cual no pueden despertar en medio de una horrible sensación de impunidad.
- EL CASO QUE DESTAPÓ EL ENGAÑO
La historia de los Aquino Deza condensa el primer nivel de esta gran estafa. Cuando aceptaron negociar con Renzo Vassallo, acordaron entregar su terreno valorizado en 1 millón 95 mil soles a cambio de ocho inmuebles en el nuevo edificio: tres departamentos, cinco cocheras y dos almacenes. El contrato llevaba la firma de un notario y parecía impecablemente legal. Incluso pidieron un préstamo para entregar el predio saneado, confiando en que recibirían lo prometido en octubre de 2022, dos años y medio después de haber formalizado el trato. Cinco años después, nada de eso ocurrió.

Mientras la construcción avanzaba lentamente, los acreedores comenzaron a reclamar deudas millonarias. “Corporación Revaza”, la compañía que los hermanos Vassallo Zegal habían inscrito en 2021, con un capital social de apenas mil soles, no podía cubrir los gastos. El edificio terminó siendo rematado, y los nuevos propietarios no reconocieron ningún compromiso previo.Los esposos, que por muchos años vivieron de su taller de mecánica instalado en el terreno que entregaron a los Vassallo, quedaron sin terreno, sin departamentos y sin ahorros. Y, lo más preocupante para ellos y sus descendientes, sin el taller de mecánica que por mucho tiempo fue el sustento de la familia. El daño emocional fue devastador. “Me indignó tanto que me dio un infarto en los dos ojos… pensé en mi vejez”, dice Martha, conteniendo las lágrimas.
Todo lo que habían trabajado en cuatro décadas se fue en cuestión de meses. Hoy se sienten impotentes porque los abogados consultados han descubierto que el edificio que logró construirse en su terreno ya nos les pertenece a las empresas de los hermanos Vassallo Zegal. Otros propietarios, supuestos acreedores que ejecutaron las garantías, ahora desconocen los contratos y los derechos no solo de la pareja que dio el terreno, también de los que adquirieron en planos los departamentos que se construyeron.
III. LA MISMA HISTORIA, OTRA DIRECCIÓN
En Magdalena, en la calle Inclán, otra familia cayó en la misma trampa. Los Suárez entregaron la casa de sus padres a cambio de ocho departamentos. El terreno fue demolido hace tres años, pero la obra nunca comenzó. Los departamentos, aun así, ya estaban completamente vendidos.

El patrón se repetía: terreno entregado, casa demolida, promesa de departamentos, venta anticipada, redes sociales inundadas de maquetas, retrasos injustificados, exigencias de paciencia y, finalmente, abandono total.

“La empresa se paralizó”, cuenta Marilú Escobar, una de los afectadas. Lo que nadie sabía entonces era que el proyecto nunca tuvo la intención de avanzar. “Era un contrato criminal”, denuncia la abogada Eloísa Jara, que defiende a algunos de las decenas de agraviados de esta estafa inmobiliaria en serie y millonaria. Según la abogada solo buscaban tener el proyecto armado para atraer a más personas y seguir ruleteando los proyectos en un perverso carrusel que está arrastrando a muchas familias.
- EL SEGUNDO NIVEL: LOS PROYECTOS FANTASMA
La estafa no se limitaba a intercambiar terrenos por departamentos inexistentes. También incluía una agresiva campaña de preventas que se extendió por varios distritos. Los hermanos Renzo, Franco y Arturo Vassallo Zagal ofrecían proyectos de lujo a precios accesibles: departamentos desde 9500 soles en preventa al “Affinity” en La Perla; 11 200 soles en la calle Pilcomayo, en Breña; 18 100 soles en Aquarela, Magdalena; 23 000 soles en Inclán Park; 15 000 soles en Zentrico, Pueblo Libre. Siete proyectos distintos, casi todos vendidos al 100% en planos, pero cero con ejecución real. Los depósitos desaparecían. Las oficinas cerraban. Las páginas web se desactivaban. Los teléfonos dejaban de contestar.



Cuando las víctimas comenzaron a organizarse y exigir devoluciones, los Vassallo Zagal intentaron maniobras aún más desfachatadas: ofrecer departamentos de otros proyectos, desplazar a propietarios originales, reorganizar supuestas listas de entrega.
El objetivo era siempre el mismo: ganar tiempo, seguir captando dinero y multiplicar la estafa en cadena. El carrusel de estafas les funcionaba.
- EL TERCER NIVEL: LA INCURSIÓN EN EL ESTADO
Pero quizás lo más sorprendente —y escandaloso— ocurrió en el tercer nivel de operaciones. Los hermanos Vassallo Zegal no solo engañaron a familias enteras: con el dinero recaudado se lanzaron a licitar con el Estado peruano.
En enero de 2024 inscribieron una nueva empresa: Perú Investment SAC.
Con ella lograron ganar dos licitaciones con Provías Nacional, del Ministerio de Transportes y Comunicaciones:

Una por 164 millones de soles, para el mejoramiento de carreteras en Celendín, Cajamarca. Y otra por más de 143 millones para la conservación vial de una carretera de penetración que une la provincia de Concepción y Puerto Ocopa en la región Junín (https://apps.osce.gob.pe/perfilprov-ui/ficha/20608595849).
Más de 300 millones de soles en contratos públicos basados en un espejismo: una solvencia económica falsa, construida con los ahorros que cientos de peruanos habían confiado a una inmobiliaria que nunca tuvo la capacidad real de ejecutar una sola obra (https://apps.osce.gob.pe/perfilprov-ui/ficha/20608595849/contratos).
Las carreteras adjudicadas hoy están abandonadas. Los proveedores denuncian falta de pago de la nueva fachada empresarial de los Vassallo Zegal. Y mientras tanto, estos hermanos, con mucha ambición y pocos escrúpulos, continúan viajando por el mundo, como muestran los registros migratorios obtenidos por esta investigación.
- EL ROSTRO HUMANO DE LA ESTAFA
Detrás de los números y documentos hay vidas destrozadas. Personas que confiaron en que un departamento sería el legado para sus hijos. Padres que creyeron haber asegurado su retiro. Familias enteras que vendieron propiedades, pidieron préstamos, hipotecaron terrenos, solo para descubrir que habían sido víctimas de un fraude perfectamente diseñado. Y el propio Ministerio de Transportes y Comunicaciones que firmó contratos, entregó adelantos y también lo estafaron.
Una mujer entregó un millón de soles. Otra familia vendió su casa por 800 mil dólares y quedó con las manos vacías. Los compradores que ingresaron en las preventas perdieron ahorros que les tomó décadas reunir.

Cada uno tiene una historia distinta, pero un sentimiento común: vergüenza, impotencia, rabia. “Nos engañaron completamente”, dicen. “Destruyeron nuestro futuro”, gritan.
VII. LA ESTÉTICA DEL ENGAÑO
La maquinaria de los hermanos Vassallo funcionaba gracias a una fachada cuidadosamente construida. Todo entraba por los ojos:
– Videos profesionales en YouTube.
– TikToks mostrando avances inexistentes.
– Maquetas virtuales, oficinas con pantallas gigantes.
– Publicidad llamativa.
– Ferias inmobiliarias donde prometían entregas en menos de dos años.
Cada detalle contribuía a generar credibilidad.
El discurso era siempre el mismo: modernidad, eficiencia, innovación. Las redes sociales mostraban celebraciones, brindis en edificios que no existían, recorridos por departamentos aún no construidos.


La realidad era otra: terrenos abandonados, mallas azules cubriendo ruinas, estructuras paralizadas, deudas millonarias con constructoras. Y nuevas empresas o acreedores que aparecen como propietarios de los terrenos o el único edificio que lograron construir en Miraflores porque los Vassallo también incumplieron con pagarles. Es decir, los estafados no tienen de dónde cobrarse lo que les deben.
VIII. LOS AFECTADOS LEVANTAN LA VOZ
El punto de quiebre llegó cuando los afectados, al ver que ningún proyecto avanzaba, comenzaron a investigar por su cuenta. Descubrieron que los números no cuadraban. Las oficinas estaban vacías. Las razones sociales eran múltiples, pero las personas responsables eran siempre las mismas.
Intentaron conciliar, pero la inmobiliaria ofrecía soluciones absurdas: “podemos darle un departamento de otro proyecto”, decían. Pero ese otro proyecto tampoco existía.
Cuando la historia empezó a hacerse pública, Renzo Vassallo prometió dar la cara. “No reconozco ninguna estafa”, dijo en una breve llamada. Nunca volvió a responder.
Desde entonces, tanto él como sus hermanos permanecen en silencio, mientras los afectados acumulan denuncias y exigen justicia.
- LO QUE VIENE AHORA
La gran pregunta es: ¿cómo una estafa de esta magnitud pudo operar durante tantos años sin ser detenida? Los documentos muestran un esquema sofisticado, en el que se usaba un proyecto para financiar otro, y así sucesivamente. La técnica no es nueva, pero este clan la perfeccionó al combinarla con la estética digital: redes sociales, marketing, preventas, influencers, promesas, contratos bien escritos.
Hoy, la historia está en manos de abogados, fiscalías y víctimas que se organizan para recuperar, aunque sea, una parte de lo perdido. Pero mientras tanto, los proyectos siguen paralizados, los terrenos siguen abandonados y las familias continúan sin respuestas.
- EPÍLOGO: UNA HERIDA ABIERTA
“Renzo… no tenemos nada”, dice Martha Deza de Aquino con voz quebrada. Su frase resume lo que cientos de personas sienten en este momento: que todo su esfuerzo se esfumó en manos de un grupo de jóvenes que supo explotar el sueño más legítimo de cualquier familia: tener su propio hogar.
La estafa de los hermanos Vassallo Zegal no solo es un fraude empresarial. Es una historia de confianza traicionada, proyectos truncos, vidas afectadas y un Estado engañado.
Una historia donde los culpables aún no rinden cuentas, donde las víctimas siguen esperando justicia, y donde cada terreno vacío es un recordatorio del daño causado. Una historia que recién empieza a revelarse. La gran estafa inmobiliaria empieza a descubrirse.







