[OPINIÓN] Lima tiene muchas tradiciones: el caos, el humo, los baches… y la confirmación periódica de que el pelotudo organizado existe, respira y firma autorizaciones. Hoy, jueves 27 de noviembre, algún genio con lapicero decidió, una vez más, que era una brillante idea cerrar la Costa Verde para darle paso al deporte organizado. Una obra maestra del absurdo. Un homenaje a la estupidez con sello institucional.
Evidentemente, este iluminado no vive en Barranco, ni en Miraflores, ni en Chorrillos. Tampoco trabaja en el Centro de Lima. No. Su especialidad es joder desde la comodidad de un escritorio, café en mano y sin el menor contacto con la realidad. Porque hoy, miles de vehículos —privados, públicos, camiones y hasta motos que ya no saben por dónde meterse— tuvieron que invadir las calles residenciales de varios inocentes distritos para llegar a su destino… tres horas más tarde.
Pero volvamos al punto: hay que ser muy pelotudo para autorizar semejante despropósito. Cronómetro en mano: cruzar Barranco toma dos horas y diez minutos, con suerte y buen humor. ¿Y todo esto para qué? Para que cuarenta entusiastas corran felices por una vía principal. Algo que podrían hacer dando vueltas al Estadio Nacional o, si tanta adrenalina requieren, en la carretera al sur. Pero no. Tenía que ser en el corazón de la ciudad. En día laboral. Porque joder al prójimo parece ser parte del entrenamiento.
Y ni hablar de quienes trabajan en la Costa Verde: pescadores, empleados de clubes o gente que baja diariamente a hacer deporte desde temprano en la mañana. Solo ahi hay más deportistas que los cuatro gatos que hoy trotan escoltados por una legión de policías motorizados cuyo valioso tiempo se desperdicia cuidando la pelotudez autorizada.
Sería útil —por cultura general— publicar la foto del pelotudo que aprobó esto. No por mala fe, sino para saber a quién agradecerle el deterioro de las calles, de la paciencia y del humor con el que uno pretende empezar el día. Para poder señalar al pelotudo de turno que arruinó cualquier proyecto matutino convirtiendo el día en una noche oscura sin esperanza.
Sin esperanza porque esta brillante decisión se repite, intermitentemente durante el año, como recordatorio de que siempre se puede ser más inepto… y mientras tanto, cientos de policías vigilan que se cumpla la pelotudez, en lugar de vigilar las calles donde realmente se les necesita. Un detalle no menor, total, ¿quién necesita seguridad cuando se puede custodiar un absurdo?
En fin. Qué culpa tiene el tomate de estar tendido en la mata.







