Pie Derecho

Si la necedad de algunos líderes parlamentarios de Fuerza Popular o Renovación Popular, en el afán de presidir sí o sí la próxima Mesa Directiva del Congreso, hace que naufraguen las negociaciones con las bancadas del centro y éstas terminen acercándose a Perú Libre, la ausencia de contrapesos al Ejecutivo será directa responsabilidad de la derecha peruana.

En la práctica, luego de la deserción del congresista Héctor Valer, la izquierda tiene 43 parlamentarios, el centro 44 y la derecha 43. Las negociaciones, tal cual se han planteado hasta el momento, incluyen la pretensión de Perú Libre de presidir el Congreso y lo propio por parte de la derecha, pero ha surgido la intención de los congresistas del centro (Acción Popular, Alianza para el Progreso, Podemos, Somos Perú y morados), de unirse y aspirar a lo propio.

Lo sensato por parte de la derecha es ceder en sus pretensiones maximalistas y entender que lo más importante en estos momentos es consolidar un grupo parlamentario de centroderecha que sume 87 votos, una cifra políticamente significativa, porque basta ese número de parlamentarios para elegir magistrados del Tribunal Constitucional, directores del BCR… y para vacar al presidente Castillo.

Ese mensaje es potente si el presidente electo se pretende zurrar en la Constitución para llevar a cabo el malhadado intento de convocar a una Asamblea Constituyente por fuera de los cánones que la propia Constitución establece. Y además sería muy importante que la mayoría del país encuentre cabal representación en la primera Mesa Directiva (todas las encuestas muestran con claridad que las tesis radicales de Perú Libre son aprobadas por una minoría).

Castillo debe entender que la moderación de sus propuestas económicas y su acotamiento de una Asamblea Constituyente son la piedra de toque básica para poder gobernar sin sobresaltos. Si el Congreso soberanamente le da el mensaje de contrapeso necesario con una Mesa Directiva no oficialista habremos empezado ese camino posible en mejor término que si la terquedad de algunos congresistas de la derecha termina entregándole el triunfo al lápiz.

Se vienen tiempos difíciles. El gobierno entrante está demasiado cargado ideológicamente y alberga un sector radical que pretende imponerse al resto. Si desde adentro Castillo no sabe cómo resolver ese problema, pues desde fuera deberá recibir un mensaje político claro y contundente que por ese sendero no se llega si no a punto muerto de gobernabilidad.

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Asamblea Constituyente, Hector Valer, Pedro Castillo

El último mensaje de Keiko Fujimori es políticamente equívoco. Si bien reconoce el triunfo de Castillo luego de la proclamación del Jurado Nacional de Elecciones, lo considera a la vez ilegítimo ya que nacería de un presunto fraude en el que la excandidata no deja de insistir con terquedad digna de mejor causa.

A nadie le quedan dudas de que si Castillo se ensoberbece y cree que haber ganado con las justas le otorga el derecho de refundar la República en base a una cuestionable Asamblea Constituyente y además desoye los mandatos de moderación económica, ameritará una dura y férrea oposición democrática desde el Congreso y desde las calles movilizadas, ya que la inmensa mayoría del pueblo peruano no está de acuerdo con la deriva chavista ni nada que se le parezca.

Pero si Castillo se modera efectivamente y además recula en el tema de la Constituyente y la acota a lo que decida el Congreso o a algunas reformas constitucionales puntuales, lo que merece es libertad política para poder trabajar y desplegar un programa económico de centroizquierda dentro de los márgenes de lo viable. Y para ello va a necesitar de cierto respaldo congresal que en principio debería incluir también a la derecha parlamentaria donde recala el keikismo.

Pero Keiko no anuncia eso. Ella anuncia guerra anticipada a un gobernante que considera espúreo. Una vez más no reconoce su derrota, creyendo quizás, equivocadamente, que con ello no va a irritar a las huestes ultras que la han acompañado, sin percatarse de que ese esfuerzo es inútil (ya de inmediato, luego de su reconocimiento bamba a Castillo, han salido voceros extremistas a considerarla una rendida y tibia).

Comete un grosero error político Keiko Fujimori prestándole oídos a la ultraderecha peruana, que por más bulliciosa que sea, es minoritaria y lo seguirá siendo. Es más, fue por haber conservadurizado en extremo al fujimorismo, luego del 2016, que Keiko casi destruyó el partido. Solo una buena campaña de marketing en primera vuelta, sumada al acierto político de reconducirse al centro, le volvieron a dar vida en esta última elección. Debería aprender de su reciente historia si quiere seguir teniendo vigencia política en el Perú.

Lo que corresponde es una oposición keikista firme y hasta recia, pero leal. Y eso pasa, en principio, por considerar su derrota legal y legítima, sin cortapisas ni argucias verbales. A diferencia de algunos politólogos, no creo que Keiko sea ya un cadáver político, pero los pasos que está dando la conducen a pie firme al cementerio.

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Asamblea Constituyente, Keiko Fujimori, Pedro Castillo

Es un evidente despropósito que una fiscal denuncie por el delito de sedición a periodistas de Willax. Este canal es una fábrica de sensacionalismo, campañas insidiosas y propalación premeditada de fake news, lanzados con el solo afán de generar atención pública, pero el único juicio que se puede hacer sobre ello pasa por los televidentes y su decisión de ver o no ese medio de comunicación, no por la desprolija y apresurada iniciativa de una magistrada del Ministerio Público.

Pero más grave que este entuerto judicial en el que el canal de marras se halla incurso, es el hecho de que nada menos el presidente electo Pedro Castillo haya firmado una solicitud junto al inefable personaje de Julián Palacín, pidiéndole al Ministerio de Transportes y Comunicaciones a que tome acción contra el canal por haber, supuestamente, cometido faltas éticas.

Por supuesto, los canales de televisión, al utilizar el espectro radioeléctrico del Estado, están sujetos a ciertas normativas públicas, pero ninguna de ellas atañe a la libertad periodística del medio. Si un canal incumple las normas técnicas pues recibirá una sanción y si un periodista difama o comete perjurio están abiertos los tribunales penales para querellarlos y eventualmente sancionarlos, pudiendo ser el canal tercero civil responsable.

Pero lo que está detrás de esta iniciativa parece corresponder a la idea extendida de que los canales privados, solo por el hecho de utilizar una banda estatal, se deben comportar en base a criterios uniformes, neutrales y acomedidos respecto del poder de turno. Los canales privados no son ni deben ser el canal del Estado. Son empresas privadas dueñas de la concesión y como tales tienen absoluto derecho a utilizar su parrilla periodística como les venga en gana, solo sujetos a las regulaciones administrativas y penales ya conocidas y referidas.

En algún momento corresponderá evaluar la entrega de las concesiones televisivas a dedo que en el Perú se han hecho y volver a licitar las frecuencias, como corresponde, y hacerlo así cada cierto tiempo, no entregar las concesiones a perpetuidad, como acá sucede. Pero ese es otro tema.

Hoy corresponde estar alertas frente a la amenaza que se cierne sobre la libertad de prensa si el futuro Presidente cree que su ministro de Transportes tiene algo que decir sobre los contenidos periodísticos de los canales de televisión y las radios locales.

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Fake news, Pedro Castillo, Willax

Que voceros del gobierno entrante declaren que se van a dedicar primero a hacer una auditoría del proceso de compra de vacunas, es una pésima señal del ánimo con el que entran a Palacio y que ojalá no sea extensivo a otros predios del quehacer gubernativo.

Quizás lo que mejor ha hecho el gobierno de Sagasti haya sido el proceso de compras de vacunas y la ejecución del plan de vacunación. Y que sin siquiera esperar a que los comités de transferencia sectoriales les informen a los encargados de Perú Libre cómo se ha hecho y se ha planificado el proceso, ya salgan a declarar en plan vindicativo, es un mal augurio del tipo de gestión que se avecina.

Ha tenido tiempo el presidente electo, Pedro Castillo, mientras demoraba su proclamación por las argucias de Fuerza Popular y allegados, para zanjar varios temas. Primero, qué va a hacer con Vladimir Cerrón y el partido que lo cobijó para llegar a Palacio (y que ya se ha visto cómo espera con angurria los cargos públicos). Segundo, qué línea económica va a seguir, si la moderada que prefiguran nombres como los de Pedro Francke o Alonso Segura, o si se ceñirá al mandato original radical del ideario de Perú Libre. Tercero, qué piensa hacer con la Constitución: ¿cambiarla radicalmente con una Constituyente? Si es así, ¿bajo qué modalidad lo piensa hacer (referéndum, reforma del 206, cuestión de confianza, etc.)? Cuarto, quiénes conformarán su gabinete ministerial y el consecuente despeje de dudas de cuán amplia y plural será su convocatoria.

No deben pasar muchos días u horas para que Castillo efectúe anuncios claros respecto de los temas señalados. Arranca con el marcador en contra. Lamentablemente, se han asentado en un sector importante de la población las dudas sobre la legitimidad de su mandato, tiene una derecha en pie de guerra movilizada en su contra y no tiene mayoría congresal propicia.

Lo peor que podría pasar es que Castillo pierda valioso tiempo en supuestamente ajustar cuentas con el gobierno saliente y no dedicarse prontamente a gobernar efectivamente, con toma de decisiones rápidas, anuncios puntuales y despliegue de acciones inmediatas.

Algo extraordinario tendría que ocurrir para que un gobierno como el de Castillo sea bueno. Los astros están alineados en su contra y lo más probable es que la suya sea, en el mejor de los casos, una gestión muy mediocre. Veremos en sus primeros pasos si se cumplen nuestros pronósticos u -ojalá- nos desmiente y sorprende.

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Pedro Castillo, Perú Libre

¿Llegó para quedarse el discurso radical de derecha, ultraconservadora, clasista y racista, cuasi fascista que en algunos casos se ha disfrazado de liberal muchos años y hoy se ha sacado la careta desembozadamente (logrando criar algunos retoños contemporáneos con el mismo discurso)?

Hay quienes sostienen que estos son buenos tiempos para su desarrollo. No solo por la crisis económica -que suele ser caldo de cultivo para su desarrollo- sino también por el desorden social y la urgencia concomitante de valores (Dios, patria, familia, etc.), la oposición al comunismo (encarnado en Pedro Castillo) y el rechazo a lo extranjero (dada la migración venezolana).

Por supuesto, no hay que perderla de vista, porque su crecimiento sería una abierta amenaza a la democracia liberal y supondría un retroceso en los reales avances republicanos que hemos logrado las últimas décadas.

Pero hay que acotar mucho la amenaza de su expansión. Primero, lejos de avenir una crisis económica, si Castillo no comete exabruptos radicales -entre ellos la Asamblea Constituyente-, todo prefigura un venidero periodo de bonanza, producto en gran medida de circunstancias externas; el desorden social genera conservadurismo, pero hay que recordar que las principales víctimas de ello no son las élites de la DBA sino los sectores populares que le suman a ello otras urgencias mayores; la oposición al comunismo ha funcionado hasta ahora (hemos visto a personajes como Mario Vargas Llosa, Alfredo Barnechea, Lourdes Flores o Víctor Andrés García Belaunde, de reconocida solera democrática, coqueteando abiertamente con el golpismo), pero si, como todo lo hace indicar, Castillo se modera, este miedo se tornará cada vez más histérico, minoritario y desfasado; finalmente, difícilmente la aversión al migrante venezolano cuaje en una opción política, dado el carácter nacional de ser un país de migrantes de todas las etnias y procederes, y hay que considerar además el carácter étnico minoritario de las élites.

En el nudo de la tormenta de todas las crisis, como la que pasamos en plena primera vuelta, un grupo ultraconservador como el de López Aliaga apenas obtuvo 9.55% de los votos y la mejor manera de darse cuenta de que no era un voto ideológico de ultraderecha sino una reacción expectante a un candidato disruptivo, fue que en la segunda vuelta, casi un 20% de los votantes de López Aliaga lo hicieron por Castilllo, supuestamente ubicado en las antípodas ideológicas y políticas.

La ultraderecha es bullanguera, tiene respaldo de grupos económicos, tiene medios de comunicación alineados, pero carece de base sociológica para prosperar. Es muy difícil que la DBA, a rostro descubierto, logre dejar de ser una expresión antidemocrática minoritaria.

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DBA, Pedro Castillo

En lugar de estar perdiendo el tiempo en conspiraciones golpistas o violentistas, la derecha haría bien en empezar a pensar cómo conforma una mayoría parlamentaria capaz de contener los arrestos constituyentes del presidente electo, Pedro Castillo, quien parece no entender que no es el momento, que no tiene la fuerza política para hacerlo y que además arruinará su aparente opción de moderación económica.

La derecha tiene 43 votos y el centro 44 (o 45 si Héctor Valer, expulsado por López Aliaga de Renovación Popular, se adhiere a este sector). Suman 88 votos, número suficiente para, inclusive, vacar a Castillo si éste decide romper los cánones constitucionales para emprender el camino constituyente, es decir, convoca a un referéndum de facto de inmediato o luego de recoger firmas (ni aunque recolecte diez millones puede saltarse el camino previo de la aprobación congresal).

Lo natural es que Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País conformen un bloque de centro derecha democrático junto con Acción Popular, Alianza para el Progreso, Podemos, Somos Perú y los morados. Juntos tienen el poder de disuasión suficiente para hacerle entender a Castillo que debe discurrir dentro de los márgenes constitucionales.

Podrá haber votación diferenciada en lo que se refiere, por ejemplo, a aprobar el paquete tributario que Pedro Francke ha anunciado respecto del sector minero o eventualmente apoyar alguna reforma constitucional puntual, pero en lo que debe haber una sólida y pétrea unidad es en impedir que Castillo apruebe la reforma del artículo 206 para conducirnos a una Asamblea Constituyente o, lo que sería más grave, que pretenda hacerlo sin seguir los preceptos constitucionales (si así lo hace, lo que corresponde de inmediato es que se procese su vacancia).

Lo más probable es que este acuerdo pase por la renuncia de Fuerza Popular y de Renovación Popular a presidir la Mesa Directiva. Sería lo más adecuado. Ambos partidos son polarizantes y será más fácil convencer al centro de sumarse a este acuerdo multipartidario si se antepone la vocación de renuncia al protagonismo.

Embarcada en teorías conspirativas absurdas, llamamientos golpistas y miradas de soslayo a actitudes violentas, la derecha se ha olvidado de hacer política y eso pasa en estos momentos por asegurar un Congreso de contención opositora.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo, Pedro Francke

En medio de la batahola generada por su proclamación, con clara realidad en contra de la opinión pública respecto del tema y con una situación fáctica congresal adversa, Pedro Castillo lanza ayer un tuit insistiendo en la necesidad de una nueva Constitución.

Esperemos que solo sea un afán de insistir en una propuesta de campaña, pensada para aquietar las expectativas de algunos de sus votantes (los más ideologizados de izquierda), pero que pronto se soslayará por la sola fuerza de los hechos.

En el Congreso, ya se sabe que desde el centro, ni Acción Popular ni Alianza para el Progreso (los grupos mayoritarios fuera de la derecha) le darán sus votos para que pueda conseguir siquiera los 66 que le permitan dar inicio a la reforma del artículo 206 que a su vez le permita al Ejecutivo convocar a un referéndum que plantee la Constituyente.

Es una iniciativa que nace muerta. A lo más que podría aspirar Castillo, sin violentar la Constitución, es a aprobar algunas reformas puntuales, pero para ello tendría que lograr cierto consenso con el centro. Si no, no hay forma, a menos que se atreva a saltarse a la garrocha el orden constitucional y que se exponga a las consecuencias legales y fácticas se semejante dislate (lo que va desde una vacancia hasta un golpe militar restaurador del orden constitucional).

Tiene tanto por hacer en materia de reformas de políticas públicas y de hacerlo desde una perspectiva de izquierda, más allá del libre mercado, en salud y educación pública, en seguridad interna para los más pobres, inclusión digital de los sectores populares, en políticas tributarias, etc., que gastar energías en impulsar un cambio constitucional suena irracional y autodestructivo. Es un homenaje fallido a un fetiche de la izquierda.

Esperemos que Castillo entienda pronto la magnitud del desafío de lograr cambios cualitativos en las materias señaladas, el mismo que excede largamente lo que anteriores gobiernos han hecho en materia de reformas, para que abandone la terca insistencia en un proceso político que tirará por la borda su gobierno.

El día que la izquierda arrase en las elecciones presidenciales, obtenga además una mayoría congresal y encuentre al país comprometido con un momento constituyente, pues nadie le podrá negar el derecho de hacerlo. Pero ese día, claramente, no ha llegado con el triunfo ajustado de Castillo, con minoría en el Parlamento y con la ciudadanía más preocupada de la urgencia pandémica y la reactivación económica.

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Asamblea Constituyente, Congreso, Pedro Castillo

La radicalización de la ya extrema derecha peruana, al punto de transitar el camino de la violencia política (es hora de ponerle coto policial a semejante actitud), puede ser solo un preámbulo de la desaparición paulatina de este sector del espectro ideológico nacional.

Si, como todo lo hace pensar, Castillo modera su propuesta económica, perceptible por los nombres que se van conociendo de su inminente gabinete ministerial, y además acota la eventualidad de una Constituyente, le quitará por completo la alfombra a cualquier escenario de polarización futura.

Además, una opción de centroizquierda, en la actual circunstancia, cosecharía los beneficios de la situación económica internacional y al cerrar brechas groseras en materia educativa y sanitaria, podría conducir a un gobierno con altos niveles de popularidad y a una atmósfera política bastante más estable que la actual.

Hay que recordar que el propio triunfo de Castillo se debió a la confluencia simultánea de crisis económica, sanitaria, social y política. Estas elecciones fueron, en ese sentido, lo más parecido a las de los 90, cuando triunfó un outsider como Fujimori.

En las elecciones de este año iba a haber un disruptivo de todas maneras. Lo fue George Forsyth buena parte de la campaña, surgió López Aliaga, luego apareció Lescano y en el tiempo preciso electoral lo hizo Castillo (si la elección era dos semanas después, probablemente surgía otro).

Nada hace pensar que el 2026 (o antes, si se cumple el sueño húmedo de la ultraderecha de vacar a Castillo) se vaya a repetir un escenario similar. Ya la pandemia estará bajo pleno control, la economía en plan de recuperación (como ya lo está), con menor conflictividad social (propia de un régimen de izquierda) y probablemente sin crisis política.

La ultraderecha solo cosecha del caos que ella misma contribuye a crear. Probablemente marque cierta agenda, más aún si se tiene en cuenta la derechización del aparato mediático televisivo, pero el bullicio caerá en saco roto si Castillo gobierna desde la centroizquierda.

La ultraderecha merece atención, sin duda. Surgió y creció en otros países por ser soslayada ingenuamente. Pero tampoco hay que regalarle una proyección de éxito cuando, más bien, todo apunta a que felizmente para la democracia peruana, haya sido solo un hipo tóxico que terminará por irse extinguiendo.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo, Ultraderecha

Queda cada vez más claro que Pedro Castillo va a necesitar del apoyo político del centro congresal si quiere gobernar con tranquilidad y además no depender de los votos cerronistas dentro de la bancada de Perú Libre.

El centro suma 45 votos en el Parlamento (43 la derecha y 42 la izquierda), con la sumatoria del congresista Héctor Valer, expulsado tontamente de Renovación Popular por Rafael López Aliaga, ya que con ello rompió la capacidad de veto que tenía la derecha, con sus 44 votos, para cualquier reforma constitucional, elección de magistrados del TC o directores del BCR.

Obviamente, no se trata de que Acción Popular, Alianza para el Progreso, Podemos, Somos Perú y los morados le otorguen sus votos a cambio de nada. El acuerdo debe pasar por la moderación económica y política de Castillo, su abandono de las banderas estatistas de la primera vuelta y de su afán de convocar a una Asamblea Constituyente a trompicones.

Esa decisión eventual de Castillo le va a costar, probablemente, una ruptura con el radicalismo cerronista, quien acaba de publicar una convocatoria a un evento para el 24 de julio donde en la práctica lo compele a Castillo a someterse a su lógica política. Castillo puede perder a doce o quince congresistas cerronistas si se aparta de la línea radical y con mayor razón va a necesitar de los votos del centro para gobernar sin sobresaltos.

Jaloneado entre la extrema izquierda cerronista y la extrema derecha lopezaliaguista, Castillo puede discurrir por los linderos de una centroizquierda legítimamente. Nadie le puede pedir que se vuelva un gobernante de derecha (lo de Humala ha marcado a sangre y fuego a la izquierda como una traición indigerible e imperdonable y sería absurdo exigirle a Castillo que se ponga el polo blanco).

La incertidumbre que existe aún respecto de cuál será la línea programática, en materia política y económica, del gobierno entrante solo se empezará a resolver luego de su proclamación y su reaparición pública concomitante, pero de antemano sería muy importante que el centro se manifieste y le haga entender a Castillo que hay posibilidad de construir puentes de gobernabilidad que no pasen por la renuncia de sus propuestas esenciales de gobierno (aumento recaudatorio, inversión potente en salud y educación, infraestructura popular, etc.). Eventualmente, inclusive, alguna reforma constitucional puntual podría ser aceptable como parte del intercambio político y el centro le daría los votos para lograr los 66 votos que luego permitirían convocar a un referéndum. Ases bajo la manga hay muchos.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo, Rafael Lopez Aliaga
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