Pie Derecho

Seguiremos en lo mismo, lamentablemente, con un Ejecutivo y un Congreso torpes y mediocres, sin ninguna reforma importante en curso, sin ninguna política pública decente, con una degradación irreversible de la atmósfera política y una parálisis económica segura (Castillo, según frase del economista Elmer Cuba, es el equivalente a un fenómeno del Niño para la economía nacional).

Y lo preocupante, no nos cansaremos de decirlo, es que ese escenario construye los cimientos psicosociales necesarios para que surja y crezca una opción disruptiva y antiestablishment una vez más en los próximos comicios electorales. Y mientras el centro y la derecha andan dormidos creyendo que la campaña debe empezar pocos meses antes de la elección, Antauro Humala ya recorre el país de palmo a palmo y se despliega en medios de comunicación regionales, que son los que en el Perú, fuera de Lima, realmente inciden e influyen. Ese es el peligro mayor que la mediocridad vigente incuba.

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Castillo, Congreso

Se advirtió en todos los tonos la desgracia política y económica que supondría una gestión gubernativa como la de Castillo. Los hechos lo están corroborando. Pero no se pensaba que el colapso pudiera ser tan profundo y que supusiese, además de mediocridad y corrupción, destrucción de la tecnocracia estatal y del buen funcionamiento de instituciones centrales del quehacer estatal peruano, como está sucediendo, con la infiltración de familiares, allegados y partidarios en puestos claves de la administración pública.

En medio de una circunstancia económica mundial de la que el Perú podría sacar provecho, este será un quinquenio perdido, lamentablemente desperdiciado por la inasible medianía de un gobernante incapaz y de una clase política opositora tan mediocre como su adversario.

Habrá que esperar, probablemente, hasta el 2026 para que acabe esta pesadilla y hacer votos para que los sectores de centroderecha depongan interés menudos particulares, se unan, y eviten que un nuevo disruptivo antiestablishment –que ya está jugando su propia carrera electoral- aparezca en el horizonte definitorio de la segunda vuelta. Y será entonces que, con mayor razón, habrá que impulsar un shock democrático capitalista que nos permita recuperar estos años tirados al tacho.

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Castillo, Dina Boluarte, Gobierno

Lo cierto es que si Castillo no alborotaba el gallinero de la forma que lo ha hecho, tenía asegurada su presencia en el poder hasta el 2026. No lo iban a sacar nunca. Hoy, que ha puesto al Congreso contra las cuerdas, ha activado a la vez el mecanismo por el que podría llevar a dicho poder del Estado a tomar decisiones tan radicales como las que el Ejecutivo pretende. Una jugada política de una torpeza inconmensurable.

Es incierto el camino de salida de la crisis a la que el Ejecutivo ha conducido, de propia mano, al país. Pero queda meridianamente claro, que no hay inteligencia ni sensatez detrás de la mano que conduce los destinos del Perú.

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Castillo, Gobierno, gobierno del peru

Hoy, que el gobierno parece empecinado en ahondar la crisis y llevarlo a niveles terminales, es hora de que el Legislativo haga política en serio, que la cosa no está para tafetanes ni para aguas tibias. Se viene, según todos los indicios (salvo que Palacio esté jugando con una irresponsabilidad de polendas con el tema, solo para atarantar al Legislativo), un golpe de Estado perpetrado por Castillo, y el mayor poder democrático de contención radica en el Parlamento. Es tiempo difícil y recio, pero es allí cuando se ve la templanza y entereza moral de quienes están en el momento justo en el lugar debido. Ese es el preciso sitio en donde están ahora sentados los congresistas electos por el pueblo.

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Castillo, Congreso, Fiscal

Diez años de dos buenos gobiernos de derecha o centroderecha, harían posible que ello ocurra y que el país se encamine firme hacia la prosperidad inclusiva y, por ende, permanente e irreversible. Hay que exigir por ello madurez a los nuevos actores políticos. Por individualismos irresponsables no podemos permitir que vuelva a ocurrir lo del 2021. Se juega mucho en las próximas elecciones: o el desarrollo sostenible con recursos para todos o el abismo insondable del autoritarismo y la pobreza.

Triste desenlace de una izquierda que, de haberse manejado con propiedad, hoy sería oposición robusta y marcaría su propia agenda, con presencia mediática significativa y trazando una estrategia promisoria para las venideras elecciones. Pero no, ha apostado por el corto plazo convenido y el país le va a cobrar la factura, sin duda.

La del estribo: gracias al Club del Libro de Alonso Cueto, he descubierto una joya, el cuento Los muertos de James Joyce. Una prosa inmejorable, un manejo de los tiempos formidable y un estilo que sorprende, sobre todo a quienes tienen la idea fija de que Joyce es solo el Ulises. Siempre hay que volver a los clásicos.

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antauro, Antauro Humala, Izquierda, verónica mendoza

Lo importante en estos momentos es sacar a Castillo del poder. Correspondería sobradamente la vacancia, por los vínculos directos del presidente con núcleos de corrupción de allegados y familiares, pero como hay un grupo de parlamentarios cooptados delictivamente por el gobierno, nunca se podrán juntar los 87 votos necesarios para proceder a ello.

Pero para una reforma constitucional, con 66 votos y referéndum posterior, en la cual se pregunte a la ciudadanía si está de acuerdo con que se vayan todos, sí hay factibilidad y el resultado va a ser abrumador a favor. Y resolvemos el problema mayor.

Ya habrá tiempo para procesar una reforma política. Hay muchas aristas al respecto que cabe discutir a profundidad y con tiempos largos. Es tarea de un mandato completo, no de meses apurados por coyunturas electorales críticas.

Se partiría de cero y allí, lo más probable es que resulte un Congreso más opositor y cuya primera tarea deberá ser vacar al presidente por haber cerrado el Congreso inconstitucionalmente, causal contenida en la Carta Magna.

Le puede suceder a Castillo lo mismo que a Vizcarra, quien disolvió un Congreso fastidioso y terminó siendo vacado por el siguiente. Y Castillo juega con fuego por gusto, porque, si no hiciese lo descrito, tiene casi asegurada su permanencia hasta el 2026, con sus propios votos, sumados a los de los congresistas cooptados con malas artes y que se suman al blindaje palaciego.

Lo que podrían ser tres años y medio más de mandato se podrían reducir a uno, si ocurre el escenario detallado, por torpeza de un régimen que solo hace lo que está haciendo porque cree que con ello sube en las encuestas y porque pone un paréntesis en la denuncia constitucional presentada por la Fiscal de la Nación y que compromete al propio presidente en un círculo de corrupción y de delitos penales.

Si Keiko Fujimori se vuelve a presentar le va a arrebatar un 10% al resto de candidatos de la centroderecha y va a lograr, por efecto indirecto, facilitarle a un candidato radical antisistema como Antauro Humala terciar por entrar a la segunda vuelta con un porcentaje menor, tal como sucedió con Castillo el 2021.

Si Keiko Fujimori tuviese alguna opción de ganar en una futura segunda vuelta no hay quién le pueda negar el derecho a intentarlo por cuarta vez (no sería la primera ni la última candidata en hacerlo en el mundo), pero dadas sus enormes falencias personales en asuntos políticos, lo más probable es que pierda contra quien sea si pasase a la segunda vuelta electoral. Y el Perú ya no puede correrse el riesgo de tomar un nuevo rumbo equivocado, esta vez más antisestablishment que de Castillo. Perderíamos el país, la democracia, el crecimiento económico y el orden social.

De acá a diez años, con mayor madurez a cuestas, con un país más enrumbado, sin riesgos antisistema a la vista, podría volver a intentarlo, pero ni ahora ni el 2026, es su momento.

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Candidatos, centroderecha, Keiko, Keiko Fuimori
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