LA HISTORIA BAJO ATAQUE. Presentismo woke vs pasadismo MAGA

En una publicación que hice en mis redes sobre el tema encontré comentarios inspiradores: “woke del presente vs woke del pasado”,  presentismo woke vs pasadismo MAGA. La historia está bajo ataque

[EL CORAZON DE LAS TINIEBLAS] Tuve la suerte de llevar clases con Franklin Pease en la facultad de Historia de la PUCP. Comprendo que fue una suerte y un honor ahora que han pasado 30 años y que puedo entender muchas cosas que antes no. Franklin no era fácil, podía molestarse con facilidad. Si te acercabas a pregúntale o solicitarle algo te arriesgabas a una respuesta a voz en cuello, intimidaba.

Pero era Franklin, era maestro, y del maestro debes recoger su fruto, cada maestro tiene uno en particular y él lo tenía, y no era en absoluto baladí: con Franklin constatabas que te estabas haciendo historiador. Lo tuve en primer ciclo de facultad y apenas le entendía. Eso me desmoralizó, citaba autores como quien menciona ciudades en un juego de charadas, y yo pensaba que nunca iba a alcanzar un nivel igual o parecido. Luego me matriculé a otro curso con él, ya al final de mi carrera, y entonces sí le entendía todo, me sentí muy cómodo, me di cuenta de que ese historiador talentoso y consagrado tenía sentado en un pupitre de su aula a otro historiador, uno muy joven y por graduarse, lleno de ganas de seguir su camino, o, más aún, el suyo propio.

Franklin era conservador, era conservador con la historia, con la disciplina histórica y creo que eso estaba bien. La cuidaba, defendía sus fueros como un castillo medieval asediado. No gustaba mucho de la transdisciplinariedad, es verdad, consideraba que nuestra disciplina tenía métodos y teoría propios, los que eran suficientes para volcarnos a la aventura de traer el pasado al presente, a través de la intervención del historiador.

Esta nota no persigue la intención de discutir las posturas del maestro Franklin que nos dejó temprano, en 1999, cuando tenía todavía mucho por ofrecernos. Dejó sin embargo, como legado, decenas de obras escritas y miles de historiadores formados.

Pero junto al merecido homenaje al Maestro, esta nota trae consigo una inquietud y que atañe una cuestión que siempre ha ocupado y preocupado a los historiadores: la invasión del pasado por el presente. Ahora estamos en la ola MAGA “Has Estados Unidos Grande Otra Vez”, slogan que se remonta a los tiempos de Ronald Reagan pero que ha cobrado inusitada actualidad en la primera y, aún más, en la segunda administración de Donald Trump.

De hecho, bajo una mirada de rescate de los valores tradiciones americanos, el inefable mandatario ha sometido a revisión los contenidos de 8 salas del Instituto Smithsonian de Washington por considerar que difunde una historia de los Estados Unidos demasiado crítica con la institución de la esclavitud, con la suerte de los sectores menos favorecidos y que niega los logros y la excepcionalidad del país. Independientemente de la postura de Trump, atendible como todas, queda claro la intrusión de la política en asuntos que atañen la historia y la cultura.

En realidad, está cuestión es tan antigua como la civilización misma. Los jeroglifos egipcios narran una historia oficial de la gestión de los faraones desde la perspectiva del poder, pero también debería estar claro que corren tiempos en los que la historia y la cultura constituyen áreas del conocimiento que responden a desarrollos científicos que deberían ofrecer alguna autonomía frente a gobiernos y políticos que buscan trasladar al pasado batallas ideológicas que bajo ningún concepto deberían abandonar el tiempo presente y la proyección hacia el futuro.

En todo caso, otro tiempo los políticos acudían al pasado bajo la fórmula historia magistra vitae -maestra de vida- es decir, para extraer ejemplos de lo que debe y no debe hacerle. A un historiador la fórmula no le sonará muy científica pero a nadie le molestó ni le molesta mucho ese conocimiento de sentido común que no es solo de los políticos, es cotidiano.

Lo de hoy es diferente y MAGA tiene un precedente. En una publicación que hice en mis redes sobre el tema encontré comentarios inspiradores: woke del presente vs woke del pasado; presentismo woke vs pasadismo maga. Las cosas van por ahí.

En octubre de 2021 una estatua del libertador de Estados Unidos Thomas Jefferson fue retirada del ayuntamiento de New York por haber sido propietario de esclavos. Definitivamente, el desarrollo del movimiento Black Lives Matter, tras el infausto asesinato del ciudadano afroamericano George Floyd en Minneapolis, a manos de un agente policial blanco radicalizó la lucha por los derechos de los afrodescendientes. De esta manera,  fueron señalados personajes históricos -otrora prohombres de la patria- por haber poseído esclavos en tiempos en que dicha práctica se encontraba plenamente vigente y normalizada -no por ello era justa ni buena- al punto que solo se abolió tras la Guerra de Secesión en 1865, casi un siglo después de obtenida la independencia de las Trece Colonias de la Corona Británica del Rey Jorge III.

Según CNN, a noviembre de 2022, al menos 60 estatuas de Cristóbal Colón habían sino vandalizadas por quienes, siguiendo la teoría decolonial y otros desarrollos teóricos provenientes del progresismo radical, convirtieron al descubridor de América en símbolo de la expoliación, explotación y despojo de los pueblos originarios. La política fue más allá y llegó al nivel de los gobiernos. Hace poco tiempo AMLO y después Claudia Sheinbaum exigían y no con las mejores formas a la Corona Española disculparse con los pueblos originarios de México por el daño que les fue infligido en tiempos de la colonización. La Corona respondió con arrogancia colonialista: habría que estar agradecido con la civilización legada, ¡Vive Dios!, fin de la discusión.

Y bueno, me queda el debate latinoamericano: los conservas al ataque. Y no me refiero a los que quieren conservar la historia como un preciado bien, tal y como lo hacia el maestro Pease, sino a los conservadores de ahora, a los “MAGA” latinoamericanos alineados con Trump, con Milei y que han decidido iniciar la disputa del pasado en este hemisferio.

En México se han ido por el argumento, bastante básico, de que no hay que quejarse de la conquista española, porque los grupos étnicos precolombinos también se conquistaban entre sí, tan básica es la cosa que no me molestaré en responderla. En el Perú, un joven ingeniero remonta la peruanidad hasta antes de sus orígenes. Sustentándose en curiosas genealogías, sostiene que Río de la Plata y la Nueva Granada no se independizaron de España sino del Perú y de los peruanos, como si el virreinato peruano no le perteneciese entonces a España, como si dicho virreinato no hubiese estado liderado por el españolísimo y absolutamente eficaz virrey Don Fernando de Abascal. Entiende, dicho ingeniero, que los peruanos de entonces eran como los de ahora y que nos la pasábamos igual de entretenidos con el campeonato mundial del pan con Chicharrón toda vez que no iremos a la Copa del Mundo de Estados Unidos 2026.

Pero qué largo preámbulo. ¿Qué podemos sacar en concreto de todo esto? Lo primero: la batalla cultura es una pésima gestora del pasado y de la historia, y es una peor gestora de los bienes cultural y de su proyección hacia la sociedad.

Lo segundo, tenemos que recuperar el conservadurismo bien entendido del maestro Franklin Pease, que alguna vez, en una de sus brillantes sesiones, retrató a la historia como una abuelita muy delicada a la que había que tratar con mucho cuidado y no atropellarla con una guerra ideológica, por lo demás burda y obscena, como la que enfrenta a los presentistas wokes con los pasadistas magas.

Algunos sostienen la crisis del wokismo debido a la ola trumpista. La verdad, la premisa no me parece alentadora, como no me lo parece reemplazar un extremo por otro.

La semana pasada hablé de la socialdemocracia popular. Hasta ahora no es más que una idea, un camino de retorno a los valores democráticos del siglo XX pero por la ruta del siglo XXI. Nuestra sociedad amerita apreciar su historia y no sumirla en unos combates que representan la distorsión más abyecta de aquellos que una vez plantease el maestro Lucien Febvre.

Además, nuestra sociedad merece relacionarse con su legado cultural, patrimonial e histórico sin conflictuarse: comprendiendo, analizando y problematizando el daño, el dolor generado por  situaciones del pasado que no deben regresar, pero sabedora de que han terminado. Por su parte, las autoridades del presente deben preocuparse por que concluyan y terminen de aposentarse en el pretérito, si acaso no lo hubiesen hecho todavía.

Al maestro Franklin Pease García-Yrigoyen

p.d. Imagen: Estatua a Thomas Jefferson retirada del consistorio de New York por su pasado esclavista

Mas artículos del autor:

"LA HISTORIA BAJO ATAQUE. Presentismo woke vs pasadismo MAGA"
"SOCIALDEMOCRACIA POPULAR. Una alternativa a la batalla cultural"
"Perú-Chile, una historia sin fin"
x