[MÚSICA MAESTRO] HAY QUE ACUDIR CORRIENDO PUES SE CAE EL PORVENIR: Los nombres de Mauricio «Trvco» Ruiz Sáenz (32) y Luis «Flipown» Reyes Rodríguez (28), como los de Inti Sotelo Camargo (24) y Bryan Pintado Sánchez (22), deben ser recordados como héroes que arriesgaron sus vidas por un país que no les ofrece nada, impulsados únicamente por la juvenil indignación frente a la corrupción, el cinismo y la ignorancia que nos estigmatiza mañana, tarde y noche. A ellos y a las decenas de heridos detrás de ellos, como a sus familiares, mi homenaje, solidaridad y respeto.
Una gira con sabor a despedida
Este sábado 25 de octubre Silvio Rodríguez se reencontrará con su público peruano, miles de hombres y mujeres que, en sus años preuniversitarios, crecieron emocionalmente escuchando sus canciones, incluso antes de saber quién fue el Che Guevara o cuál era el perfil inicial de Fidel, el que derrocó a Fulgencio Batista, responsable de convertir a Cuba en el burdel de los Estados Unidos de posguerra. Será una noche de nostalgia, consecuencia y mucha música con uno de los artistas más representativos y polémicos de América Latina, a pocas semanas de cumplir 79 años.
Después de recorrer todas las esquinas y unidades vecinales de La Habana Vieja, ofreciendo más de cien recitales gratuitos, Silvio anunció, en abril de este año, una breve gira internacional. Para que se hagan una idea (y salvando, desde luego, las abismales distancias), la Gira por los Barrios de Silvio Rodríguez -así denominó esas tocadas sin costo que comenzaron en el 2014 y terminaron hace apenas unos meses- fue como si Daniel F empezara a tocar gratis, cada mes, en urbanizaciones populares, plazas antiguas y distritos modernos de Lima Metropolitana: una semana en Barrios Altos, otra en Zárate, la siguiente en el parque Tupac Amaru de Magdalena, en la Urb. Pando de San Miguel, y así…
En el anuncio, Silvio confirmó que visitaría solo cinco países de Sudamérica: Chile, Argentina, Uruguay, Perú y Colombia. Será la cuarta vez, si la memoria no me falla, que el cantautor y guitarrista toca en nuestro país. La primera fue en la SICLA aprista de 1986, junto a sus compatriotas Irakere, Sara González, Santiago Feliú y Pablo Milanés. Luego vino en 1999, 2013 y 2018, con éxitos rotundos de asistencia siempre. Esta vez no será la excepción, por supuesto, a juzgar por cuán rápido se vendieron las entradas. Pero, además, esta nueva visita tiene un adicional, un sabor a despedida.
Aun cuando haya amplios sectores dispuestos a cerrar los oídos por causas ideológicas, resulta inevitable conmoverse con la habilidad que Silvio ha mostrado en más de cinco décadas de carrera para expresar emociones humanas. Y, para ir calentando el ambiente, les dejo estas breves líneas sobre seis de los veinte discos que ha lanzado, una aproximación arbitraria y para nada definitiva sobre el camino que pueden seguir los no iniciados para conocer su vasta y significativa obra musical y poética.
Quería saber (2024): Su último disparo
Grabado en junio del año pasado en los Estudios Ojalá, que Silvio inauguró en 1996 con su LP Domínguez, este vigésimo primer disco oficial -aquí no cuentan las recopilaciones, conciertos ni bootlegs como el legendario Silvio en Angola de 1976- contiene piezas compuestas entre 2015 y 2020 de exquisita construcción instrumental y lo muestran más sosegado, aunque todavía dispuesto a dar pelea como en Para no botar el sofá (canción editorial), América o Viene la cosa.
Destaca, como lo hace desde 1998, la presencia de su esposa Niurka González, treinta años menor que él, en flautas, clarinetes y coros. Las letras mantienen esa tradición de las rimas cuidadosamente construidas, lo cual hace del álbum un renovado placer para el oído que, además, contiene ciertas reminiscencias de clásicos como Oh melancolía (1988), Hombre o Juego que me regalo un seis de enero (1992).
De las once canciones que conforman Quería saber, solo una no pertenece a este siglo. Se trata de Tonada para dos poemas de Rubén Martínez Villena, melodías que escribió en los setenta para homenajear a un poeta y activista cubano, uno de los héroes de la revolución de 1933.
A pesar de que la guitarra no es la principal protagonista -como sí lo fue en su producción previa, Para la espera (2020)- hay un par de canciones en que nos regala ese sonido acústico entrañable, Nuestro deber, dedicada a uno de sus nietos; y Danzón para la espera, de cambios rítmicos inesperados. Su firmeza y precisión para arpegiar es sorprendente, tratándose de un hombre de 78 años.
Pero no debemos olvidar que trovadores como Sindo Garay o Compay Segundo tocaron hasta entrados los noventa años, por lo que la longevidad tradicional de los músicos cubanos nos permite pensar en que aun tendremos mucha guitarra de Silvio por delante.
Causas y azares (1986): Latin-jazz con sello silviano
En este disco escuchamos a un Silvio mucho más rítmico, casi convertido en un sonero. La potencia instrumental del combo de latin-jazz Afrocuba, bajo la dirección del pianista Ernán López-Nussa, provee cadencias sofisticadas y vibrantes en canciones como Boga boga, Solo el amor y el tema-título, con una coda salsera elegante y rica en arreglos para vientos (Roberto García, Edilio Caridad, Fernando Acosta), percusiones (Eddie Peñalver, Mario Pino, Oscar Valdés); y la guitarra eléctrica (Fernando Calveiro).
Por su parte, el cantautor nos ofrece su acostumbrada prolijidad acústica en la inspiradora Historia de las sillas y El pintor de las mujeres-soles, además del intenso romance de Te conozco y su prolongación sinfónica, con arreglos del tecladista Oriente López y su viejo amigo Frank Fernández. Este tema viene precedido por el sinuoso Hallazgo de las piedras, conformando una suite que supera los once minutos que convoca diversas emociones por su musicalidad.
Las flautas y baterías en Canto arena hacen de ese tema uno de los mejores de su catálogo, una chacarera con fuga de jazz incluida y versos conmovedores, mientras que Réquiem y En mi calle son remansos de sutiles pianos, guitarras y flautas. El bajista Omar Hernández brilla en todo el disco, especialmente en la versión nueva de Cuando digo futuro, composición de 1969 que luce fresca y renovada. El título de una obra shakesperiana del siglo XVI, Sueño de una noche de verano, le sirve para compartir sus geniales reflexiones sobre la injusticia en el mundo.
Mientras tanto, No hacen falta alas convoca a la fantasía ingenua, casi infantil, cierre paradójico para un disco doble que contiene una de sus composiciones más furiosas y directas, Canción en harapos, donde teclados y bajo hacen fondo, en clave de jazz-fusión, a esa letra que debe haber grabado con los dientes apretados.
Mujeres (1978): Brillo acústico
En su tercer LP oficial, Silvio siguió la senda de su anterior trabajo, Al final de este viaje, editado ese mismo año: canciones acústicas con guitarras superpuestas y una atmósfera intimista que va desde la política -decepción en Ya no te espero, esperanza de Te doy una canción– hasta el profundo romanticismo –¿Qué hago ahora contigo?, En estos días-, sin quitar espacio a la filosofía humanista, como en ¿A dónde van?, Y nada más o Río, en la que aparece un inusitado optimismo en lindas metáforas como aquella de que “río de verdad como un animal que ha sido puesto en libertad”.
Como siempre, Silvio introduce su fino sentido del humor en Cierta historia de amor, lance entre un joven pobre y una mujer adinerada, algo mayor, de la que finalmente tiene que escapar para “poner a salvo el honor”; o Aceitunas, sugerente rezago de sus vivencias en Angola. Paradójicamente, la canción de letra más «sencilla» –Hoy no quiero estar lejos de la casa y el árbol– es uno de sus guitarreos más complejos, combinando arpegios, acompañamientos y solos.
El tema-título es una loa para esas mujeres anónimas capaces de sobreponerse a todo: pobreza, discriminación, violencia y abuso a todo nivel, con fraseos creativos y golpes de guitarra rotundos. Es sorprendente cómo los grandes medios masivos no permiten que estas ricas melodías, latinoamericanas, de sonidos agradables –los arreglos de guitarra en Esto no es una elegía, solo por poner un ejemplo-, lleguen a los oídos del oyente convencional, más allá de su color político.
Silvio Rodríguez es visto, por lo general, como un artista demasiado activista y esa visión hace que queden en segundo plano su alto perfil como cantante, letrista, intérprete de la guitarra y compositor con melodías que van de lo clásico a lo puramente cubano con extrema facilidad.
Silvio (1992): Un retorno a las formas básicas
Con este disco, el primero 100% acústico desde 1978, inicia su segunda trilogía, ocho años después de la primera, el celebrado Tríptico (1984), publicada como un disco triple. En esta, los títulos son los tres elementos de su nombre legal y vienen por separado -los otros dos fueron Rodríguez (1994) y Domínguez (1996)-, y retorna al formato que lo hiciera conocido durante los setenta.
El LP apareció unos meses después del fallecimiento de don Atahualpa Yupanqui, el genial folklorista argentino, y Silvio reproduce, a manera de homenaje, una carta póstuma, en la que lo reconoce como su principal inspiración para estas canciones «que empezaron a rodar hace 500 años hasta llegar a mis manos y mi voz».
Salvo El necio -en que ratifica su desprecio hacia la derecha- y Hombre -un reincidente homenaje a la revolución cubana y sus utopías-; el cubano se despercude aparentemente del tema político, pero lo mete de contrabando en reflexiones más amplias. La desilusión, por ejemplo, critica al orden establecido y el desánimo que produce en la gente. Monólogo describe la vida desde el punto de vista de un anciano retirado. Compañera nos acerca poéticamente a la relación que mantiene con sus propias canciones. Y Mariana ataca las contradicciones del mundo moderno, desde las personas que quieren cambiar de sexo hasta la idea, improbable para él, de que Dios exista.
Mientras que, en Abracadabra y Juego que me regalo un seis de enero, combina sueños infantiles con pensamientos de hombre adulto; en La guitarra del joven soldado vuelve el Silvio sutilmente autobiográfico que todos admiramos. Quién fuera, la canción más difundida de este disco, es romántica, evocadora de sus influencias musicales/literarias y luce una espléndida guitarra, como en Trova a Edgardo, El necio, Y Mariana y Crisis, el esquizofrénico instrumental con el que acaba el disco.
Te doy una canción (1975): Una oda revolucionaria
Su primer disco oficial se tituló Días y flores y fue editado por la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM), de financiamiento castrista y con un staff de músicos de primera. Para la edición española del álbum se omitieron dos canciones –Santiago de Chile y Días y flores, por su contenido político de alcance global, a diferencia de otras dedicadas a momentos específicos de la historia cubana, como Playa Girón, sobre una embarcación en la que Silvio trabajó en su juventud pero que también se refiere a una batalla producida en 1961; o El mayor, acerca de Ignacio Agramonte, héroe cubano del siglo XIX.
En reemplazo, entraron Madre, que une el día de las madres con la guerra de Vietnam; y Te doy una canción, escogida como nuevo título. La sofisticada instrumentación del disco acompaña a la inspirada guitarra de Silvio, que se pasea con fluidez por géneros como bolero, bossa nova, balada y son cubano.
Destacan Pequeña serenata diurna, un fino arreglo de bossa nova; o La vergüenza, que explora lo insondable del alma humana, con agudeza y lirismo. El pop brilla en Como esperando abril, que termina en clave de latin-jazz, mientras que su habilidad para componer melodías románticas se despliega en Esta canción o En el claro de la luna, con elegantes arpegios para piano y versos de extremada belleza. Sueño con serpientes, una metáfora pesadillesca sobre la maldad humana, inicia con un texto del alemán Bertolt Brecht (1898-1956), sonidos extraños, guitarras con y voces duplicadas en ecos misteriosos.
Te doy una canción es un clásico de la canción latinoamericana, una visión desgarrada, desprendida y profunda del amor. En cuanto a las canciones censuradas en España, Santiago de Chile y Días y flores, expresan a grito limpio la desazón por el dominio y abuso del imperialismo.
Al final de este viaje (1978): De amor e ideología
Antes que nada, es necesario aclarar un dato. El segundo disco oficial de Silvio no es, como sugiere la carátula, una recopilación de temas grabados en diferentes épocas pues las sesiones se hicieron en 1978, en un estudio madrileño. El asunto es que los escribió entre 1968 y 1970, durante el viaje que hizo al África en la legendaria embarcación Playa Girón junto a otros cien jóvenes cubanos.
Mencionar el alto vuelo poético de sus letras es, a estas alturas, redundante. Pero, si pensamos en la edad que tenía cuando las escribió, 22 años, es un hecho sencillamente prodigioso. Hay odas románticas de apariencia abstracta –Ojalá, Óleo de una mujer con sombrero– y abiertos homenajes a la revolución –Canción del elegido, La era está pariendo un corazón-, todas son mini obras de arte sonoro. Además, su rabia frente a los críticos se expresa de manera contundente en Debo partirme en dos y Resumen de noticias.
Al final de este viaje en la vida lidia con la muerte y qué nos espera después. Qué se puede hacer con el amor y Aunque no esté de moda son estéticos alegatos sobre las relaciones amorosas profundas; mientras que en La propiedad privada, la familia y el amor descarga una crítica feroz al establishment, parafraseando el título de la obra capital de Federico Engels, El origen de la propiedad privada, la familia y el estado (1884).
En lo musical, tenemos a un Silvio inspiradísimo y versátil, resolviendo a guitarrazo limpio sus reflexiones filosóficas, mientras que Canción del elegido contiene una de sus frases más vigentes -«lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida»- y, paralelamente nos recuerda la necesidad de que llegue hoy mismo, desde el corazón de una tormenta, un animal de galaxias que mate a los canallas instalados en el poder con su cañón de futuro.