[Música Maestro] A propósito del anunciado regreso de Rush a los escenarios, con la baterista alemana Anika Nilles (42) ocupando el lugar del fallecido Neil Peart, comparto estas reseñas de algunos ejemplos de lo que se conoce como “rock progresivo”, uno de los géneros derivados de la psicodelia y el hard-rock que produjo algunos de los mejores álbumes de la historia de la música popular contemporánea.
Cuando comenzaba mi formación melómana, a mediados de los años ochenta, llegó a mis manos un cassette del tercer álbum de Emerson Lake & Palmer, Trilogy (1972). En esa época, las guitarras de Ac/Dc y Van Halen se habían hecho un enorme espacio como mis principales referencias, entre los boleros de La Sonora Matancera y la música criolla de mi papá, las cumbias colombianas y baladas en español de mi mamá y el pop-rock radial de mis hermanos.
Desde los primeros sonidos de The endless enigma (Part 1) -la atmósfera de los teclados, los pianos arácnidos, las percusiones- me pareció estar escuchando el soundtrack de una película. Poco a poco, quedé intoxicado por esa sucesión de percusiones medio orientales, flautines marroquíes y fondos de sintetizadores que, después de un par de minutos, se transforman en un instrumental psicodélico sacado de algún episodio de la clásica serie de dibujos animados del Hombre Araña, la que veíamos en Canal 4. Esa cinta me voló la cabeza y, a partir de ese momento, quise saber más.
Han pasado poco menos de cuarenta años de aquel primer contacto con el rock progresivo -recuerdo que, en el argot de quienes solo hablábamos de música, lo comprimíamos a “progre” a años luz del significado pseudopolítico que esa partícula tiene hoy- y, a pesar de las normales oscilaciones que pueden tener los gustos personales a través de los años según la edad, el estado anímico, etc. el prog-rock sigue estando entre mis estilos musicales favoritos, al cual le doy preferencia en cualquier situación y lugar. Eso me pasa también con otros géneros -el metal, la salsa clásica, el rock argentino- pero en este caso la obsesión se mantiene inalterable.
Hay pocas vertientes de este estilo de rock, surgido en Inglaterra a mediados de los años sesenta como respuesta a la psicodelia norteamericana que no me entusiasman, una de ellas quizás sea la del metal progresivo en sus aristas más fantasmagóricas -bandas como Nightwish o Blind Guardian- que, a pesar de ser virtuosas, llevan a niveles demasiado exagerados la velocidad, el sinfonismo y el disfuerzo escénico. Después, desde las ligazones con el folk -Jethro Tull, Fairport Convention- hasta su conexión con la música electrónica -The Orb, las aventuras tecnológicas de Steve Hillage- casi todo lo prog-rock goza de mi absoluta aceptación.
Incluso bandas más contemporáneas como Haken, Opeth, Coheed and Cambria, Sendelica tienen, aunque suene increíble, puntos de encuentro no solo con el progre más clásico -Yes, Rush, King Crimson- sino con otros géneros como el shoegazing, el indie-rock -con bandas como The Flaming Lips, Mogwai, The Russian Circles-, en un círculo virtuoso en el que entran los jazz-rockers de los setenta, algunos metaleros como Voivod o Dream Theater y desarrollos de iconos del rock en nuestro idioma como Luis Alberto Spinetta (Invisible, Spinetta Jade) o Charly García (La Máquina de Hacer Pájaros, Serú Girán) en un crisol de opciones que convierten al rock progresivo en una cadena de sonidos interminable. Aquí, algunos ejemplos traídos desde el pasado.
King Crimson – Starless and Bible Black (Island Records, 1974)
Los dos primeros temas de este disco, The great deceiver y Lament, deben ser de las composiciones más vertiginosas del extenso catálogo crimsoniano. Ocho minutos de caída libre por las escaleras. Robert Fripp (guitarras, teclados, mellotrones), Bill Bruford (baterías, percusiones), John Wetton (bajo, voces) y David Cross (violín, viola, mellotrón, piano) pasan del jazz-rock de la primera al hard-rock de la segunda con enfermizo frenesí, un estilo que ya habían explorado en su anterior LP, Larks tongues in aspic (1973).
Las letras de Richard Palmer-James, guitarrista original de Supertramp y amigo personal de Wetton son intelectuales y agudas, lidiando metafóricamente con temas como la fama y el demonio. Aunque este disco, el sexto oficial de King Crimson, es considerado una producción en estudio, en realidad fue grabado con un 80% de tomas recogidas de diversas presentaciones durante la gira previa, mezcladas y trabajadas para eliminar ruidos externos (aplausos y gritos del público, por ejemplo), errores en la interpretación, entre otros detalles.
El resultado es excepcional, nadie se dio cuenta de que se trataba de un álbum en concierto, algo que se reveló hace muy poco. The night watch y The mincer, los otros dos temas con letra, poseen las estructuras atonales y escalas disonantes que todo fan de King Crimson agradeció siempre, un desafío permanente que alcanza hasta a sus seguidores más fieles.
Los instrumentales son serias improvisaciones en vivo: Trio es una delicada pieza para cuerdas, en la que Bruford recibe créditos de composición por tomar la decisión de no golpear un solo objeto durante su ejecución; We’ll let you know es un jam que juega con ciertas métricas del funk; mientras que Starless and Bible black y Fracture son extensas piezas que en la versión en vinilo ocupan todo el Lado B.
En el 2014, la revista británica Prog Rock anunció el lanzamiento de una caja de 27 discos con todas las fuentes originales que sirvieron para armar este álbum, amplias explicaciones de cada concierto, versiones en super audio y Blue-ray, para conmemorar el 40 aniversario de su aparición. Un tesoro para coleccionistas y amantes del Rey Carmesí.
Brand X – Unorthodox behaviour (Charisma Records/Passport Records, 1976)
Phil Collins se unió a este grupo en 1975, el mismo año en que grabó A trick of the tail, su debut como vocalista/baterista en Genesis, tras la renuncia de Peter Gabriel. Y este primer álbum de Brand X fue una demostración de la amplitud de sus recursos baterísticos. Sin quererlo, Collins domina el desarrollo de estos siete temas, aunque no intervino mucho en su composición.
Es necesario aclarar que Brand X es mucho más que el proyecto alterno de Phil Collins. Sin duda su presencia sirvió para poner a la banda en el mapa, pero John Goodsall (guitarras, ex integrante de Atomic Rooster), Robin Lumley (teclados) y Percy Jones (bajos, contrabajos, marimbas) tenían suficientes argumentos como para destacar por sí solos. Este álbum se caracteriza por su intensa dinámica instrumental, al estilo de The Mahavishnu Orchestra, Return To Forever y Weather Report, los tres grupos más representativos del jazz fusión de ese momento.
El trabajo de Jones en bajos fretless y contrabajos acústicos es notable, mientras que Lumley destaca a ambos lados de su espectro: en los temas en que predomina el piano -como en Born ugly, con ciertos toques latinos- se nota la influencia del jazz clásico mientras que en Nuclear burn se pone a la altura de Keith Emerson, Rick Wakeman o Tony Banks, soltando ráfagas progresivas desde sus Moog, Farfisa, Fender Rhodes y demás armamento de alto calibre.
Collins brilla con sus redobles, fraseos y hi-hats, especialmente en Smacks of euphoric hysteria y el tema-título, una extraordinaria canción en clave de funk. Los solos eléctricos de Goodsall son agresivos y veloces, fuertemente influenciados por John McLaughlin y muy similar a lo que años después mostró Daryl Stuermer, futuro colaborador de Collins en Genesis y en su trayectoria como solista.
Las canciones son largos y complejos jams sobre una base, con Goodsall intercalando los ataques eléctricos con fondos acústicos como en Euthanasia waltz. En Touch wood, que cierra el disco, arman un juego acústico con acordes abiertos de guitarra y unos teclados lejanos que parecen distraídos, contrarios a todo el vértigo desplegado en la media hora previa.
Kin Ping Meh – Kin Ping Meh (Polydor Records, 1971)
Este álbum es uno de los tesoros mejor escondidos de la movida rockera que se desarrolló en Alemania en los años setenta. Kin Ping Meh fue, junto con Triumvirat, una de las pocas bandas que optó por hacer música más parecida a la escena dominante del prog-rock, ubicada en Inglaterra.
A diferencia de Can, Neu! o Amon Düül, representantes del kraut-rock, una vanguardia en la que el rock se combinaba con extraños sonidos electrónicos y una propuesta musical espacial, lo de Kin Ping Meh está más enlazado al hard-rock de Deep Purple, Uriah Heep y otras, con vertiginosas líneas de Hammond B-3 y potentes bases rítmicas.
En 1971 apareció este álbum debut con Werner Stephan (voz, guitarra, percusión), Willie Wagner (guitarra, armónica, voz), Fritz Schmitt (piano, órgano, voz), Torsten Herzog (bajo, voz) y Kalle Weber (batería, percusión), la formación definitiva de Kin Ping Meh, nombre que proviene de una novela romántica china del siglo 17, en el último tramo de la dinastía Ming, titulada originalmente Jin Ping Mei (La ciruela en el florero dorado).
La carátula del álbum muestra una pintura en la que el personaje central es un hombre chino, de contextura gruesa, que aparece tendido plácidamente mientras es acicalado por varias damiselas de raza aria, una suerte de sincretismo entre la inspiración del nombre y la proveniencia germana de los músicos.
El disco contiene temas notables como Fairy-Tales, a mitad de camino entre el progresivo clásico de Emerson Lake & Palmer y la onda épica de Uriah Heep, con una extensa sección instrumental. La voz de Stephan es alta y poderosa, los demás integrantes lo apoyan en coros fuertes aunque ligeramente amontonados y caóticos.
Los teclados de Schmitt son protagonistas a lo largo del disco, mientras que el trabajo en guitarras de Wagner y Stephan es secundario. El resto del álbum es una selección de canciones de ritmo denso y parejo, como My dove, Don’t you know o la sutil Sometime. En canciones como Too many people y Everything, hay una vocación más directa por hacer hard-rock con tintes de blues y soul, al estilo de Deep Purple.
Rush – Hemispheres (Anthem Records/Mercury Records, 1978)
El sexto álbum del trío canadiense es el último de su periodo conceptual, aquel de las composiciones divididas en secciones e historias fantásticas sobre temas universales como las clásicas dicotomías amor-odio, bien-mal, materialismo-espiritualidad, escritas por el extraordinario baterista Neil Peart.
Aquí, es la lucha de mente versus corazón, racionalidad versus emoción, traducida neurológicamente con la teoría de los hemisferios cerebrales, de ahí el título. La suite Cygnus X-1 Book II: Hemispheres sirve como hilo conceptual y es continuación de Cygnus I Book I: The voyage, que cierra el disco anterior, A farewell to kings (1977). En esta segunda parte, concluye la historia del navegante espacial tras sus batallas contra los dioses, de las cuales emerge triunfador convertido en Cygnus, el cisne que traerá balance a la galaxia.
Esta sobredosis de escapismo lirismo hace de Rush una banda muy atractiva para quienes viven gobernados por el hemisferio cerebral izquierdo, mientras que el desarrollo musical, extremadamente virtuoso y detallista, es perfecto para quienes poseen una visión matemática de la vida, rasgos típicos del hemisferio cerebral derecho.
Estos contenidos son difíciles de captar a la primera y requieren del oyente una preparación previa o, por lo menos, una actitud abierta y receptiva. En ese sentido es lógico que Rush atraiga a las juventudes actuales, dominadas por los aspectos elementales de su desarrollo cerebral, prefiriendo el reggaetón o el latin-pop y su exacerbación de los sentidos primarios.
El lado B del vinilo original contiene solo tres temas que exhiben el filo de hard-rock y la presencia vocal de Geddy Lee –The trees y Circumstances-, con temas medio ambientalistas y sociales. La guitarra de Alex Lifeson es brillante y virtuosa, como siempre, y en el instrumental La Villa Strangiato se luce.
Este es un clásico de la banda, inamovible en sus conciertos hasta el final de su camino, tras la muerte de Peart en el 2020. Aunque dura casi diez minutos continuos, está subdividida en doce menudas partes, una de las cuales (Monsters), es adaptación de Powerhouse, composición de 1937 del norteamericano Raymond Scott, conocida por su uso en varias caricaturas de la Warner Brothers.
Caravan – In the land of grey and pink (Deram Records, 1971)
Para muchos, Caravan es una de las mejores bandas de rock progresivo y a la vez muy subestimada frente a la popularidad de otras más conocidas. Además, es junto con Soft Machine, el grupo que mejor representa a The Canterbury Scene, escena surgida al sur de Inglaterra en esa ciudad del condado de Kent.
La carátula de este tercer álbum evoca a esos cuentos fantásticos de la Tierra Media, mientras que la música es una inteligente mezcla de psicodelia, pop-rock, jazz y avand-garde. Love to love you (And tonight pigs will fly) es, probablemente, la única canción de esta banda inglesa-escocesa reconocible por el público convencional.
Este fue el último lanzamiento del cuarteto original -Pye Hastings (voz, guitarras), Richard Sinclair (bajos, voz), David Sinclair (pianos, teclados) y Richard Coughlan (batería, percusiones)-, antes de iniciar una serie de cruces con otros grupos como Matching Mole, Camel, entre otros. Jimmy Hastings, hermano de Pye, toca vientos en varios temas pero no es considerado miembro estable del grupo.
El álbum se inicia con tres canciones bastante convencionales: Golf girl, de melodía lánguida y misteriosa; Winter wine, con ritmo marchante y la voz de Sinclair que parece sacada de un LP de The Chieftains; y la mencionada Love to love you, en clave de pop psicodélico al estilo de Love o Spirit. Los complejos poderes instrumentales del cuarteto comienzan a manifestarse con el tema-título, con intrincados solos de teclados.
Para terminar, Caravan ofrece una suite que supera los veinte minutos, Nine feet underground, subdividida en ocho partes. De principio a fin, Caravan condensa aquí todas las influencias que había recogido en sus dos discos anteriores, desde toques oscuros de King Crimson, ensoñaciones experimentales de Kevin Ayers & The Whole World y vuelos instrumentales de Genesis o Yes, con suma prolijidad. La flauta de Jimmy Hastings se funde al inicio con la guitarra de su hermano Pye en una onda espacial y psicodélica que tiene tanto de The Doors como de Pink Floyd. La canción concluye con una fuga de rock que recuerda mucho al instrumental Glad de Traffic (LP John Barleycorn must die, 1970).







