Pie Derecho

Bienvenida la designación de Pedro Francke como titular de Economía y Finanzas. Le otorga una perspectiva de moderación al programa económico que, sin duda, tranquilizará a los mercados y permitirá confiar en que el gobierno transite una ruta de sensatez por lo menos en el corto plazo.

Pero lamentablemente para el gobierno, la presencia de Francke, o de Aníbal Torres, o de Juan Cadillo o de Juan Carrasco por mencionar algunos que sí pasan la valla, no es suficiente para darle la confianza a un gabinete presidido y conformado por sinfín de personajes inaceptables en el manejo de la cosa pública o -en el caso de Bellido- inadmisibles en cualquier gobierno de talante democrático.

Castillo no puede pretender que el país y el Congreso le acepten un gobierno moderado en lo económico, temporalmente, pero imbuido de una lógica política radical, preparada para el choque con el Congreso y la provocación de la disolución del Legislativo. Eso es inaceptable.

Bellido ni siquiera debiera formar parte del Congreso, mucho menos ser la segunda autoridad política del país. Ambiguo -por ser generoso con las palabras- con el terrorismo senderista, admirador del castrismo y del leninismo, involucrado en el caso Los Dinámicos del Centro, de pasado cuestionable, misógino y homofóbico (¿será por eso el respaldo del almirante Montoya?), no califica para ser Presidente del Consejo de Ministros.

El país votó por el Plan Bicentenario, no por el ideario de Perú Libre. Y si Castillo, envanecido a las pocas horas de sentir los masajes del poder, cree que puede hacer tabla rasa del orden democrático para lograr sus propósitos de una refundación constitucional, pues deberá encontrar férrea resistencia en la clase política, en el pueblo organizado (que ya se empezó a manifestar) y en el poder parlamentario.

El Congreso no le debe dar la confianza a Bellido. ¿Se gasta una bala de plata? Bueno, está para usarse, no para tenerla colgada de adorno en la pared. Que Castillo se vea obligado a recomponer su gabinete con gente calificada, que mantenga a los buenos y deseche a la sarta de impresentables que ha arrejuntado en su primer gabinete.

Y si el Congreso -ya lo hemos dicho- aprecia que todo se trata de una jugarreta política del Ejecutivo para arrinconar al Legislativo y disolverlo, pues deberá proceder defensivamente con la vacancia del señor Castillo por incapacidad política y moral. No es hora de tibiezas ni complacencias. El futuro democrático del país está en juego por culpa de la improvisación o necedad del Presidente Castillo, que no ha sabido leer el texto político que contiene el voto que le otorgó su mandato.

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Guido bellido, Pedro Castillo, Pedro Francke

El Congreso no puede darle la confianza a un gabinete presidido por un sujeto como Guido Bellido, más que por cerronista furibundo, por su ambigüedad respecto de un tema tan sensible para el grueso del país, como es el terrorismo senderista y sus vinculaciones con el caso delictivo de Los dinámicos del centro.

Todo apunta a que sea una provocación premeditada de parte de Castillo para propiciar una primera negatoria de confianza que se tumbaría a su primer gabinete, y que así solo le restaría otra para provocar la disolución del Legislativo, llamar a nuevas elecciones congresales y allí aspirar a lograr la mayoría que hoy le falta para sus propósitos constitucionales.

Quizás, es probable que haya cierta inteligencia política detrás de la inesperada designación de alguien como Guido Bellido en el inaugural Premierato del nuevo gobierno. Puede ser solo torpeza, puede ser también sujeción a Vladimir Cerrón. Y simplemente (valga el término) eso, y que no haya una estrategia política maliciosa detrás.

Pero aún así, el Congreso, mayoritariamente de centroderecha, debe estar advertido y no permitir que Castillo haga lo que le venga en gana desde el poder. Ya los morados y Somos Perú han tomado distancia del régimen por esta decisión. Con ellos, se suman 87 votos en el Parlamento, los suficientes para vacar por incapacidad a Pedro Castillo.

Si luego de la negatoria de confianza a Bellido, Castillo insiste en nombrar a alguien del mismo perfil (Nájar, por ejemplo) o hace cuestión de confianza de algún proyecto de ley o del intento de reforma constitucional, el Congreso ya estará avisado de que la intención es villana y deberá anticiparse, proceder a vacar a Castillo, de inmediato a Dina Boluarte y dar pase a que asuma temporalmente la presidenta del Congreso y convoque a nuevas elecciones generales, con Castillo inhabilitado.

Si el Presidente, en abierto desacato del mandato popular y de la realidad política, cree que puede hacer y deshacer desde su cargo, pues tendrá que recibir el golpe político que se merece. Se va a generar zozobra e incertidumbre mientras dure el proceso, pero esa situación será infinitamente mejor que la que supondría agachar la cabeza ante alguien que no demuestra en sus primeros pasos tener las credenciales políticas y morales para ejercer la primera autoridad del país.

Se vienen tiempos difíciles para la República. Castillo pudo entender que podía hacer un gobierno de izquierda, que con legítimo derecho cambiase la política económica y refundase el Estado ineficaz que hemos sufrido, pero al parecer, imbuido de una lógica radical y de confrontación, cree que puede llevar al país hacia el abismo. Eso no se le puede permitir.

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Dina Boluarte, Guido bellido, Pedro Castillo

Si tomamos como referencia los temores que un sector de la derecha tenía respecto de la inminencia de un discurso radical, estatizante, expropiador y autoritario, el mensaje presidencial suena a lecho de rosas y a moderación económica y política.

Pero si descartamos las paranoias imberbes de nuestra poco ilustrada derecha nacional, lo cierto es que, más allá de las empáticas invocaciones históricas de arranque del discurso, que resuenan positivamente o deberían hacerlo en esta fecha bicentenaria, hemos asistido a una puesta en escena que no augura buenos tiempos para el país.

En materia económica, anuncios como los de retomar la actividad empresarial absoluta de Petroperú, otorgarle al Banco de la Nación función competitiva en el sector financiero o meter al Estado como socio -inclusive mayoritario- en proyectos de inversión minera, etc., no es una buena noticia, ni siquiera desde el punto de vista de una política económica de izquierda moderna. Son antiguallas ideológicas que solo traerán ineficiencia, corrupción y resultados contraproducentes.

Lo más grave, sin embargo, es su terca insistencia en la Asamblea Constituyente, con la cual, obviamente, sí pretende transformar por completo el modelo económico y convertirlo en un esquema estatista y controlista (si no, ¿para qué lo quiere cambiar?).

Al menos reculó en la idea original de ir por el camino del referéndum directo, lo cual hubiera sido un manotazo anticonstitucional, y ha decidido ir por el Congreso, como corresponde, pero hay que estar alertas respecto de la estrategia gubernativa para lograr su cometido.

¿Se va a quedar satisfecho Castillo con presentar una propuesta de reforma constitucional del artículo 206, someterla al Congreso y aceptar democráticamente dicha decisión, así sea contraria a sus deseos? El Legislativo seguramente le dirá que no es viable y ni siquiera obtendrá los 66 votos que necesitaría para luego ir a un referéndum que consolide la reforma. ¿Allí quedará la cosa?

Si así fuera, santo y bueno. El Primer Mandatario podrá decir que lo intentó y que no pudo, y se dedicará a gobernar con medianía nuestra economía y ojalá con eficiencia los sectores Salud y Educación, que son sobre los que más expectativa ciudadana hay (esperemos que el gabinete entrante esté a la altura de ese desafío).

Pero todo este esquema saltaría por los aires si Castillo, por ejemplo, decide hacer cuestión de confianza respecto del proyecto de reforma, provocando una colisión de poderes que podría llevar a la disolución del Congreso y estrenar un periodo de absoluta incertidumbre.

Las bancadas de centroderecha democráticas deberían saber, en esa perspectiva, a qué atenerse. Lo primero, no votar la propuesta y consultar al Tribunal Constitucional si procede esa cuestión de confianza sobre una reforma de la Carta Magna. Si el TC lo permitiese, pues igual votar a conciencia y rechazar semejante empotrada política, aún a riesgo de perder la curul y propiciar una nueva elección congresal.

Y de darse el caso, en esos comicios corresponderá nuevamente dar la batalla política. Todo lo que sea necesario se deberá hacer para impedir que el actual gobierno nos lleve a la deriva estatista y autoritaria que tantos ejemplos funestos tiene en la región y cuya posibilidad pende como una espada de Damocles sobre el país mientras Castillo no renuncie a la peregrina idea de refundar constitucionalmente la República.

Hoy se conmemoran doscientos años de independencia de la corona española y el nacimiento de la República. No hay mucho motivo de celebración. El sueño republicano sigue siendo una utopía y en esa perspectiva han sido escasos los momentos positivos de nuestra historia nacional en los dos siglos acontecidos.

Mientras no logremos consolidar el capitalismo liberal y lo acompañemos de la construcción de un Estado moderno y eficiente, el republicanismo será una utopía, una impostura, una ficción precaria.

Apenas se ha rozado ese círculo virtuoso en algunas fases de nuestra historia, quizás cuando la República Aristocrática o con el fujimorismo económico y la transición democrática de los últimos 30 años. Y no son, siquiera, momentos ejemplares de construcción de un ideario liberal sino a lo sumo momentos de entronización de modelos proempresariales.

Que aún así se haya logrado cifras importantes de crecimiento económico, reducción de la pobreza y de las desigualdades solo nos debería llevar a soñar lo que podría haber ocurrido si detrás de tales proyectos hubiese existido una voluntad económica y política realmente liberal.

Por eso, el país nos acaba de dar un cachetazo antiestablishment en esta elección bicentenaria. Por eso, a pesar de que nunca antes en nuestra historia republicana las regiones del país han gozado de tantos recursos, han sido las provincias andinas las que han desplegado un voto antilimeño potente y casi absoluto.

Una economía cabal de mercado liberal competitivo, sin prebendas ni argollas clasistas, una democracia republicana igualitaria y participativa más allá de los procesos electorales, y un Estado ecualizador de las oportunidades ciudadanas a través de unas dignas salud y educación pública, y provisión decente de seguridad y justicia, son las condiciones pendientes de realizar para el tercer siglo de nuestra vida como nación independiente.

Solo la conjunción de esos tres criterios (liberalismo, democracia republicana y buen Estado) hará factible sintonizar la sociedad nacida de la proclama libertadora de San Martín, con la herencia milenaria de los pueblos originarios, que han sido, por lo general, los grandes olvidados de todo proyecto republicano (para empezar, la Independencia no fue conquistada a plenitud por quienes sufrían la mayor opresión).

Al parecer, afrontaremos el inicio del tercer siglo transitando un paréntesis en esa gran apuesta pendiente y con el riesgo de retroceder globalmente si se plasma un proyecto antiliberal, autoritario y conservador. Hacemos votos porque el gobernante en funciones adquiera lucidez y su paso por Palacio no produzca una parálisis estructural y más bien, correctamente encaminado, contribuya a expresar y darle reconocimiento al pueblo que su origen humilde representa.

En todo caso, la fuerza de los hechos hará, confiamos en ello, que más temprano que tarde el país se vuelva a encontrar frente a la posibilidad de retomar el desafío pendiente de nuestra larga historia. Ojalá estemos a la altura de las exigencias cuando ello vuelva a ocurrir.

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Bicentenario, capitalismo

Pedro Castillo es un gobernante chantajeado. Vladimir Cerrón, secretario general de Perú Libre, la agrupación que llevó a Castillo al poder, le ha advertido claramente que si se desvía de la ideología radical originaria del partido, éste lo corregirá (vaya uno a saber a qué se referirá Cerrón con el término “corregir”).

Cerrón controla al menos doce congresistas de la bancada de Perú Libre. Sin ellos, el gobierno se quedaría con 38 leales (25 de Perú Libre, 5 de Juntos por el Perú, 4 de Somos Perú, 3 morados y Héctor Valer), cifra que lo deja inerme frente a cualquier arresto de vacancia que la oposición pueda tener.

En verdad, si Castillo quería librarse de Cerrón debió hacerlo antes de la conformación de alianzas en el Congreso, de modo de poder haber ampliado su coalición a los congresistas de Acción Popular, Alianza para el Progreso o Podemos, que en principio le habían expresado buena disposición.

Hoy parece encontrarse atado de manos, aunque tiene una baraja disponible: que se dedique a hacer política y, actuando sobre la realidad consagrada del Congreso, lanzar mensajes acuerdistas con las mencionadas bancadas a cambio de librarse de la influencia radical de Cerrón.

Eso se va a confirmar en el mensaje de mañana ante el Parlamento y, sobre todo, en la designación del gabinete ministerial. Si Castillo cede al chantaje de Cerrón perderá soga y cabra porque lo más probable es que ni siquiera sus aliados eventuales (Somos Perú y los morados) se sumen a respaldar a un gabinete cerronista o a un régimen empeñado en desplegar una agenda radical y refundacional de la República, como pretende el cacique de Junín.

Ojalá Castillo agudice su inteligencia política y empoderado por el cargo que ocupa, entienda que el único camino político sostenible que le queda pasa por desplegar una opción moderada de izquierda alejada del catecismo anticuado y obtuso que le exige Cerrón de mala manera (¡anoche envió a sus huestes a hostigar al mandatario nada menos que a su domicilio!).

La convivencia con Cerrón resulta insostenible. El dirigente huancaíno ha planteado el tema como un todo o nada, poniendo a Castillo entre la espada y la pared, olvidando que éste es el gobernante elegido y quien cuenta con el mandato popular legítimo para dirigir las riendas del país. La altisonancia de Cerrón no puede ser tolerada por Castillo. Si cede a ella, su gestión nacería coja de gobernabilidad.

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Congreso, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Es una superlativa noticia política que el oficialismo no haya logrado hacerse de la Mesa Directiva del Congreso y que la haya ganado María del Carmen Alva, de la lista encabezada por Acción Popular. En una circunstancia en la que los arrestos radicales de Perú Libre aún no han sido desmentidos por la conformación de un gabinete ministerial moderado o la emisión de un discurso presidencial del 28 de julio consonante, era imperativo que se consagrase de antemano un mínimo equilibrio de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo.

No obstante, es una mala noticia que la centroderecha no haya logrado conformar una lista unitaria debido a apetitos personales de los congresistas de Renovación Popular. Peor noticia es que Somos Perú y los morados se hayan unido a la lista fallida de Perú Libre, a pesar de existir absoluta discordancia ideológica entre unos y otros. Es responsabilidad de la oposición lograr esa unidad en algún momento. Hay razones más que suficientes para limar diferencias partidarias o ideológicas y lograr dicha concordancia en el futuro.

Es preciso que el Congreso opositor logre agrupar 87 votos. Ello implica la suma de todos los partidos menos Perú Libre, Juntos por el Perú y el congresista Valer, que llegan a 43 votos. ¿Por qué esa cifra? Porque con ella pende como una espada de Damocles para el Ejecutivo la eventualidad de ser vacado si se aparta de los márgenes constitucionales previstos en la Carta Magna. Dadas las circunstancias, es saludable que exista esa posibilidad.

Frente a la reiterada insistencia del presidente electo en transitar el camino del referéndum para convocar a una Asamblea Constituyente, llegará un momento en que habrá una colisión de poderes porque el texto constitucional es muy claro: “toda” reforma constitucional requiere del Congreso. Si Castillo insiste en convocar a un referéndum en base a la sola recolección de firmas -tarea en la que ingenuamente un sector de la derecha lo acompaña-, tendrá que ser el Legislativo el que le pare el macho.

Posdata: ha quedado en evidencia la clamorosa impericia del oficialismo, incapaz de organizar una lista bien constituida, motivo por el que fue retirada de la contienda, dejándole el camino servido al centro y a la derecha. Ojalá no sea un heraldo de la forma en que se van a conducir en el gobierno.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo, Perú Libre

Pedro Castillo tiene que elegir entre el discurso radical decimonónico de su socio Vladimir Cerrón y allegados, o el imperativo de la realidad, además de su propia vocación ideológica (el Presidente electo se ha encargado de señalar que no es comunista ni chavista como sí lo es el secretario general del partido que lo llevó al poder).

La encuesta de Ipsos publicada hoy en el diario El Comercio ratifica lo que Datum e IEP habían señalado horas previas. Preguntada la ciudadanía por las prioridades que debe tener el próximo gobierno figura en primerísimo lugar salud, con 75%, reactivar la economía 67%, educación 55%, seguridad ciudadana 46%, combatir la corrupción 42%, apoyar la agricultura 27%, programas contra la pobreza 18%, impulsar infraestructura 11% e impulsar un cambio constitucional apenas 11%.

Precisando el tema, Ipsos pregunta respecto del posible cambio de Constitución: 32% considera que debe ser reformada parcialmente; 40% a favor de una constituyente y 25% que debe mantenerse sin cambios. La mayoría del país no acompaña el afán refundacional radical de Cerrón y compañía.

Castillo debería escuchar al propio pueblo que tanto invoca. Debe darse cuenta, además, que el suyo no fue un voto ideológico sino disruptivo, antiestablishment. No ha ganado la izquierda, como cree el cerronismo, sino un país que resiente el centralismo y el clasismo que lamentablemente han signado al modelo que, por su lado, tanto éxito macroeconómico ha tenido en estas décadas.

En estas horas se define la Mesa Directiva del Congreso, el gabinete ministerial y el perfil político del nuevo gobierno a través del mensaje presidencial de Fiestas Patrias ante el Legislativo. Ojalá Castillo sepa leer la realidad y entienda que el mandato popular lo conduce a ejecutar un gobierno de izquierda moderado.

Ya algunos indicios positivos ha mostrado Castillo en el congreso partidario de ayer, en el que marcó clara distancia de los apetitos absolutos de Perú Libre y probablemente el distanciamiento sea cada vez mayor, pero eso solo lo corroborarán los hechos políticos que esta semana se definirán.

El gobierno de Castillo es débil de antemano. Si lo entiende, lo modera, busca acercarse al centro tanto social como político, y construye mayorías con una buena gestión, podrá sobrevivir. Si no lo entiende, se deja llevar de las narices por el carromato ideológico de Perú Libre y pretende refundar radicalmente el país, lo más probable es que no dure los cinco años de mandato.

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Pedro Castillo, Perú Libre, Vladimir Cerrón

El IEP es contundente en su última encuesta: 85% pide que Cerrón (es decir, el ala radical) no participe en el nuevo gobierno; 58% aprueba algunos cambios constitucionales y solo el 23% quiere una nueva Carta Magna; 61% pide mantener el modelo económico y apenas el 23% pide un cambio total.

Lo mismo sucede con la última medición de Datum. Sobre las prioridades que debe tener el gobierno de Castillo, el 44% estima que debe ser la reactivación económica, 41% mejorar el sistema de salud, 35% mejorar la calidad de la educación, 35% luchar contra la corrupción, 21% luchar contra la delincuencia, y un reducidísimo 9% convocar a una Asamblea Constituyente.

Por si fuera poco, un 72% considera que el gobierno debería seguir un modelo de libre empresa, solo 12% el plan de Francke y un misérrimo 4% el programa de Cerrón.

Asimismo, Pedro Castillo empieza su gobierno con una actitud desfavorable del 19% y muy desfavorable de 16% de la opinión pública. En general, positiva de 40% y negativa de 35%. No va a tener luna de miel por parte de la ciudadanía.

Finalmente, respecto de la conformación de la Mesa Directiva del Congreso un 52% considera que debe serlo por alguien que no pertenezca a Perú Libre y solo un 35% que la debe ocupar algún adscrito al partido de Cerrón.

A buen entendedor, pocas palabras. Parece difícil que Castillo renuncie de facto a su pretensión constituyente y todo hace suponer que aprovechará su mensaje de Fiestas Patrias para anunciarlo, pero pronto deberá recalar en que socialmente es indeseable y políticamente es inviable (ni siquiera la bancada más izquierdista del centro, como es la de Acción Popular, le ha dado apoyo en ese tema).

Los arrestos radicales deberían quedar como un saludo a la bandera, un intento que de antemano se sabe inocuo, al que Castillo quizás se sienta obligado para cumplir con una parte de sus electores, pero con la conciencia clara de que va a abortar prontamente. Claramente, el país no acompaña a Castillo en ese proyecto y felizmente el Congreso parece que tampoco lo hará en lo que claramente es un dislate político.

Castillo debe entender ello no como una traición a sus postulados sino como un necesario giro al centro que la realidad le impone. Es de buenos políticos entender que la ideología no puede estar por encima de los hechos.

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Asamblea Constituyente, Congreso, Pedro Castillo

Si la necedad de algunos líderes parlamentarios de Fuerza Popular o Renovación Popular, en el afán de presidir sí o sí la próxima Mesa Directiva del Congreso, hace que naufraguen las negociaciones con las bancadas del centro y éstas terminen acercándose a Perú Libre, la ausencia de contrapesos al Ejecutivo será directa responsabilidad de la derecha peruana.

En la práctica, luego de la deserción del congresista Héctor Valer, la izquierda tiene 43 parlamentarios, el centro 44 y la derecha 43. Las negociaciones, tal cual se han planteado hasta el momento, incluyen la pretensión de Perú Libre de presidir el Congreso y lo propio por parte de la derecha, pero ha surgido la intención de los congresistas del centro (Acción Popular, Alianza para el Progreso, Podemos, Somos Perú y morados), de unirse y aspirar a lo propio.

Lo sensato por parte de la derecha es ceder en sus pretensiones maximalistas y entender que lo más importante en estos momentos es consolidar un grupo parlamentario de centroderecha que sume 87 votos, una cifra políticamente significativa, porque basta ese número de parlamentarios para elegir magistrados del Tribunal Constitucional, directores del BCR… y para vacar al presidente Castillo.

Ese mensaje es potente si el presidente electo se pretende zurrar en la Constitución para llevar a cabo el malhadado intento de convocar a una Asamblea Constituyente por fuera de los cánones que la propia Constitución establece. Y además sería muy importante que la mayoría del país encuentre cabal representación en la primera Mesa Directiva (todas las encuestas muestran con claridad que las tesis radicales de Perú Libre son aprobadas por una minoría).

Castillo debe entender que la moderación de sus propuestas económicas y su acotamiento de una Asamblea Constituyente son la piedra de toque básica para poder gobernar sin sobresaltos. Si el Congreso soberanamente le da el mensaje de contrapeso necesario con una Mesa Directiva no oficialista habremos empezado ese camino posible en mejor término que si la terquedad de algunos congresistas de la derecha termina entregándole el triunfo al lápiz.

Se vienen tiempos difíciles. El gobierno entrante está demasiado cargado ideológicamente y alberga un sector radical que pretende imponerse al resto. Si desde adentro Castillo no sabe cómo resolver ese problema, pues desde fuera deberá recibir un mensaje político claro y contundente que por ese sendero no se llega si no a punto muerto de gobernabilidad.

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Asamblea Constituyente, Hector Valer, Pedro Castillo
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