[Música Maestro] Y entonces pasaron cincuenta años…
De todas las grandes bandas que brillaron en la escena rockera entre 1965 y 1975, Genesis debe ser una de las pocas en las cuales siguen vivos los integrantes de su formación clásica, aquella que definió no solo su perfil artístico sino la estética de todo un género, nuestro querido prog-rock o, como lo empezaron a rotular los críticos de la época a partir, precisamente, de álbumes como Nursery crime (1971), Foxtrot (1972) o Selling England by the pound (1973) y sus histriónicas presentaciones en vivo, “art-rock”.
Lamentablemente, el estado de salud de uno de ellos hace imposible pensar en algún concierto de reunión. Porque Phil Collins (74) quizás puede sentarse con Tony Banks, Mike Rutherford, Steve Hackett y Peter Gabriel (todos de 75) para tomarse un café o leer las noticias, pero de ninguna manera podría subir a un escenario y realizar las proezas de antaño. Como se aprecia en el documental Drummer first (Drumeo, 2024), el genial baterista apenas puede sostener las baquetas que manejó a la perfección hasta el 2022, año en que las colgó de forma definitiva.
Mientras las masas siguen celebrando, en las balbuceantes redes sociales, la odiosa presencia de Bad Bunny en el intermedio del Super Bowl -un hecho que, en palabras del disc-jockey Eddie Trunk, ha transformado esta tradición del entretenimiento deportivo gringo en una broma de mal gusto-, algunos millones de seguidores del rock clásico alrededor del mundo nos emocionamos al ver a los integrantes del primer Genesis -excepto Collins- supervisando el lanzamiento, el pasado 26 de septiembre, de la edición especial de aniversario de The lamb lies down on Broadway (cinco vinilos, cinco discos compactos Blue-Ray y un folleto de 60 páginas).
Han pasado cincuenta años desde que el quinteto británico concretó este intenso álbum doble que combina fantasías distópicas con simbologías de rebeldía, crónica social, despertares sexuales, conflictos psicológicos, críticas al consumismo, alienación y desolación frente a un mundo agresivo y confuso, a través de la historia pesadillesca de Rael, personaje inventado por Peter Gabriel en medio de una vorágine personal que terminó con su renuncia al grupo, en el momento más creativo de su trayectoria. Se trata de una obra maestra del rock conceptual cuyos misterios musicales y líricos aun hoy cautivan por su profundidad y dramatismo.
¿Rock conceptual? ¿Qué es eso?
En estos tiempos de Spotify, BandCamp y reproductores mp3, los consumidores convencionales de música popular ya no piensan en discos sino en canciones, por lo que el término “álbum de rock conceptual” probablemente solo será entendido en toda su extensión por aquellas personas que hayan desarrollado una relación especial con las formas de producción, distribución y comercialización musical que funcionaban en el pasado (vinilos, cassettes, discos compactos), sea porque vivieron en esas épocas o porque, perteneciendo a generaciones más modernas sepan, por cultura general y/o afición melómana, cómo era eso antes.
Normalmente, los grandes artistas de las décadas doradas del pop-rock componían sus canciones con temas independientes unos de otros para luego reunirlas en “álbumes”. En ese tiempo, los musicales de Broadway y las bandas sonoras del cine se diferenciaban del formato breve del pop-rock incorporando desarrollos argumentales más elaborados y continuos, a la manera de estilos de música académica y teatral como la ópera o la zarzuela.
Eso cambió con las primeras óperas-rock, como por ejemplo Jesus Christ Superstar (Inglaterra, 1970) o Tommy (The Who, 1969), en que las canciones estaban conectadas, pero funcionaban también por separado. Hubo álbumes conceptuales en casi todos los géneros derivados del pop-rock, pero las bandas de rock progresivo llevaron esa práctica a un nivel más complejo. Así, el “álbum conceptual”, se consolidó como una narración musical con enfoques que iban de lo esotérico y lo ficticio a lo psicológico y sociopolítico.
Ejemplos de álbumes conceptuales son Thick as a brick (Jethro Tull, 1972), Tales from topographic oceans (Yes, 1973), The snow goose (Camel, 1975) o Joe’s garage (Frank Zappa, 1979-1980). Hay otros famosos, como por ejemplo Dark side of the moon (1973) o The wall (1979) de Pink Floyd, Paradise Theater (Styx, 1980). Dos joyas del rock en español, La huerta atómica (Miguel Ríos, España, 1976), La Biblia (Vox Dei, Argentina, 1972), y hasta de salsa dura, Hommy: A latin opera (1973) -adaptación que hizo el pianista Larry Harlow de Tommy, donde el protagonista no es un prodigio del pinball sino de la percusión-; El baquiné de angelitos negros (Willie Colón, 1977) o Maestra vida (1980), de Rubén Blades. En esa categoría también está, desde luego, The lamb lies down on Broadway.
El final de una era para Genesis
El sexto disco de Genesis, con enigmática carátula que refleja algunas de sus escenas, diseñada por el equipo de Hipgnosis, responsable de importantes portadas del rock británico de los setenta- fue también el último con Peter Gabriel. La ambiciosa puesta en escena, que incluía montajes, proyecciones y vestuarios extremadamente llamativos generaron tensiones al interior de la banda por el protagonismo que cobró el vocalista. A ello se sumó el complicado proceso de nacimiento de Anne-Marie, su primera hija. Todo ello lo llevó a renunciar para estar más cerca de su familia. Fue el fin de una importante era del grupo.
Lamentablemente, no existe ningún registro audiovisual en vivo de calidad, algo inexplicable pues tocaron el álbum de principio a fin 102 veces por Europa y Estados Unidos. Desde el 2014 circulan videos de más de una hora con retazos borrosos de uno de esos conciertos, en Londres. Probablemente, esta ausencia en la memoria visual de las décadas siguientes es la razón por la cual, a pesar de ser considerada una de las giras más impresionantes y originales de su tiempo, no conservó el prestigio que sí ostentan actualmente Tommy (The Who) o The wall (Pink Floyd).
En la edición de lujo que acaba de publicarse, se incluye uno de esos recitales completos, en el auditorio Shrine de Los Angeles, el 24 de enero de 1975. Son tres vinilos con el audio mejorado a comparación de la versión que ya habíamos escuchado en 1998 como parte del boxset Archive 1967-1975. En el año 2020 se lanzó por YouTube un video con ilustraciones en estilo cómic de The lamb lies down on Broadway, una excelente interpretación hecha por el ilustrador norteamericano Nathaniel Barlam que tiene hasta el momento más de 950 mil reproducciones.
Una idea original de Peter Gabriel
El caso de The lamb lies down on Broadway, concebido y grabado entre junio y octubre de 1974, es probablemente lo más cercano a una conjunción entre música y literatura, en contextos rockeros. De hecho, en el encarte del LP original de Charisma Records -y en la primera remasterización para CD, lanzada en 1994- se incluyó una versión escrita del argumento, que ofrece contextos imposibles de incorporar en la narración musicalizada.
Desde el principio, Peter Gabriel fue quien trajo la idea de hacer un disco doble contando una única historia y propuso a sus compañeros que le permitieran encargarse de las letras de manera exclusiva, autoexcluyéndose por primera vez de la creación musical, una forma de trabajo nueva para Genesis. De esa forma, mientras el cuarteto de instrumentistas armaba las melodías, el vocalista se sumergía en su mundo interno para darle forma a la historia final.
La intención de esta movida era alcanzar la misma coherencia que tienen los cuentistas o novelistas en la creación de sus personajes, situaciones, enredos y resoluciones. De hecho, de las 24 canciones, solo una contiene letras no escritas por Gabriel –The light dies down on Broadway– quien prácticamente les dictó a Rutherford y Banks qué palabras poner en cada estrofa. Por cierto, el cuento corto también está firmado por Gabriel.
The lamb: Una obra maestra incomprendida
Aunque actualmente tiene estatus de álbum de culto, en su momento no le fue nada bien si lo comparamos a los discos anteriores de la banda. Los singles Counting out time y The carpet crawlers -que fue regrabada por la banda original en 1999 para la recopilación Turn it on again: The hits- no tuvieron presencia en las radios y muchos críticos especializados lo consideraron un disco pomposo y recargado.
Sin embargo, más allá de aquellas primeras reacciones, se trata de una verdadera obra maestra de arte sonoro, una entidad sólida capaz de activar emociones oscuras y profundas, poniendo marco musical perfecto a las bizarras correrías de Rael, un agresivo pandillero de casaca de cuero negro, jeans raídos y polo blanco -dos años antes de que el mundo conociera a Johnny Ramone- y de ascendencia portorriqueña que inicia su camino laberíntico hacia la desaparición con una visión alegórica que lo conmueve, un inocente cordero recostado sobre las pistas de Broadway, la concurrida zona de teatros y bohemia de Manhattan, New York.
Musicalmente, tiene todo lo que los fans del Genesis clásico necesitan para pasarla bien. El gran público reconoce a la banda como el trío conformado por Mike Rutherford (bajos, guitarras), Tony Banks (teclados) y Phil Collins (batería), con el último haciéndola también de cantante, en temas ochenteros como That’s all (1983) o Invisible touch (1986), éxitos radiales que podríamos calificar de pop progresivo influenciado por el R&B que Collins cultivó en su carrera solista. Por eso, pensar que ellos mismos construyen los vertiginosos segmentos instrumentales de canciones como In the cage, Riding the scree o el tema-título inicial, aporta una dimensión diferente a su apreciación.
Si bien el atractivo central está en los desesperantes problemas del protagonista, el disco incluye maravillosas piezas instrumentales como Hairless heart, The waiting room -una extraña improvisación que, por poco, ni siquiera entra en el disco- o la segunda parte de Fly on the windshield o The Lamia, están entre los mejores momentos de Genesis, al nivel de Firth of fifth (Selling England by the pound, 1973) o Apocalypse in 9/8, de la suite Supper’s ready (Foxtrot, 1972), con Steve Hackett y su atmosférica guitarra eléctrica muy inspirada.
Referencias culturales en The lamb…
A diferencia de otros discos de Genesis, que contienen alusiones a la historia de Gran Bretaña, personajes de la mitología grecorromana y relecturas del Nuevo Testamento, en esta ocasión el enfoque está en la cultura popular de los Estados Unidos y, particularmente, en New York, una inspiración surgida de las exitosas presentaciones de la banda en ese país. Esto, que queda claro desde el título y la ambientación de la historia, también aparece en diversos momentos del álbum, con frases, referencias culturales y sugerencias, algunas más evidentes que otras.
En Cuckoo cocoon, nuestro antihéroe se compara, hablando de su encierro, con el personaje bíblico/coránico Jonás, el que termina tragado por una ballena y con un prisionero de “alguna cárcel de Brooklyn”. En la canción Broadway melody of 1974, desfilan personajes como el comediante Lenny Bruce o el asesino en serie Caryl Chessman, condenado a la silla eléctrica en los años sesenta. También menciona a uno de los principales teóricos de la comunicación masiva, el canadiense Marshall McLuhan, el empresario y aviador Howard Hughes, el grupo racista Ku Klux Klan y al humorista Groucho Marx, recordado ícono del cine de la primera mitad del siglo XX.
También hay referencias musicales de distintas épocas. Por ejemplo, al final del tema-título juega con nombre de un clásico de los sesenta, On Broadway. En medio de In the cage, introducen la frase “my little runaway” del éxito de 1961 del guitarrista Del Shannon, Runaway. En esta misma canción puede escucharse a Rael/Peter repetir compulsivamente la frase “raindrops keep falling on my head…”, del éxito de B. J. Thomas de 1969. Y, al final de it. hace una variación al estribillo de It’s only rock and roll but I like it de los Rolling Stones. También hay menciones a Blue suede shoes o In the mood, de Elvis Presley y Glenn Miller, respectivamente.
Si pensamos que toda esta información provino de cinco muchachos de 25 años y la presentaban ante audiencias cautivas que tenían en promedio la misma edad, The lamb lies down on Broadway nos pone nuevamente delante de un tema que nadie menciona: la involución de los niveles de apreciación, curiosidad y comprensión del público y la degradación del mundo de la música popular. ¿Cómo es que hace 50 años, los jóvenes veinteañeros se sentaban y aplaudían contenidos de tremenda complejidad intelectual y hoy, con todo a la mano tecnológicamente, las grandes mayorías juveniles únicamente aceptan aquello que remueva sus pulsiones más primarias, tanto en ritmos como en desarrollos temáticos?
¿Y de qué trata exactamente The lamb lies down on Broadway?
Para no perdernos en los detalles de las surrealistas andanzas de Rael, podemos resumir que es un muchacho rebelde y cínico que va por la vida expresando sus opiniones a punta de grafitis -se hace llamar “Rael Imperial Aerosol Kid”- por las calles de Manhattan cuando, de repente, es absorbido por un remolino, una nube negra que lo envuelve y encierra en una jaula, desde donde ve a muchas otras personas padecer lo mismo, entre ellas su hermano John quien, por efectos de esa extraña abducción, parece no reconocerlo ni interesarse por su incierto destino.
De repente, después de estar atrapado “entre estalactitas y estalagmitas” que lo comprimen e impiden respirar, Rael cae de nuevo en la ciudad de New York y tiene, entre otras cosas, su primera experiencia sexual. Sin embargo, todo esto no es más que un recuerdo, mientras regresa a su estado actual de pesadilla, esta vez para encontrarse con un extraño pasaje y una cámara con treinta y dos puertas. Así termina la primera parte.
Para la segunda mitad, la cosa se pone aun más tétrica para Rael. Luego de superar a la muerte se encuentra con un trío de atractivas damiselas con forma de serpiente con quien tiene un apasionado encuentro amoroso tras el cual las “Lamia” -nombre de las raras criaturas- mueren después de beber su sangre, condenándolo a transformarse en un grotesco monstruo. Para destruir el hechizo y recuperar su aspecto humano, él y su hermano John deben ser castrados.
Finalmente, en medio de la pesadilla, una especie de salida aparece delante de sus ojos pero, al tratar de alcanzarla, caen en una corriente de agua que lo arrastra. A la distancia ve a John, lo rescata y, al mirarlo, descubre horrorizado en lugar del rostro de su hermano, el suyo. De repente, el aire se revuelve alrededor de los dos cuerpos, disolviéndolos y mezclándolos con todo alrededor. Una historia que combina elementos de ciencia ficción, juegos de personalidades desdobladas y un viaje de descubrimiento personal que terminan de golpe, como la vida misma. El año 2014, Jon Michaud, cronista de The New Yorker, describió a The lamb lies down on Broadway como “el Ulises de los álbumes conceptuales”.