El gobierno ha anunciado que presentará un proyecto de ley que busca revertir y mejorar la opinión pública generada por actos de inseguridad ciudadana, obligando a los medios de comunicación audiovisuales a transmitir y publicar información, en cualquier formato, que cumpla con una imagen positiva de estas acciones.
Es un despropósito por donde se le mire. Este movimiento, justificado como un paso hacia la protección del bien común, ha generado olas de rechazo entre periodistas y activistas que defienden una prensa libre. Y no sin justificación, porque lo que realmente se oculta bajo la creencia superficial en una verdad oficial es una censura encubierta que pone en peligro los principios básicos de una sociedad democrática.
La libertad de prensa no es solo un derecho individual, sino también un pilar crucial de la democracia. Como vigilante del poder, la prensa tiene la misión de proporcionar una perspectiva plural, objetiva y crítica de los acontecimientos. En lugar de ser un megáfono del gobierno, necesita mantener su independencia y responsabilidad, para proporcionar a los ciudadanos la mejor imagen posible de la realidad.
Imponer solo una narrativa positiva sobre la guerra contra la inseguridad en los medios, pervierte este principio, porque impone una única verdad, la del poder, en lugar de permitir la confrontación de ideas y la discusión pública.
Tales medidas evocan períodos aterradores en la historia, cuando la información estaba sujeta a restricciones bajo un edicto autoritario. En lugar de rendir cuentas a la sociedad, el gobierno quiere controlar la opinión pública de manera monopólica, como si la información fuera un producto que puede ser moldeado a la conveniencia de quienes están en el poder.
Pero, más seriamente, al hacerlo cierra el espacio para la crítica, para la reflexión, y por lo tanto para la búsqueda de soluciones auténticas a los problemas de inseguridad.
Lo que la sociedad peruana no necesita es una prensa de cualquier tipo que esté domesticada, controlada por prescripciones. Lo que requiere es una prensa libre y valiente dispuesta a reportar la verdad, por muy inconveniente que esta sea para el poder. La democracia genuina solo puede arraigar en una sociedad plural, donde diferentes voces puedan coexistir.