Según encuesta del IEP, el 67% de peruanos considera que el mensaje presidencial de Fiestas Patrias fue malo o muy malo. En materia de corrupción el 83% se considera insatisfecho con lo allí dicho. En el tema de la inseguridad ciudadana el 82%. Y en cuanto a la economía, la insatisfacción alcanza el 79%.
Todo ello tiene que ver con un mensaje aburrido, larguísimo (resulta hasta ofensivo que haya durado cinco horas), intrascendente (¿alguien le habrá sugerido a la presidenta que abundase en detalles y que con ello iba lograr dar la imagen de que el gobierno estaba haciendo mucho?). Pero también con el grado de credibilidad de la mandataria. Está por los suelos.
Según la propia encuesta, siete de cada diez peruanos no le cree nada a la Presidenta. Y respecto de los sentimientos que despierta el gobierno, los que más afloran son los de cólera, tristeza y decepción.
Al menos es una buena noticia que las mayorías del país no aprueben este modelo chicha, mediocre, corrupto y mercantilista que representa el régimen aliado a un Congreso que también sale pésimamente parado en la encuesta.
Pero lo que llama la atención es que no surja un líder opositor anti Boluarte que logre capitalizar ese descontento. La izquierda la aborrece porque la considera la traidora del gobierno de Castillo, que tanto auparon. Y la derecha se demoró en tomar distancia (aún no lo hace a carta cabal) porque este sector ideológico privilegia la estabilidad social por encima de cualquier otra circunstancia y muy en el fondo de su corazón aprueba la represión de fines del 2022 e inicios del 2023.
Tiene que surgir un anti Boluarte desde la centroderecha. La figura del líder opositor que sucede al gobierno en curso ha funcionado en la historia reciente del Perú. Fue Toledo la cabeza de la oposición a Fujimori y ganó la elección. Fue García la bestia negra de Toledo e hizo lo propio. Fue Humala la piedra en el zapato del gobierno aprista y ganó el 2011.
Y para ello, la centroderecha tendría que tomar posición ya, vocingleramente, no solo en entrevistas televisivas o radiales de limitado alcance en los sectores populares. Parten, además, con un hándicap y es que la mayoría identifica este pacto infame del Ejecutivo con el Legislativo como uno de derecha.
La cancha está inclinada a favor de la izquierda y, dentro de ella, la radical. La única manera de que la derecha democrática atenúe ello es que salga con un mensaje reiterativo y beligerante respecto de las tropelías que a diario comete el régimen malhadado que nos ha tocado en suerte.