Idiocracia o el gobierno de los idiotas

Idiocracia o el gobierno de los idiotas

“Tanto en Estados Unidos —como también en el Perú— las grandes catástrofes sociales y políticas no parecen tener sus orígenes en la maldad de sus líderes —y seguidores, por supuesto—, sino en su estupidez.”

[EL DEDO EN LA LLAGA] Han pasado casi cincuenta años desde que el historiado italiano Carlo Mario Cipolla (1922-2000) diera a conocer de manera limitada en el año 1976 su ensayo “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”, que luego publicaría en 1988 en el libro “Alegro ma non troppo” junto con otro ensayo de su autoría.

Esas leyes son cinco y se enuncian como sigue:

Primera ley:

Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.

Segunda ley:

La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.

Tercera ley:

Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho provecho para sí, o incluso incluso obteniendo un perjuicio.

Cuarta ley:

Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error.

Quinta ley:

La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El estúpido es más peligroso que el malvado.

¿Pero que es lo que entendemos por “estúpido”? Por lo general, una persona que muestra falta de inteligencia, juicio o sentido común, caracterizada por decisiones o comportamientos irracionales, poco reflexivos o que carecen de lógica. Y hay palabras equivalentes que tienen prácticamente el mismo significado —idiota, imbécil, necio, etc.— cuando se entienden descriptivamente, fuera de un contexto en que son utilizadas como agresiones verbales o insultos.

Ahora bien, ¿que pasaría si toda una sociedad estuviera integrada únicamente por idiotas, en número mucho mayor a los que vemos actualmente en nuestras sociedades modernas? Eso es lo que plantea el film “Idiocracy” (“Idiocracia”, 2006), dirigido por Mike Judge, una sátira distópica que muestra un futuro en el que la humanidad ha experimentado una decadencia extrema en su inteligencia colectiva debido a siglos de deterioro progresivo de las características genéticas.

La película se sitúa en el año 2505, donde Joe Bauers, un hombre promedio del siglo XXI, despierta tras ser hibernado accidentalmente durante 500 años, en el marco de un experimento militar secreto. La premisa central es que, en el pasado, las personas más inteligentes tuvieron menos hijos, mientras que las menos inteligentes se reprodujeron en mayor medida, lo que llevó a una población global cada vez más estúpida, generando un mundo donde la falta de juicio y razonamiento ha colapsado la civilización.

La población tiene un nivel de inteligencia extremadamente bajo. El lenguaje se ha degradado a un inglés simplificado, lleno de jerga, gruñidos y expresiones vulgares, con una gramática casi inexistente (por ejemplo, frases como “Ow, my balls!” son comunes).

La comprensión de conceptos básicos, como la ciencia, la historia o el funcionamiento de sistemas ha desaparecido. La cultura está dominada por el entretenimiento absurdo y de baja calidad —por ejemplo, videos de una persona dándose de batacazos y sacándose la mugre, o un largometraje nominado al Oscar que consiste únicamente en un trasero lanzando flatulencias—. El programa de televisión más popular es “Ow, My Balls!”, una comedia burda basada en golpes físicos, reflejando la falta de sofisticación y la vulgaridad del entretenimiento. Las noticias se convierten en espectáculos, anunciadas por dos narradores, hombre y mujer, con casi nada de ropa encima.

Las instituciones educativas han desaparecido o son inútiles. Los médicos son ignorantes y diagnostican con frases vagas como “estás jodido” (“you’re fucked up”). Incluso el presidente de Estados Unidos, Dwayne Elizondo Mountain Dew Herbert, es un exactor porno y exluchador profesional que usa un lenguaje soez y actúa de forma teatral, sin capacidad para gobernar racionalmente.

El medio ambiente está devastado. Las ciudades están cubiertas de basura acumulada en montañas, y el polvo y la suciedad dominan el paisaje urbano debido a la incapacidad de gestionar residuos.

La agricultura ha colapsado porque los cultivos se riegan con Brawndo, una bebida con electrolitos similar al Gatorade, lo que provoca hambrunas generalizadas. Nadie entiende conceptos básicos como el ciclo del agua o la necesidad de nutrientes para las plantas, y creen que los electrolitos son buenos para todo, sólo porque así lo enuncia la publicidad.

La economía está en ruinas, con una inflación absurda. Por ejemplo, un personaje paga millones de dólares por un servicio médico básico.

Las corporaciones dominan la vida cotidiana, controlando incluso servicios gubernamentales, como la adopción de niños. Todo está hipercomercializado, pero de forma caótica e ineficiente.

El gobierno es una parodia de la democracia. El presidente Camacho lidera con discursos grandilocuentes, pero sin sustancia, y el Congreso está compuesto por personas igualmente ignorantes que toman decisiones basadas en emociones o espectáculo. Las leyes y normas son inexistentes o absurdas, y la justicia se reduce a un programa televisivo estilo “reality show” donde los acusados son juzgados en arenas públicas.

Aunque la tecnología del siglo XXI aún existe, está en mal estado o se usa de forma incorrecta. Por ejemplo, los hospitales usan máquinas diagnósticas estropeadas que dan respuestas incoherentes. La infraestructura, como edificios y carreteras, está en ruinas, y nadie sabe cómo repararla o mantenerla.

Los habitantes de esta sociedad no reconocen su propia ignorancia. Consideran a Joe Bauers, con su inteligencia promedio del siglo XXI, como un genio excepcional porque puede hablar con frases completas y resolver problemas básicos. Y sólo por este motivo lo nombran Ministro del Interior (Secretary of the Interior), sin que tenga la menor idea de cómo desempeñar el cargo.

La sociedad está obsesionada con el placer inmediato, el entretenimiento absurdo y el consumo sin reflexión. Las prioridades son ingerir comida chatarra, beber Brawndo, tener sexo ocasional —casi de manera obsesiva—, jugar videojuegos y ver programas de televisión estúpidos.

La falta de inteligencia dificulta la colaboración. Las personas actúan de forma impulsiva, lo que lleva a conflictos constantes y a la incapacidad de abordar problemas colectivos como la hambruna o la acumulación de basura.

Aunque es una comedia, “Idiocracy” refleja preocupaciones sobre la anti-intelectualidad y el impacto a largo plazo de priorizar la conveniencia sobre el conocimiento. La sociedad que nos presenta es una caricatura de un mundo donde la inteligencia ha sido reemplazada por la ignorancia masiva, el entretenimiento vacío y la incapacidad para resolver problemas básicos.

Así como está, sin llegar a ser una obra maestra del Séptimo Arte y no obstante su tono ligero de comedia absurda y tontorrona, la película tenía un enorme potencial como sátira profética y como ácida crítica a la sociedad estadounidense. No extraña, pues, que la productora intentara “enterrar” el film.

Producida por 20th Century Fox con un presupuesto presupuesto relativamente bajo (2,4 millones de dólares), Fox optó por una estrategia de lanzamiento extremadamente limitada: exhibición en sólo 130 salas de cine de todo estados Unidos, en sólo siete ciudades —sin incluir Nueva York ni San Francisco—, sin avances para críticos, sin kits de prensa, sin trailers ni promoción significativa. Esto resultó en una taquilla de apenas 495,303 dólares.

Las razones, basadas en declaraciones de involucrados y análisis periodísticos, son controvertidas:

  1. Reacciones negativas en proyecciones de prueba (test screenings). En marzo de 2005, las audiencias de prueba respondieron mal a la película, considerándola demasiado ofensiva o “cruda”. Fox vio el filme como un riesgo alto, optando por minimizar la inversión en marketing para evitar un fracaso de público mayor.
  2. Contenido satírico controvertido y “anti-corporativo”. La película critica duramente el consumismo, el anti-intelectualismo y el poder corporativo. Esto generó especulaciones de que Fox, con fuertes lazos corporativos, no quería ofender a anunciantes o audiencias conservadoras.
  3. Estrategia de lanzamiento mínimo para cumplir obligaciones contractuales. Fox estaba obligada contractualmente a estrenarla en cines antes de lanzarla en DVD. Optaron por un “lanzamiento limitado” sólo por cumplir. Esta decisión terminó convirtiendo a “Idiocracy” en un clásico de culto, promocionado boca a boca, que generó más de 20 veces su taquilla en ventas de DVD y streaming.

Lo cierto es que su visionado nos deja varias lecciones. Tanto en Estados Unidos —como también en el Perú— las grandes catástrofes sociales y políticas no parecen tener sus orígenes en la maldad de sus líderes —y seguidores, por supuesto—, sino en su estupidez. Y el declive de la democracia estaría ya dando lugar en estos países y otros a una idiocracia, un sistema dominado por la ignorancia atrevida y la estupidez. En fin, un gobierno de los idiotas.

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