[EL DEDO EN LA LLAGA] El jueves 18 de septiembre de 2025 tuvo lugar la presentación de mi libro “Las líneas torcidas. 30 años en el Sodalicio de Vida Cristiana” en la Librería el Virrey, en Miraflores (Lima). Estuvieron presentes conmigo en la mesa de presentación Rosa María Palacios, Patricia del Río y Jorge Bruce, todos ellos con comentarios muy agudos y profundos sobre este libro, que pretende no sólo dar un testimonio de lo vivido en una organización de características sectarias, sino también describir de manera completa cómo estaba estructurada la organización, tanto ideológica como disciplinariamente, y sobre todo cómo se realizaba el lavado de cerebro de sus miembros a través de prácticas abusivas e invasoras de la conciencia.
El libro está a la venta en las librerías El Virrey y Sur, y también puede ser adquirido en el stand 53 Paradero La Cultura en la Feria del Libro Ricardo Palma, en el Parque Kennedy de Miraflores.
Con mucha generosidad, Rosa María Palacios me ha cedido el texto de su ponencia, que ahora publico.
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Librería el Virrey, 18 de septiembre de 2025
Quiero empezar agradeciendo a Martin por su generosidad. Esta noche nos hemos conocido por primera vez en persona. Sin embargo, tengo muchos años leyéndolo en el blog Las Líneas Torcidas, cuyo título toma para el libro que presentamos hoy. Hay que ser muy generoso para abrir con este detalle la intimidad personal a una desconocida y, por cierto, a todos ustedes. Los recuerdos de su reclutamiento, tránsito, crisis, salida y vida fuera de la comunidad y luego, finalmente, fuera del Sodalicio, los tenía yo registrados a grandes brochazos por estas lecturas previas que él puso a disposición del público desde Alemania, en el lejano 2012. El abuso, no reconocido, del sacerdote Jaime Baertl, es un episodio terrible del que hay amplia información en varios textos de lo que Pedro Salinas llama la “biblioteca Sodalicio”.
¿Qué de nuevo hay entonces en este texto? Para entender el que creo es el propósito del autor, es útil intentar una clasificación de la obra. ¿Es solo una autobiografía? ¿Un libro de memorias de ciertos hechos? ¿Un testimonio de parte en un proceso de reparación? Es eso, pero no sólo eso. Creo que esta obra es un intento muy exitoso de tratar de satisfacer algunas preguntas que se hace el autor —que se ha hecho por décadas— y nos hacemos aún hoy todos nosotros. Porque, mas allá del morbo y de la espectacularidad que puede traer la denuncia periodística sobre abusos sexuales en la Iglesia, lo que realmente importa saber es: ¿cómo es que logras vaciar la conciencia y la voluntad de jóvenes para que se sometan a la voluntad de otro? Con enorme minuciosidad, Martin va hilvanando los recuerdos de hechos que describe con mucha prolijidad y rigor en una línea de tiempo, y los une a los sentimientos que tuvo en cada uno de esos momentos ya tan lejanos, pero tremendamente vívidos en estas páginas. En estos hechos y en esas emociones trata de encontrar respuestas a su conducta, a la conducta de sus pares y a la conducta de los superiores en la comunidad. Es un trabajo muy difícil y duro recordar no solo lo que pasó sino también qué sentía una versión muy joven y distinta de él mismo.
En ese camino de introspección, que hay que decirlo es muy honesto —descarnada y detalladamente honesto—, Martin va entendiendo cómo era la maquinaria del lavado mental. Cómo se recluta con la adulación de un proyecto revolucionario para una vida que no ha vivido nada y que aspira a vivirlo todo. Cómo se inspira terror y culpa, para terminar normalizando algo tan irracional como el culto a un líder muy mediocre. Desde que Pedro Salinas comenzó a publicar sobre el Sodalicio, mi gran preocupación ha sido ese tema. Porque criar fanáticos es algo que se puede hacer bajo cualquier fachada de presunto interés noble.
Las técnicas se refinan, se especializan. Las herramientas se modifican. Las plataformas pueden ser diversas: una secta terrorista o una religiosa. Pero hay lineas matrices que se repiten una y otra vez. En la página 340 se recoge una buena definición de este secuestro del libre albedrío: es el control. Control del comportamiento, control del pensamiento, control emocional y control de la
información. Con esos cuatro, despojas de humanidad a cualquiera.
La otra pregunta, que está en estas páginas, es por qué alguien le haría algo tan monstruoso a otro ser humano como quitarle el libre albedrío para convertirlo en un zombi feliz. La respuesta es siempre la misma: por poder. La dominación de Figari sobre estos jóvenes es finalmente la fuente de su placer. En todo sentido. Diseñó y encontró, valiéndose de las vulnerabilidades de sus víctimas y de las debilidades de la Iglesia católica, un esquema de opresión que le dio todo el culto a sí mismo, que lo valida como un dictador, mientras se hacía rico a costa del trabajo y las donaciones de sus víctimas. Su conducta sexual perversa no es más que el ejercicio del poder sobre los que él oprime.
;Por qué no podían resistirse? Esa pregunta está bien contestada en este relato. Para alguien como Martin, que milagrosamente no ha perdido la fe, el castigo era el infierno. El ser un fracasado. Su autoestima fue paulatina y milimétricamente destruida, como la de tantos otros. ¿Qué lo salvo? El arte, a través de la música y el cine, es decir, la riqueza de espíritu que intentaron quitarle una y otra vez, y su conciencia moral. Ese pensamiento crítico, esa resistencia que nunca perdió. Tal vez el contacto con alumnos en esos años puede haber preservado su capacidad de razonar.
¿Cómo sucedieron tantos ataques sexuales sin que muchos no vieran nada? Este libro da cuenta de una serie de estrategias primero de dominación y luego, de encubrimiento. Este último amparado en la arquitectura de las comunidades y la sumisión absoluta a los superiores que hacía que una puerta cerrada fuera imposible de abrir para quien era un simple peón en la maquinaria. El culto al líder y a la obediencia absoluta, la falta de transparencia hasta en lo elemental, hacían el resto.
Me ha sorprendido que pese a las justas críticas que el autor hace a los perversos sujetos con los que tuvo que convivir y a sus encubridores, tenga también en cada ocasión palabras de aprecio para personas puntuales a las que, pese a la distancia o a que abandonaron el Sodalicio antes o después que él, fueron compañeros de infortunio que no tenían conciencia de éste y que, pese a todo, tuvieron gestos de amabilidad y humanidad.
Sin embargo, de todos los relatos de este libro me quedo con el homenaje a su madre. Nos recuerda que los padecimientos de las victimas no estuvieron nunca solos. Familias enteras fueron afectadas, pero fue la fortaleza de esas madres, padres, hermanos, la que nunca defraudó en las horas más tristes. La que estuvo ahí cuando el Sodalicio se convertía en una maquinaria de la que costaba tanto liberarse. Cuando, después de haber negado a los suyos, los hijos volvían a abrazar a esas madres que siempre dejaron el camino abierto para volver. El sufrimiento de las familias, porque donde hay amor se sufre con los que se ama, encuentra en estas páginas, a través de estas líneas (esas sí) derechas al corazón de su madre, un reconocimiento que creo que faltaba.
Me alegro de que nos acompañen Patricia del Rio, que hará los honores al esfuerzo literario que hay en esta prosa pausada, que se pierde en los laberintos de memorias que se superponen ; y Jorge Bruce, que puede explicar mejor que nadie los mecanismos de sumisión, el sufrimiento que crean y las posibilidades de liberación. Porque ésta es una historia, finalmente, de libertad. De encontrar un camino de esperanza y amor por la vida, sin perder la fe en un Dios verdadero.
Muchas gracias.







