Pie Derecho

El lastre de Keiko

“Si la derecha quiere tener alguna posibilidad en el 2026, deberá encontrar nuevos liderazgos, más modernos, más éticos, más libres”

Por más que algunos sectores de la derecha se empeñen en revivir políticamente a Keiko Fujimori, la realidad —tarde o temprano— se impone con la tozudez de los hechos: es, según la última encuesta de Datum, la figura más rechazada del escenario electoral, con un 59% de desaprobación, que supera incluso a personajes deleznables como Waldemar Cerrón.

Ese dato, revelador y rotundo, debería bastar para que la derecha peruana —si es que le queda algo de sentido común— comprenda que su insistencia en una candidatura inviable no solo es un ejercicio de perniciosa nostalgia política, sino una peligrosa temeridad.

Keiko Fujimori estuvo a punto de ganar en el 2021, es cierto. Pero no porque hubiese convencido al país de su “renovación” ni porque hubiese conjurado los fantasmas del pasado, sino porque su oponente era un maestro rural improvisado, rodeado de incapaces y de ideólogos radicales, cuya sola presencia hacía temblar a buena parte del electorado. Aun así, perdió. ¿Qué otra prueba se necesita para entender que el antifujimorismo no es un simple sentimiento pasajero, sino una convicción democrática profundamente arraigada?

Porque el Perú, pese a su crisis política, no ha olvidado. Las esterilizaciones forzadas, los diarios chicha, los jueces digitados desde Palacio, las masacres encubiertas, la corrupción, la compra de congresistas. Todo eso permanece en la memoria colectiva como una herida abierta, y Keiko, con su ambigua distancia del legado paterno, jamás ha sabido —ni querido— cerrarla.

Persistir en su candidatura es suicida para cualquier estrategia de la derecha democrática. No solo porque divide el voto, sino porque representa todo aquello que la ciudadanía rechaza: el autoritarismo disfrazado de orden, el oportunismo con sonrisa impostada, el pasado que se niega a desaparecer.

Si la derecha quiere tener alguna posibilidad en el 2026, deberá encontrar nuevos liderazgos, más modernos, más éticos, más libres. Insistir en Keiko es regalarle el futuro al extremismo de izquierda.

 

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