Si el gobierno entrante es, como sería deseable, de centroderecha, será imperativo que obtenga mayoría parlamentaria -por propia cuenta o por coaliciones partidarias– para lograr gobernar con relativa estabilidad y conseguir las metas de enderezar la economía, desbaratar las redes de corrupción que han hecho metástasis en el Estado peruano y combatir la inseguridad ciudadana, los tres grandes desafíos del presente, que lo seguirán siendo el 2026, dada la incompetencia del actual régimen por resolverlos.

Si el 2001 Toledo no se hubiera aliado al Frente Independiente Moralizador, de Fernando Olivera, y el 2006, Alan García a Unidad Nacional de Lourdes Flores y al fujimorismo, obteniendo así mayoría congresal, no se hubieran plasmado los dos gobiernos más exitosos de los últimos lustros (Ollanta Humala logró también mayoría con la concurrencia de Perú Posible, pero, a pesar de no ser el chavista que algunos temían, fue en su gobierno que empezó el desmontaje del modelo económico heredado de los 90, y que tantos frutos ha dado al país, permitiendo décadas de desarrollo y de reducción de la pobreza).

De hecho, quien asuma las riendas del poder el 2026, tendrá que labrar una múltiple coalición partidaria, considerando la perspectiva de que haya una veintena de candidaturas del mismo perfil ideológico, muchas de las cuales colocarán alguna cuota parlamentaria.

Pero bajo los antecedentes funestos de lo que sucedió el 2016, con la cainita actuación política del fujimorismo, socavando al gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, lo ideal sería que quien descollecomo potencial presidente no descuide una tarea esencial: trabajar provincias con ahínco, visitarlas frecuentemente, conformar buenas listas locales, y lograr así una propia bancada congresal lo suficientemente poderosa para no ser víctima luego del chantaje de líderes mezquinos, como lo fue Keiko Fujimori luego de su segunda derrota presidencial (si el fujimorismo apoyó a García el 2006 fue porque Keiko no se presentó; lo hizo Martha Chávez).

Restan poco más de dos años para la realización de los comicios presidenciales del 2026, tiempo suficiente para que las organizaciones que logren inscribirse y postular hagan la tarea política que corresponde y respecto de la cual, la izquierda ya viene corriendo metros por delante.

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elecciones 2026, Keiko

Dos tercios de los peruanos considera que estamos peor que hace un año, según revela la última encuesta del IEP publicada hoy en La República. Por cierto, tanto el Ejecutivo como el Congreso mantienen una altísima desaprobación (82 y 90%, respectivamente).

Esta situación debe cambiar. No se puede gobernar con relativa perspectiva de mediano plazo con tales precariedades ciudadanas. Dina Boluarte tiene que tomar las riendas de su gestión. Alberto Otárola es su mejor aliado en tanto no consiga un mejor reemplazo, pero el Premier es el as del área chica (resuelve conflictos sociales, maneja relación con el Congreso, etc.), no un líder de largo plazo. El 2026 no es su perspectiva sino la semana entrante.

¿Qué acciones puede tomar el gobierno? ¿Cómo romper el nudo gordiano de la desesperanza que cunde en el país? La más rápida y eficaz salida pasa, aparentemente, por la economía. Allí puede radicar una mejora sustantiva inmediata que cambie el ánimo ciudadano.

1.- Sacar al titular del MEF, Álex Contreras. Necesita de alguien que marque la cancha y otorgue confianza absoluta en los inversionistas privados. Sabemos que es ficha de Otárola, pero la presidenta debe empezar a imponerse dentro del Ejecutivo. Si quiere relanzar la economía debe cortar con uno de sus puntos más débiles.

2.- Convocar en el más corto plazo a los principales representantes gremiales de la gran, mediana y pequeña empresa privada, y persuadirlos de la seguridad macroeconómica existente y la perentoria urgencia de restaurar el optimismo en el país, que libere las amarras de la confianza y la inversión privada concomitante.

3.- Comprometerse, con una estrategia que no sea la de tierra arrasada, que tanto parece gustarle al Premier, en sacar adelante proyectos que se han convertido en emblemáticos en el país, como Conga y Tía María, detenidos en su momento por la reacción contraria de las poblaciones aledañas y un pésimo manejo gubernativo respecto de dos proyectos que no solo nos salvarían el año en términos de inversión privada, sino que reestablecerían un conducto normal del flujo capitalista en el Perú.

Hay otros problemas graves en el país, como la inseguridad ciudadana y la corrupción, que también deben ser atendidos, pero hay que saber que son problemas crónicos que no se van a poder resolver rápidamente. Lo más a la mano transita por los linderos de la economía y está al alcance del gobierno efectuar un giro radical al respecto.

La del estribo: estupenda puesta en escena de La doctora, obra de Robert Icke, magistralmente dirigida por Urpi Gibbons, con las sobresalientes actuaciones de Diana Quijano, Magali Bolívar, Augusto Mazzarelli, Gabriela Velásquez, Ebelin Ortiz, entre otros. Va en el Teatro La Plaza hasta el 29 de febrero. Entradas en Joinnus.

Este es un nuevo programa de Luz Roja conducido por Juan Carlos Tafur

El Perú va camino a ser Ecuador en materia de inseguridad ciudadana. Tiene todos los elementos para serlo: precariedad del Estado democrático, corrupción policial y militar, matriz del narcotráfico y todas las mafias y proliferación de bandas criminales.
La ciudadanía ya percibe a la inseguridad ciudadana como el principal problema nacional. La ineficacia del actual gobierno para resolverlo, alienta, en el futuro político, la aparición de candidatos disruptivos autoritarios y poco democráticos.

 

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Luz roja, programa Luz Roja

-Ha causado conmoción la contratación de Ricardo Gareca por parte de nuestro clásico adversario, Chile. No han faltado quienes han acusado al entrenador de traidor a la patria. Las cosas en su sitio. Gareca se fue porque el presidente de la Federación Peruana de Fútbol, Agustín Lozano, no quería a alguien que le hiciera sombra. Habernos llevado a Rusia y casi habernos clasificado a Qatar le daban crédito suficiente para continuar al mando de la selección, y él quería seguir a cargo. No hay entonces razones para transformar la querencia positiva que existía hacia él en odio nacionalista infundado. Otra cosa, muy distinta, es que genuinamente deseemos que le vaya muy mal.

De pésimo gusto que la dirigencia de la U no haya considerado un espacio particular de homenaje al gran Roberto Challe en la Noche Crema, celebratoria del Centenario, y en donde se rindió homenaje a figuras históricas del club. No solo fue un jugador identificado con las sedas cremas sino que, en su calidad de entrenador, nos llevó al único tricampeonato logrado en nuestra historia. Merece un desagravio y, de paso, que la administración le preste mayor apoyo en su condición médica delicada. Hay que cuidar el patrimonio histórico de la institución. Una visita de Jean Ferrari al hospital donde recala el Niño Terrible correspondería.

-Es pertinente, a su vez, anotar la ausencia de Juan Carlos Oblitas y Chemo del Solar en la mencionada Noche Crema. No sabemos si fueron invitados y prefirieron no acudir, porque hay un sector de la hinchada que no les perdona que hayan sido entrenadores del Sporting Cristal, una insensatez mayúscula, o si fueron soslayados, lo que sería una inconducta de la dirigencia. Lo que corresponde, en todo caso, al respecto, es que el club busque la manera de establecer una reconciliación. Ambos son personajes del fútbol, símbolos de la U, y que merecen un sitial especialpor su trayectoria. Los apasionamientos tontos de sectores radicales de la tribuna no pueden soslayar su impronta. Es una estupidez soberana que se pretenda que los exjugadores identificados con la U solo puedan entrenar a este club. ¿Qué se quiere? ¿Condenarlos al desempleo eterno? Son profesionales y muchos de los hoy reivindicados, como Héctor Chumpitaz, jugaron, inclusive, en el Cristal, y nadie se hace bolas por ello. Chemo y el Ciego son parte ineludible de la historia merengue y merecen un mejor trato.

La derecha radical latinoamericana y la reinvención de un enemigo común.  Así se titula el último libro de Farid Kahhat. En él señala tres características de la derecha radical: nativismo, autoritarismo y populismo político. En otras palabras, nacionalismo étnico creciente, vocación antidemocrática y uso del populismo -que no es una ideología sino una estrategia política- como mecanismo de acceso electoral y de supervivencia gubernativa.

Particularidades de la derecha radical en América Latina: a) post gobiernos de izquierda, b) conservadores que reaccionan a agenda más liberal en temas civiles; c) mano dura frente a explosión delictiva.

Y, por supuesto, necesita de un enemigo y lo ha encontrado en el llamado “marxismo cultural” o “neomarxismo”, que supuestamente nos viene invadiendo desde hace décadas, de modo silencioso. Luego de haber fracasado en la toma violenta del poder, la izquierda pretendería hacerlo a través del control cultural.

El libro redondea una faena analítica en la que desmenuza los avatares del denominado Foro de Madrid y su vinculación con la franquista ultraderecha española, el fetiche de Evo Morales, los vacíos conceptuales y políticos del fenómeno Milei y, finalmente, el capítulo más sobresaliente de esta publicación de Farid, que trata sobreBukele. Con una abundancia fáctica demoledora,desmonta los mitos edificados alrededor del autoritario gobernante salvadoreño.

Un libro imprescindible en el debate político del presente, que es parte de una saga estrenada con El eterno retorno, donde habla del mismo fenómeno, pero a nivel global y una advertencia de que si bajamos la guardia cívica, podríamos hacer que el Perú transite hacia una deriva autoritaria y conservadora que claramente nos haría retroceder décadas.

Abre temas de discusión: ¿la izquierda radical no es un peligro real (ya ganó el 2021 y amenaza con hacerlo el 2026)? ¿el surgimiento de esta derecha no será, en verdad, una revuelta antiliberal antes que antimarxista? ¿tiene posibilidades de crecer en el Perú, donde el nacionalismo étnico se diluye en la feliz integración de la migración que nuestro país despliega? ¿no es el populismo una herramienta inevitable para gobernar democracias disfuncionales como la peruana? Lo más interesante del libro es que permite polemizar con él y ahondar en el debate.

Un honor haber sido invitado a presentarlo anoche en una abarrotada librería El Virrey. Lo recomiendo a mis lectores.

Hay más de treinta ciudadanos peruanos pretendiendo acceder al poder presidencial el 2026. Aquí algunas preguntas que habrá que exigir que el postulante responda:

-¿Cómo va a solucionar el problema de la inseguridad ciudadana? Que se diga con lujo de detalles. ¿Va a cambiar la política penitenciaria, el código penal, va a reorganizar a la policía? Que nos lo explique sin palabreos ni generalidades.

-¿Cómo va recuperar la senda de la inversión privada y el crecimiento económico? ¿Qué señales piensa dar? ¿Va a privatizar Petroperú y Sedapal? ¿Va a sacar adelante los proyectos mineros de Conga y Tía María?

-¿Cómo piensa desterrar la corrupción pública, un cáncer nacional? Desde la cúspide hasta la sima del poder está contaminada por la corrupción. ¿Mayores penas? ¿Más capacidad disuasiva o preventiva a la Contraloría? ¿Cambio en las contrataciones del sector público? ¿Reducción del Estado y sus “peajes”?

-¿Qué piensa hacer con el desastre de la regionalización? ¿Va a recentralizar algunas funciones? ¿Cuáles? ¿Va a ahondar el proceso, acaso federalizando el país? ¿Cómo piensa mejorar la eficiencia del gasto público en los gobiernos regionales y locales? ¿Piensa cambiar el manejo de las regalías y canon minero?

-¿Qué va a hacer para instaurar un sistema de salud pública mínimamente digno? ¿Unificará el Minsa con EsSalud? ¿Aumentará el presupuesto del sector y en cuánto? ¿Cómo piensa derrotar a las mafias sindicales del sector? ¿Qué piensa del denunciado oligopolio farmacéutico, de seguros y clínicas? ¿Lo va dejar tal como está? ¿Va a aumentar las alianzas público-privadas en el sector?

-¿Cómo planea recuperar el nivel de la educación pública, hoy tan venida a menos, y no por culpa del Sutep, como la derecha radical esgrime, sino por malas políticas educativas? ¿Retomaría las reformas iniciadas por el exministro Jaime Saavedra? ¿Lo convocaría de ministro?

-¿Cómo piensa manejar el rol del Perú en el creciente conflicto chino-estadounidense? ¿Mantendrá una postura no alineada o cederá a las presiones de Washington? ¿Impondrá alguna restricción a la inversión china?

No podemos elegir nuevamente a improvisados para que ocupen Palacio. El país ha perdido un lustro producto de la incompetencia y la medianía de quienes, por albur, llegaron al poder. No nos puede volver a pasar lo mismo y eso depende mucho de una ciudadanía activa y una prensa inquisidora.

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Candidatos, Elecciones, tafur

[PIE DERECHO]  El remezón capilar a la presidenta Boluarte en Ayacucho, debiera ser un jalón de orejas para los sectores del centro y la derecha, que están viendo anidar y crecer un poderoso sentimiento de frustración y cólera en toda la zona del sur andino respecto no solo del gobierno sino de todo el establishment, sin hacer algo al respecto.

El sur andino (Puno, Cusco, Arequipa, Tacna, Moquegua, Apurímac, Huancavelica y Ayacucho), representa al 19% del electorado nacional. De no variar la situación, lo más probable es que vaya a votar en la primera vuelta del 2026 como lo hizo en la segunda vuelta del 2021 (80% a favor de un candidato radical de izquierda). Eso implica al menos el 15% de votación para la izquierda. Sumado al voto andino del centro y norte, más el resto del país, podría permitir que dos candidatos de ese perfil disputen la segunda vuelta.

Hay que tener presente los reales niveles de votación del 2021. Más allá de la contabilidad respecto de los votos emitidos, o, peor aún, de los votos válidos, lo cierto es que Pedro Castillo pasó a la segunda vuelta con apenas el 10.77% de los votos respecto de la población electoral, y Keiko Fujimori obtuvo el 7.63%.

Se entenderá que con el potencial voto señalado párrafos arriba, el temor de un resultado propicio a sectores radicales es alto. Cabe señalar, además, que Puno es el centro geopolítico del sur andino y allí Castillo obtuvo casi el 90% de los votos válidos en la segunda vuelta del 2021. Ese respaldo se ha mantenido parcialmente, al extremo de que la mayoría de ciudadanos puneños avaló el golpe de Estado castillista, según encuestas del momento.

El gobierno ha descuidado por completo al sur andino y es patético observar a la primera mandataria tratando de soslayar el rechazo que sufre en esa región, acudiendo poseramente a ellas, con los resultados lamentables conocidos.

Pero más desolador es apreciar a los precandidatos de este espectro ideológico (del centro a la derecha) y a las élites académicas o empresariales identificados con dicha raigambre ideológica, dejando al sur andino políticamente abandonado, creyendo, quizás, que por puro decantamiento, el ánimo anti establishment allí preponderante va a amainar, cuando todo hace suponer que, más bien, va a ahondarse.

[PIE DERECHO]  Ahora que se ha reactivado la Comunidad Andina de Naciones, CAN, que conforman Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia (se debería, dicho sea de paso, volver a integrar a Venezuela y Chile), a propósito de la ola delincuencial que azota a la región y que la ha convertido en la más violenta del planeta, se debería discutir planteamientos disruptivos, fuera de la caja burocrática que suele adocenar las decisiones de este conglomerado regional.

Sería un saludo a la bandera que las discusiones al respecto deriven tan solo en acciones de coordinación policial entre los países miembros. Obviamente, algo así es pertinente, pero está muy lejos de ser la llave del éxito para lograr amainar la criminalidad rampante en todos los países del continente.

No hay otra manera de enfrentar a las mafias delictivas, muy poderosas económicamente hablando, provistas de armamento superior al de las fuerzas del orden, y con influencia corruptora de la policía y militares, además de Fiscalía y Poder Judicial y crecientemente autoridades políticas, como no sea estableciendo una política regional, común y acordada, para la legalización absoluta de todo el circuito de la droga en una región que alberga a los principales productores de hoja de coca y de cocaína del mundo.

Si se legalizara, se acabaría con el poder económico y capacidad corruptora del narcotráfico. Y ello conllevaría un beneficio social infinitamente mayor al que supondría un eventual, aunque improbable aumento de la drogadicción entre la ciudadanía (improbable, porque ya ahora, quien quiera puede conseguir droga hasta en el kiosko de la esquina).

Lo ideal sería que con la fuerza de lanzar este planteamiento como bloque regional, se convenza a los Estados Unidos y la Unión Europea a que se sumen al mismo, siendo evidente que la prohibición en los países consumidores solo alienta la riqueza de las mafias locales (la DEA debe ser el principal negocio global de Washington).

No hace falta invocar derechos liberales al uso del propio cuerpo como uno libremente desea, para justificar esta propuesta. Compartimos el ideario detrás, pero son razones potentemente pragmáticas las que deberían conducir a atreverse a cruzar un Rubicón moralista que lo único que está haciendo es condenar a los países de la región a la violencia criminal creciente.

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CAN, legalizar drogas, narcotráfico

[PIE DERECHO]  Si alguien pensaba que luego del desastroso año pasado, el gobierno entendería la urgencia de emprender reformas, algunas al menos, y de enderezar rumbos en materia política y económica, ya debería ir descartando esa remota posibilidad.

Los hechos recientes (participación irregular del hermano de la presidenta, mantenimiento de la coordinación con un Congreso corrupto y mediocre como pata de la mesa gubernativa, recule en el escandaloso caso de Petroperú, etc.), ratifican que este régimen no percibe el sentir de la calle y ello se corrobora con la torpe visita de la presidenta a Ayacucho, lugar sensible por los muertos con responsables encubiertos, y que ha merecido una bochornosa y repudiable agresión contra la propia primera mandataria.

Es una lástima que los dos bicentenarios significativos de la república, 2021 y 2024, transcurran en medio de la grisácea conformación de una coalición de poderes que a nada bueno va a conducir, como ya se aprecia en la persistencia en el error de uno de los socios y la tenaz recurrencia en los autoritarios manotazos institucionales del otro.

El personaje políticamente más inteligente del gobierno es el premier Alberto Otárola. En su haber figuran el control de la conflictividad social y el aseguramiento de un pacto con el Congreso que garantiza la estabilidad política del régimen, pero él debe saber que ambos logros no son ni remotamente suficientes para alcanzar una cuota de virtud en una gestión mediocre como la que regenta.

Como se ha dicho, pedirle reformas al gobierno de Dina Boluarte es un exceso político. Lo que sí cabe exigirle, sin embargo, es que en dos materias de gobernabilidad básica, como son la salida de la crisis económica y el alivio de la inseguridad ciudadana, arroje resultados tangibles.

Ambos temas están en la cancha de Otárola, el todopoderoso. La presidenta confía aún en él (a pesar de sus fricciones con el hermanísimo), pero ese cheque interno en blanco, no lo está sabiendo usar el Premier, como no sea en asegurar su permanencia, olvidándose de que su tarea primordial es mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Ese es el quid de todo gobierno y parece estar fuera de la agenda oficial.

La del estribo: notable el ciclo de cine peruano que organiza el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Películas como El caso Monroy, El sueño de Ariana, Las cautivas, Rojo profundo, La decisión de Amelia, La erección de Toribio Bardelli y otras, en temporada que va hasta mediados de febrero. Entradas en el propio CCPUCP y en Joinnus.

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Crisis económica, Economía, Premier Otárola, Urgencia de Reformas
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