Giancarla Di Laura - Sudaca.Pe

Castillo: que asome la esperanza

Hoy, Domingo de Resurrección, quiero mencionar la palabra “esperanza”, ese sentimiento que emana de una situación que puede devenir en algo positivo y optimista para nuestra heterogénea nación peruana. El próximo domingo 11 de abril habrá elecciones y ahí nos jugaremos nuestro futuro. Lamentablemente, no tenemos muchos candidatos idóneos para escoger. Encima, los antecedentes son muy mala señal: la cantidad de expresidentes que quisieran ser reelegidos han sido procesados o están cumpliendo condena o investigación por algún delito cometido, lo cual indica que quien salga elegido el 11 de abril tendrá un pasivo de corrupción que deberá combatir a sangre y fuego. Esto es muy triste, pero más triste es que los propios partidos políticos liderados por criminales, exconvictos o procesados todavía quieran volver a gobernar el país para seguir delinquiendo. Tanto la dinastía Fujimori como Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kucynski, Vizcarra son personas que no deberían nunca, por decencia, volver a presentarse, ya que tienen a sus espaldas cargos y sombrías sospechas contra ellos. Sus sucedáneos de derecha también tienen las manos sucias. En cambio, hay otros postulantes que no tienen ninguna falta, que son producto de las entrañas de nuestro país y, quizá precisamente por eso, los sectores privilegiados no los quieren, les cierran las puertas y los tratan con clasismo y racismo.

 

Efectivamente, hoy quiero compartir mi inclinación por Pedro Castillo, un hombre que lucha por su gente y por su región. Muy hábil para hacer trabajos y culminar proyectos, nos brinda una innovadora manera para llevar a cabo varias acciones. Siendo un profesor de primaria ha surgido para llevar esperanza a su pueblo, pero desafortunadamente también se le ningunea y no se le da ninguna visibilidad.

 

Sé que este apoyo público me va a traer ataques arteros y no faltarán los “trolls” desde distintas filas. Yo hablo como pienso, porque siempre he sido de izquierda y nunca he dejado de expresar mi solidaridad con los más pobres, con los que han sido abandonados, con los hermanos y hermanas vulnerables de nuestro país. Me guía también mi fe cristiana, que no me deja tirar la toalla incluso en los momentos en que todo parece más oscuro.

 

Y este es uno de esos momentos. Acabo de sufrir la pérdida de un ser amado; casi todos los días escucho de alguien que cae enfermo de Covid y no logra obtener tratamiento. Y muchos mueren, dejando una huella profunda de dolor y desamparo en sus familias. Son ya casi 150 mil peruanos que han pasado “al otro lado” en circunstancias que se podrían haber evitado. Cuarenta años de neoliberalismo y corrupción han llevado a que nos encontremos más indefensos que nunca.

 

Sé que hay otras opciones de izquierda, pero con los años he aprendido a distinguir lo que es auténtico de lo que no lo es. A mí me gusta la gente de base, los que se rompen el lomo trabajando porque es ahí donde se mide el temple de una persona. Los políticos profesionales, los mantenidos o los que son financiados por fundaciones extranjeras no me inspiran confianza. Castillo no será perfecto, pero al menos ha recuperado el espíritu de cambio que siempre debe animarnos.

 

Ojalá que este hombre que parece uno de los pocos honestos de las listas electorales esté bien asesorado y tenga la luz que se necesita para seguir despertando la esperanza de que las cosas cambien y un sentido realista para lograr consenso y no caer en errores. Y que el pueblo sea siempre su juez.

 

Que cada quien vote según su conciencia y su capacidad de imaginar un Perú mejor. Por mi lado, y parafraseando a Vallejo, “hoy solo quiero hablar de la esperanza”.

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Pedro Castillo

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