El Estado va a colapsar más temprano que tarde debido a la invasión de mediocres que el gobierno de Pedro Castillo está perpetrando en cuanta oficina pública le es posible hacerlo. Y que no son pocas. La avalancha destructora avanza incontenible con anuencia de Palacio.
¿Va a querer pasaportes? No va a haber a tiempo. ¿Brevetes? Tampoco. ¿Licencia para abrir un negocio? Espérese sentado. ¿Trámite para iniciar una operación minera? Varios años lo aguardan. ¿Un sello para iniciar un proceso de inversión público-privada? Se demorarán una eternidad o le pedirán una coima monumental, como ya está ocurriendo en sinfín de oficinas estatales. ¿Registro sanitario o de marca? Se le agotará la paciencia mientras se lo otorgan. ¿Cita en EsSalud? Si ya demoraba meses, ahora será imposible de conseguir a menos que tenga carnet de Perú Libre. ¿Papeles para iniciar trámites universitarios o en el extranjero? Nunca saldrán o lo harán tan tarde que usted perderá la ocasión de hacer lo que quería hacer. ¿Denuncia policial que requiera investigación? Una de las pocas cosas que funcionaba bien en la policía era el proceso investigatorio, ahora ha sido desmantelado. Y así, en casi todo el Estado peruano.
El gobierno va a terminar funcionando como lo hacía la administración regional de Vladimir Cerrón o como han funcionado los gobiernos regionales regentados por la izquierda (Cáceres Lliclla, Gregorio Santos, etc.): un desastre mayúsculo.
Felizmente, aun quedan instituciones centrales vinculadas al manejo económico que el perulibrismo no ha logrado penetrar, como el BCR, el MEF, la Sunat, etc., y, en esa medida, la tragedia no es lo mayúscula que podría ser si semejante despropósito ocurriese.
Muchos años se habló de que el Perú corría riesgo de ser un Estado fallido, entendiendo Estado como nación, por culpa de la demagogia económica populista de los 80 y la violencia terrorista. Gracias a la apertura económica, a la sensatez fiscal y monetaria, y luego a la recuperación de la democracia, el país gozó de décadas de crecimiento y de mejoría del Estado. Se fueron creando paulatinamente islas de excelencia ejemplares.
Una tragedia impensada, como la pandemia, nos condujo a una elección de los resabios de dos grandes males de la sociedad política peruana: el neosenderismo y el fujimorismo en su versión mercantilista. Y al final ganó la peor de las dos opciones, y por esa razón nos asomamos al riesgo de parálisis del Estado como entidad, en su calidad de agente facilitador del mercado y de la sociedad peruana. Una desgracia por donde se le mire.