[Migrante al paso] Niños saltando, riendo, todos maniacos alrededor de una cabeza de jabalí. Clavada en una estaca, ensangrentado, podrida, cada vez atrayendo más moscas. Ese libro fue el que me recibió al entrar al mundo de la lectura. Esos pequeños atrapados en una isla, sin rastro de autoridad, y su comportamiento, representaban a lo que sería un mundo sin estado o gobierno. A pesar de que se estableció uno con jerarquía de fuerza y locura. Poniendo al pobre Piggy y Ralph como los outsiders y perseguidos en la etapa final, sin embargo, nunca enfocan la capacidad de rebeldía que se requiere para eso. Era parte del plan lector de primero de secundaria. Nunca me voy a olvidar, sin embargo, desde ese momento la interpretación del libro de William Golding ha ido mutando. Qué tan cercana es la organización de poder del libro al de la vida real, en teoría controlada y ordenada. Últimamente solo veo caos por todos lados. Tal vez más que de una lección se trataba de un reflejo. Entre el consenso en cuanto a la interpretación suele estar muy alejado de lo que la historia realmente significa. Es como una paradoja que pone al límite nuestro lenguaje y damos cuenta del límite de nuestro pensamiento actual. Algo así sucede con el mensaje de una ficción. En fin, en ese momento épico en que cerré el libro por última vez, hace muchos años, mi indagación por la rebeldía aumentó.
El mito de Ícaro. Qué pasa si no te quieren decir que no vueles muy cerca al sol porque te vas a quemar, qué pasa si de verdad es vuela y anda cuesta arriba hasta que colapses. Hay muchos Ícaros en la historia y no todos son malos, diría que, al contrario. Sin embargo, el consenso es de fábula, te da la lección. No vueles alto. Me gusta más la otra. Vivir al límite hasta que tus alas se derritan. Un rebelde es el personaje mitológico, desafió el cielo hasta no poder más, sin seguir lo que decían las multitudes. Lo accidental, lo que se sale de la norma, lo que contrarresta a la hipótesis. Ahí se encuentra la verdadera disidencia, en no seguir a nadie. Desde ese punto de vista, una rebelión no está formada por rebeldes, son otros más del montón. Ahí nace mi creencia de que unos pocos pueden generar más cambio que masas de personas. Pero qué tanto se puede estirar este hilo antes de romperse. El extremo sería que el más rebelde es quien se retira de la sociedad y avanza por el exterior. De repente el rebelde pierde su esencia cuando tiene una causa. Si hay muchos en la misma corriente, tal vez algo estoy haciendo mal. Las tendencias te ciegan dando por seguro que te abren la mente. Son movimientos hipócritas.
Jesús era un rebelde. Buda también. Sin embargo, probablemente sus seguidores no tanto. En Siddhartha de Hermann Hesse, quien luego llegaría a la iluminación, se negó a seguir los entrenamientos ascéticos, le dijo a Buda directamente que no lo iba a seguir, le costó separarse de su amigo, y se hundía en los lugares más oscuros de la humanidad. Qué sería de la literatura sin estos personajes contrariados. Qué aburrida la historia de alguien que sólo se deja llevar, como una piedra hundiéndose en el océano. Sin lucha ni conflicto; con un camino predeterminado, amargadamente aceptado. Prefiero tener una vida un poco más desadaptada, donde siempre está la duda sobre el límite moral. Este límite es tal vez el más grande que tiene la humanidad, si rompes una regla, sientes cómo la culpa te inunda y te trae abajo. Muchas veces innecesariamente. Porque no dar el 100 por ciento o más, quién dice que no se puede ir hasta el 120 o 150. Finalmente, quien puso las reglas acaso es un maestro divino que puede hechizar a todos dentro de un mismo flujo. Es imposible, pero la presión y el qué dirán pesan mucho en esta época. La gente tiene miedo de poner los pies sobre la mesa. Periodistas que le cedieron la tutela a su público, por todos lados. Abogados que defienden violadores porque es lo que dice la ley. El desfase está clarísimo. La ley siempre avanza más lento.
Todos tenemos una temporada nietzscheana, obsesionados con Así habló Zaratustra, por más de no entender casi nada. Me incluyo. Es prácticamente un manual para liberarte por completo de las ataduras mundanas basado en la no doctrina, sin embargo, si la sigues o siguen muchos, pierde su capacidad única y recae justamente en lo que niega en un inicio. Me pregunto si será posible vivir sin seguir nada, no lo creo, pero sí te puedes aproximar. No sé cómo, pero lo creo posible. Cuando estudié a los filósofos contractualistas, me preguntaba qué tan distanciado está el pacto social inicial al actual, y qué tanto se ha adaptado. En teoría, Hobbes, Rousseau, Locke y demás remontan el momento del contrato, bajo condiciones distintas, a las primeras interacciones humanas. Estado Natural le llaman, por supuesto son sacadas de la nada y muy generalizadas. Quién sabrá nuestro comportamiento natural antes de cederle parte nuestra a un estado, se lo inventaron por completo. Ya se notan las irregularidades entre la norma y lo que sucede en realidad. Toda la vida me he sentido rebelde, últimamente ya no lo sé. El concepto en sí en estos momentos me parece platónico. Inalcanzable. Pero nos encanta vivir así, por lo menos a algunos. Se vienen tiempos hostiles, pero retadores y posiblemente fructíferos. Cuándo se romperá el hilo que nosotros los supuestos rebeldes queremos romper.