El Gran Combo de luto: Ithier y Rosario

El Gran Combo de luto: Ithier y Rosario

“Esa relación tan cercana al país -que, musicalmente, se manifestó con la grabación de dos composiciones nacionales, el vals Bandida (Unity, 1980), escrito por Francisco “Panchito” Quirós, y la salsa Callao puerto querido (Alunizando, 2016), del chalaco Jorge “Jorginio” Mendoza y su Combo Espectáculo Creación- es la que hace que un amplio sector del público salsero peruano sienta las partidas de Rafael Ithier y Papo Rosario como muy cercanas…”

[Música Maestro] El mundo de la salsa no ha tenido un buen inicio de la temporada navideña. Dos importantísimos integrantes de la orquesta El Gran Combo de Puerto Rico pasaron “al otro barrio” como dice siempre el panameño Rubén Blades, en cuestión de pocos días. El sábado 6 de diciembre falleció, a los 99 años, don Rafael Ithier, pianista, fundador y líder de la orquesta, poseedor de una envidiable vitalidad como pudimos apreciar en videos donde, ya alejado de su principal instrumento, seguía al frente de sus músicos, dirigiéndolos.

Su deceso produjo una enorme cantidad de reacciones en el ámbito de la música latina, desde colegas, alumnos y seguidores, apenados por su partida. Entre las tantas publicaciones de pesar y recuerdo de esa vida plena, casi cien años de los cuales dedicó noventa a la actividad musical, destacaron las de su histórica línea de cantantes, integrada por Charlie Aponte, Jerry Rivas y Luis “Papo” Rosario.

Precisamente este último, de 78 años, falleció el viernes 12, ya retirado de la escena por dolencias en la espalda. Cuando ocurrió lo de Ithier, la voz de Carbonerito, Regresa ya y otras, escribió en sus redes sociales: “Don Rafa, su legado es inmenso y eterno. Su visión, musicalidad, astucia, talento, disciplina y liderazgo siempre fueron motivos de admiración y cariño”. Hoy los dos bailan juntos en otro plano, pero vivirán por siempre en las memorias de quienes admiramos su música.

Rafael Ithier (1926-2025): Maestro salsero

“El principal legado que deja El Gran Combo no es musical, sino de disciplina”, dijo Rafael Ithier, a los 95 años, en una entrevista concedida al periodista dominicano Tony Dandrades para su canal de YouTube, días antes de las celebraciones por el sesenta aniversario de la orquesta que él dirigió con decencia y mano firme prácticamente hasta su último suspiro. Don Rafael, el hombre de los arreglos creativo y del piano elegante, falleció a los 99 años y enlutó a la familia salsera.

Hace pocos días circuló en sus perfiles de redes sociales, el video de un nuevo “aguinaldo”, nombre que recibían las clásicas canciones navideñas con las que se les identificó siempre, desde 1966 en que lanzaron su sexto LP, En Navidad, cuando todavía trabajaban para el sello Gema Records, la misma casa discográfica donde Ithier y la primera formación de la banda integraban el combo de Rafel Cortijo e Ismael Rivera.

La canción, titulada Paz en nuestros pueblos es un canto de esperanza, esa cosa que ya casi nadie siente en medio de los cinismos, las corrupciones, los sicarios y los vicios artísticos socialmente aceptados. Y en el video se ve a Ithier, con su clásica sonrisa amplia, gozando la música a la que dedicó su vida. Ya no sentado frente a su querido piano -que no tocaba desde 2006 por problemas de salud- sino de pie, sacudiendo los brazos como quien dirige a “sus muchachos”, con evidente delgadez pero, al mismo tiempo, con un semblante envidiable para un hombre al borde de la centuria. Cuando vi el video, francamente yo pensé que llegaba.

Una vida dedicada a la salsa

Nació en agosto de 1926, en San Juan, la capital de esa isla que tanto ritmo le ha puesto a la vida de generaciones de latinos que hoy ven cómo su descendencia pisotea ese legado con adaptaciones modernas encajadas en golpeteos animalescos y balbuceos ininteligibles. Desde mediados de los años cincuenta, después de regresar de un breve servicio militar que lo llevó a la guerra de Corea, comenzó su camino como músico profesional, primero al frente de The Borinqueneers Mambo Kings y luego como parte del combo de un buen amigo suyo, el timbalero Rafael Cortijo.

Había aprendido a tocar varios instrumentos de forma autodidacta, en casa, inspirado por su familia donde “el que no bailaba, cantaba y el que no cantaba, gritaba”. Después de la guitarra, vino el contrabajo pero, como le parecía muy grande, pesado y había que tocarlo de pie, un día vio el piano, se sentó y dijo “aquí me quedo”. Y vaya si se quedó. Canciones clásicas de la salsa primigenia como Quítate de la vía, Perico o El negro bembón, tienen el piano de Ithier como columna vertebral. Con esa seminal orquesta boricua grabó también algunas composiciones suyas como Ensíllala o Báilala bien.

Luego llegó la separación de Cortijo, tras un incidente con “Maelo” y sus malos hábitos –la historia completa aquí– el pianista y otros siete músicos de aquel combo decidieron seguir adelante, bajo su dirección. Como Cortijo e Ithier eran tocayos no se contempló la idea de usar el nombre “Rafael y su Combo” para evitar confusiones. En 1962, una invitación de Gema Discos para acompañar en un álbum al merenguero dominicano Joseíto Mateo -uno de sus héroes en aquel tiempo- se convirtió en el primer LP de El Gran Combo, nombre que surgió en una de las primeras reuniones en casa del percusionista Roberto Roena, Menéame los mangos. Sería el inicio de una saga que se prolongó durante las siguientes seis décadas de salsa pura.

El Gran Combo de Puerto Rico, su obra

Más de setenta álbumes entre 1962 y 2023, incluyendo los dobles recopilatorios de celebración que lanzaron cada cinco años desde 1982, cuando cumplieron veinte, hasta convertirse en una tradición del grupo, un par de discos en vivo -ya en la era del CD- e innumerables apariciones en televisión, conforman un cuerpo de trabajo enorme y poderoso que ubica a El Gran Combo como una de las orquestas tutelares del género salsero, una institución en sí misma, de sonido inconfundible y prestigio como colectivo artístico.

Ese sonido y esa personalidad fueron labradas por don Rafael Ithier por su carácter y ética de trabajo, su obsesión por la disciplina en aspectos personales y el perfeccionismo en el acabado de sus canciones, su claridad para la administración de lo que con los años se conoció como “la corporación del combo”. Ese sistema, como él mismo lo llamaba, se manifestaba en el control artístico pero también en la visión empresarial, en la que cada músico era un trabajador con plenos deberes y derechos y que, además, era tratado como un miembro de la familia.

El Gran Combo es una agrupación de récords. No solo es la única orquesta de salsa que ha tocado en los cinco continentes, sino que además ha mantenido por más tiempo a su núcleo creativo e instrumental más tiempo que ningún otro conjunto del género. Los cambios se hicieron solo por motivos de salud o fallecimiento, con la excepción de uno de sus históricos cantantes, quien renunció por diferendos por un tema de regalías digitales resuelto hace poco. Durante 33 años, entre 1981 y 2014, El Gran Combo mantuvo fija su línea de cantantes, algo insólito en el universo salsero.

Hasta su retiro, por ejemplo, en el año 2024 por problemas de dentadura, el trompetista Luis “Taty” Maldonado (78) era el miembro más antiguo con 52 años de permanencia en la banda. Andy Montañez (83), quien fuera uno de los integrantes originales de El Gran Combo -incluso, llegó a empeñar su casa para que pudiera constituirse el sello EGC Records en 1970-, estuvo once años como su voz principal, algo inusual en las orquestas que cambian todo el tiempo de cantantes. Su reemplazante, Jerry Rivas (70) es actualmente el más longevo, con 48 años desde su ingreso en 1977. Y Charlie Aponte (74), quien entró para cubrir la plaza dejada por Pedro “Pellín” Rodríguez en 1973, se retiró del grupo en el 2014, tras 41 años en esa genial línea de cantantes.

Papo Rosario (1947-2025): El tercer micrófono

Luis Antonio “Papo” Rosario también pasó muchos años como miembro de El Gran Combo de Puerto Rico. El vocalista boricua se retiró en el año 2018, luego de 38 años en la agrupación. Con su llegada, en 1980 para el álbum Unity -que contiene clásicos como Te regalo el corazón y Compañera mía-, se cerró la terna más duradera y exitosa de la orquesta de Rafael Ithier, junto con Charlie Aponte y Jerry Rivas, una de las delanteras más carismáticas y estables de la escena salsera.

Originalmente, El Gran Combo solo tenía dos cantantes, Pedro “Pellín” Rodríguez y Andy Montañez. En ese tiempo, Roberto Roena, años después integrante de la Fania All-Stars y líder de su propia orquesta, la Apollo Sound, al provenir también del combo de Rafael Cortijo, colaboró también con Ithier, como percusionista y bailarín, armando algunas coreografías. En 1969 fue reemplazado por Mike Ramos quien también tenía como rol principal organizar los pasos de baile, pero comenzó a ubicarse casi en línea con los vocalistas y, ocasionalmente, haciendo coros.

Para cuando Rivas y Aponte ocuparon los lugares de Montañez y Rodríguez, Ramos era ya un cantante más, aunque nunca como vocalista central en alguna de las grabaciones en las que participó hasta 1980, año en que fue reemplazado por Papo Rosario. Al comienzo, dio la impresión de que su ingreso era para cumplir el mismo rol. Pero, poco a poco, la química entre los tres y sus dinámicas coreografías en los conciertos hicieron que Rosario se convirtiera, de manera definitiva, en el tercer micrófono de El Gran Combo de Puerto Rico.

Sin embargo, no fue sino hasta el álbum In Alaska: Breaking the ice (1984) que se escuchó la voz solista de Papo Rosario por primera vez, con un tema escrito por Peter Velázquez que se convirtió “en un palo” como suele denominarse, en la jerga de la música popular caribeña, a las canciones que tienen mucho éxito entre el público. Carbonerito se volvió infaltable en las presentaciones de El Gran Combo y el momento estelar de Rosario, quien pasaba al centro para contar la historia de cómo se casó como “una negra encantadora”. Velázquez, también autor de Mujer celosa (LP La universidad de la salsa, 1983), contó en una entrevista que, cuando le presentó el demo a Rafael Ithier, de inmediato designó a Rosario como su intérprete.

La voz de Papo Rosario se ubicaba en el punto intermedio entre los potentes agudos atenorados de Charlie Aponte y el acajonado timbre barítono de Jerry Rivas, permitiendo la creación de esas coloridas armonías que son características de los arreglos vocales de la orquesta, tan reconocibles como los ataques de metales y esa base rítmica profunda que, desde el piano, las percusiones y el contrabajo, redondean las estructuras de la idiosincrasia sonora de El Gran Combo, lo que el periodista, escritor y locutor venezolano César Miguel Rondón bautizó como “la fórmula”, en su importante publicación de 1979, El libro de la salsa: Crónica de la música del Caribe urbano.

El Gran Combo y su relación con el Perú

Muchas canciones de El Gran Combo forman parte del imaginario colectivo de quienes fuimos adolescentes en los años ochenta. Desde los éxitos que, en aquel entonces, ya eran “las clásicas” -Brujería, Un verano en Nueva York, Julia, Vagabundo, La muerte, La salsa de hoy y tantas más- hasta la interminable cadena de éxitos que produjeron entre 1980 y 1988 -Y no hago más na’, Trampolín, Aguacero, Se me fue, Por más que quiera, Cupido, y muchas otras-, su alegría y ritmo natural son fuente de orgullo para Puerto Rico y, por extensión, para quienes sin ser caribeños disfrutamos de esa música y la bailamos (si podemos).

Y cómo no mencionar sus asaltos navideños o aguinaldos, que graban desde mediados de los sesenta y que, a través de las décadas, se volvieron sinónimo de la Navidad y las celebraciones por la llegada del Año Nuevo, como por ejemplo La fiesta de Pilito, No hay cama pa’ tanta gente o la más recientemente, Paz en nuestros pueblos, contenida en el álbum pascuero De trulla con el Combo (2021). O la setentera Si no me dan de beber lloro (1973). El espíritu navideño peruano tiene, además de las canciones de Los Toribianitos o los niños chiclayanos del colegio José Pardo, estos himnos salseros fijos en sus listas de reproducción para esta temporada.

La primera vez que tocó El Gran Combo en el Perú fue en 1980, durante su primera gira con Aponte, Rivas y Rosario como delantera de cantantes. Y luego, ofreció cuatro conciertazos en el inolvidable Gran Estelar de la Feria del Hogar, en julio de 1988. Posteriormente, ha venido infinidad de veces a festivales en el Callao y otras localidades. La última hace fue apenas un par de años y para una celebración muy especial.

En octubre de 2023, la orquesta festejó su aniversario 60 con un show de gala en el Gran Teatro Nacional. En esa ocasión, don Rafael Ithier llegó al Perú como líder, aunque su lugar en el piano lo ocupó José “Lenny” Prieto, quien a su vez había reemplazado a Willie Sotelo, el primero en tomar la posta tras el retiro de Ithier hasta su fallecimiento en el 2022.

Esa relación tan cercana al país -que, musicalmente, se manifestó con la grabación de dos composiciones nacionales, el vals Bandida (Unity, 1980), escrito por Francisco “Panchito” Quirós, y la salsa Callao puerto querido (Alunizando, 2016), del chalaco Jorge “Jorginio” Mendoza y su Combo Espectáculo Creación- es la que hace que un amplio sector del público salsero peruano sienta las partidas de Rafael Ithier y Papo Rosario como muy cercanas, como sinónimo de unas épocas en que las reuniones familiares y entre amigos terminaban con espectaculares bailes de salón, gracias al talento y carisma de estos legendarios artistas portorriqueños.

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