Van a tener que trabajar mucho, sostenida e inteligentemente, los candidatos de la centroderecha y centroizquierda democráticas, para lograr enfrentar la tendencia a que el 2026 irrumpa con inesperada contundencia un candidato antisistema, radical, populista y/o autoritario.
Las condiciones están dadas para que ocurra algo semejante. Tenemos un Estado débil, incapaz de desplegar políticas públicas y mucho menos de brindar servicios esenciales de calidad, la gente está irritada y furiosa por ello (todas las encuestas coinciden al respecto), la clase media -sostén histórico de las democracias- está disminuyendo a pasos agigantados (o por la pobreza creciente o por la emigración masiva de sus miembros).
En el mundo, además, las democracias occidentales han perdido su hegemonía ante la aparición de la China y la revitalización de Rusia, rompiendo el monopolio que después de la caída del muro de Berlín ejercieron los Estados Unidos y la Unión Europea. Es más, en las propias democracias occidentales, la democracia misma está seriamente amenazada por la irrupción de la derecha radical autoritaria.
En el caso peruano se suma el desgaste de la transición democrática post Fujimori por no haber sido capaz de afrontar los desafíos sociales que le correspondían, limitándose a gobernar en piloto automático.
El fenómeno no es nuevo. En circunstancias parecidas han emergido Fujimori, Bukele, Milei, Bolsonaro, Correa, Chávez, Castillo, el propio Trump, para no hablar de los extremistas europeos.
Las cartas vienen jugadas en ese sentido. Por el lado izquierdo, un Antauro o un Bellido; por el lado derecho un Butters o un Álvarez. Si el gran centro democrático no se pone las pilas y no toma consciencia del grave riesgo de la fragmentación y la futilidad de las campañas cortas, perderá sin atenuantes las próximas elecciones.
Que nadie se dé después por sorprendido. Si al coctel mencionado, le sumamos, la penetración de las redes sociales y la destructiva participación de los dineros ilegales en las campañas -seguramente apoyando a los candidatos disruptivos- entenderemos la magnitud del desafío. Ojalá lo entienda el poco de clase política democrática decente que subsiste en el país.