Pie Derecho

¿Momento constituyente?

“La disyuntiva es entre la continuidad mejorada cualitativamente del modelo, o la regresión destructiva a esquemas que no han tenido éxito en ningún lugar del mundo cuando se han aplicado y, por el contrario, han generado mayor crisis económica y aumento superlativo de la pobreza”

La generación o no de un “momento constituyente” se da cuando el esquema constitucional vigente se agota, pierde vigencia, carece de legitimidad y ya no funciona como mecanismo ordenador de la sociedad, no cuando alguna encuesta (que no son todas) señala que la mayoría de la población quiere una Asamblea Constituyente.

Ello se ve con claridad cuando se aprecia que los cambios que la población tiene en mente respecto de una nueva Constitución son una amalgama de ideas izquierdistas con pensamientos ultraconservadores, un sancochado que diáfanamente demuestra que el consenso constitucional es una quimera.

La Constitución del 93 es perfectible, sin duda, sobre todo en el aspecto político institucional, y ella misma admite los caminos de las reformas constitucionales que se quieran hacer (ya se han hecho varias, dicho sea de paso). Cuando existen los consensos se logran los 87 votos necesarios para hacerlo, una valla correcta para modificar la Carta Magna.

No transitamos, pues, por un momento constituyente. No es la turbulencia social un indicador de ello. La mayoría de las personas que ha salido a protestar lo ha hecho por la crisis del sistema político encarnado en un Ejecutivo y un Congreso que no representan a los beligerantes, y, sobre todo, por el malestar acumulado de décadas por el abandono estatal de sus respectivas regiones (materia de otro análisis es si ello es responsabilidad del Ejecutivo o, principalmente, de las propias autoridades locales). El tema de la Constituyente lo enarbolan los activistas, no la población mayoritaria.

Y entrando ya al análisis cualitativo de la Constitución del 93, lo mejor que tiene es su capítulo económico –que es el que la izquierda activista quiere cambiar-, que nos permitió romper con el esquema populista estatista que casi destruyó la República peruana en la década de los 80. El centro y la derecha, hay que reiterarlo, tienen que hacer docencia política y pedagógica que desbarate la falaz narrativa de esa izquierda anacrónica.

La disyuntiva es entre la continuidad mejorada cualitativamente del modelo, o la regresión destructiva a esquemas que no han tenido éxito en ningún lugar del mundo cuando se han aplicado y, por el contrario, han generado mayor crisis económica y aumento superlativo de la pobreza. Que sirva la crisis actual para que se despierten los defensores del modelo y que salgan de la inercia ideológica en que han vivido las últimas décadas.

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